(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
Riotinto, localidad minera que se adorna con los colores del Río, es, como muchos pueblos mineros, un belén de trozos urbanos que el capricho colocó donde la extracción demandaba. Son ejemplos de urbanismos que no se pueden calificar como rurales, sino con el nombre de su peculiaridad: Mineros.
Porque los pueblos mineros son un mosaico de ubicaciones esparcidas por los campos, cada una con su color y su personalidad, dependiendo de sus habitantes y su condición. Por cierto, esto también es patrimonio.
En Riotinto, cabecera del Rio Tinto, todos conocemos ese curioso patrimonio urbano que ha sido y que sigue siendo. La Dehesa, el Alto de la Mesa, El Valle, Bella Vista, Las Delgadas, El Campillo, la Naya, … .Y Nerva y Zalamea, que están más allá de los límites y que ya eran pueblos con enjundia cuando la eclosión aquella de las minas y el río de colores.
Pero en Riotinto había tres poblados mineros o que albergaban a trabajadores de la empresa minera, que deben ser recordados por su contribución a la cultura casinera de la zona. Aunque alguno de ellos ya no pueda disfrutarse.
Había un poblado minero, La Naya, que permanece en el recuerdo de muchos y la Historia sigue lamentando su destrucción.
(Aprovecho aquí para remitir encarecidamente a dos aportaciones con encanto: El artículo que Juan García Muñoz escribe en «Huelva Buenas Noticias», el 22 de octubre de 2013, así como el extraordinario documento que Aquilino Delgado, Mª de la Cinta Regalado y Alfredo Moreno Bolaños escriben en Re Metálica, en 2010)
La Naya, ejemplo de poblado construido para mineros, era una verdadera maqueta urbana, en la que había de todo, porque era necesario dar a los empleados cuantos medios básicos necesitaban: Así, casas de 45 metros cuadrados, daban albergue. El almacén, aprovisionaba de enseres y víveres. Lavadero público, para eso de la limpieza. Una Ermita daba servicio a las necesidades espirituales. La escuela, formaba. Pero también una escuela evangélica, popularmente conocida como “escuela de los protestantes”. Como debe ser. Como Dios manda.
Y cementerio propio, que no todos los poblados se permitían ese lujo.
Y, lo más importante, qué hacer con el asueto: Pues un Casino. Efectivamente, poblado minero que se precie, debe tener su Casino. Y La Naya no iba a ser menos.
«Los días de fiesta se formaban reuniones familiares y se organizaban bailes. Y hasta su espacio post-guerra, llamado «Educación y Descanso».
Todas las culturas, todos los momentos de todas las civilizaciones, han organizado su ocio alrededor de lugares, que siendo comunes, permitían el desarrollo de las individualidades y sus necesidades. Y sus manías, que también son legítimas. Y a veces lícitas.
Así, hasta que en aquel 1972 fue desalojado para ser demolido al año siguiente. En esos años se perdió uno de los Casinos con sabor de los que hay en nuestra cuenca minera. Cuando un poblado desaparece, debería permanecer su Casino, porque es patrimonio a conservar y disfrutar. Aunque sólo sea en las páginas de la historia de la Cultura.
Corta vida para un poblado que en 1876 registra su primer nacimiento y la primera defunción. Corta vida para un Casino que, como tantos otros, no debería haber desaparecido.
Pero hay otros poblados que han defendido su derecho al asueto con inteligencia. Con ayudas públicas a veces, pero con la determinación de quienes valoran su asueto como uno de los derechos más inviolables de la vida. Las Delgadas y El Campillo, aportan a este mundo de los Casinos su peculiar visión y gestión del ocio.
En ambos pueblos, que también fueron poblados de aquel belén minero de Riotinto, la tradición casinera ha dejado sus hijos en forma de asociaciones municipales vestidas de Casino, porque en sus días se cumplen los requisitos admirables que dan forma a esa figura del asueto que hemos llamado Casino: Hay socios, pagan una cuota, se juega a lo que sea, se bebe alguna manguara que otra y se charla con los amigos de lo que se tercie. Con amigos de cualquier color, sin referencias de ningún tipo y con el lema propio de estar «en casa» para lo que se nos ocurra.
Ambos «Casinos» son de pertenencia municipal, por aquello de que el Ayuntamiento asume gastos básicos y mantenimiento del local, con el pretexto de aportar algo a una obra social, que ha superado la barrera de la edad del júbilo para extenderse a todas las edades. Socios de cualquier origen y nacidos en cualquier año. Como está mandado.
En Las Delgadas, la Asociación de Mayores Ismael Rodríguez Álvez. Hubo casino entre 1903 y 1918. Pero después fue el Bar de Juan el referente de las actividades de ocio y reuniones. Hasta que en 1995 se consolida la actual sociedad municipal, que es lugar para diversas actividades de grupo. Y resulta atractivo entrar en él, porque es muy fácil que se encuentre la amabilidad de cualquiera como primer atractivo del local.
Y enseguida tienes amigos que recuerdan el pasado con una cierta nostalgia de algunas de las carencias de entonces. Como los bailes a la luz de los «carburos», que eran unos artefactos con llamita tenue, que daba a los lugares de entonces un cierto aspecto de rara intimidad.
Y la manguara, terapia barata contra las enfermedades de la mina. Y para empezar el día, que hacía falta algo que lo animara antes de entrar en el tajo.
Y me cuentan los recuerdos de las Cruces que un cura suspendió durante varios años, allá por 1966, por aquello de la caprichosa autoridad de quien decía tenerla.
Hay mucha vida en los recuerdos de estos amigos que dejamos en Las Delgadas. Por eso volvemos. Y porque se está muy bien aquí
Como en El Campillo, en ese Club de Pensionistas y Jubilados El Amparo, en donde la convivencia es la dueña y la ley. Uno entra en este lugar y se admira del atractivo salón y el bar prometedor. Pero cuando se encuentra a los amigos que dejé la vez anterior, aparecen de nuevo los encantos que ya conocíamos: La identificación con el pueblo y el alto nivel de convivencia que se respira en los grupos.
Mi amigo Antonio, en ese bar que lleva con profesionalidad y encanto, es de obligado saludo, porque enseguida aparecen tapas que justifican por sí mismas la visita a El Campillo. ¡Que bien sabe entrar en un bar como éste, cuando hay reposteros como Antonio!
Casino que nació en aquel 1979, como preludio de esas elecciones constitucionales que abrieron la marcha de años «inquietos». Pero en El campillo no son inquietos los socios de este Casino, cuatrocientos, que viven cada día el placer de este lugar limpio, cuidado y atractivo. Hasta para los que no somos socios, es prometedora una visita a este Casino, con el pretexto de saludar a Antonio. Y no sale uno decepcionado de lo que ofrece mi amigo en este mostrador pequeño y sugerente.
Marcelo, que siempre viene conmigo cuando le digo que voy a visitar el Casino de El Campilo, me provoca a veces con su idea bien asentada de venir un año a eso de la «Semana de Convivencia», que aquí incorpora comida y cante. Algún año tendré que invitarlo, pero es realmente a mí a quien le atrae la idea de esa visita ocasional.
Este Casino es un buen ejemplo de lo que se puede hacer desde el uso de un local municipal. Lo socios son pensionistas, que para eso el nombre es ley: Club de Pensionistas. Pero «el magín» está para algo más que para peinar canas. Por eso aquí se creó la figura del «socio protector», que permite la incorporación a la vida casinera de quienes, no teniendo la edad del júbilo, pueden y quieren ser partícipes de la convivencia en los salones. Con voz y voto, sí señor.
Y no es mala cosa esto de captar la atención y presencia de los menos «provectos», porque en ellos está el apoyo en tareas no fáciles, como puede ser el uso de la informática y otras lindezas actuales.
Dos casinos que existen y uno que no debió desaparecer. Tres Casinos que forman parte del patrimonio social de esta zona, en la que hay un río de colores, una historia apasionada y casinos que sólo en tierra minera pueden existir.
La cuenca minera de Riotinto es un calidoscopio de variaciones casineras, únicas en el Sur. Y más allá del Sur.
Equipo Azoteas
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9 comentarios en «Los Casinos de La Naya, El Campillo y Las Delgadas: Tres poblados mineros»
Tres nuevos casinos, ¡qué maravilla!, pues aunque queden solo dos, es el recuerdo de una época histórica de esta bendita tierra serrana que supo soportar los abusos del poder establecido en base a condiciones que atentaban contra los derechos del trabajador, yo diría que en los derechos fundamentales del ser humano.
Por la fecha que dice D. Miguel, año 1876, me place imaginar a Maximilano Tornet, reunido en el casino de La Naya, El Campillo o Las Delgadas, concienciando a los mineros del alto riesgo que para la salud conllevaba las calcinaciones que se realizaban con las maderas de los bosques de alrededor para la extracción del cobre, desprendiendo humos a la atmósfera, que envenenaban el aire con un alto contenido de dióxido de azufre y anhídrido sulfúrico, y posterior lluvia ácida.
De Maximiliano se dice que era anarquista, quizás sea así, pero con su gesto promovió el levantamiento, en 1888, de los trabajadores de la cuenca minera de Riotinto, Huelva, que controlaba una poderosa compañía inglesa y, a partir de ese momento, se dejó de usar las calcinaciones y se mejoraron las condiciones laborales de los mineros, surgiendo ayudas para escolarizaciones, asistencia médica gratuita, reducciones de jornadas…etc.
Fueron necesarios muchos muertos, pero parece que ese es el pago que hay que ofrecer para que los poderes te traten con la dignidad debida, y me sobrecoge pensar que parte de esa heroica defensa de los derechos humanos se hubiera podido realizar en esos casinos que tan maravillosamente nos ha descrito Miguel Mojarro.
Enhorabuena por este artículo; me ha hecho recordar muchas vivencias en mi querida aldea La Delgadas,y, que durante la década de los años 60 del siglo pasado, fue mi padre el que regentaba el casino, llevando a la aldea, por primera vez, la televisión.
Gracias por este trabajo.
Gracias amiga Nieves. Me gustaría tenerte entre mis amigos, dada tu amabilidad y tu experiencia en la zona. Nuestro correo es [email protected].
Si me escribes, te contestare con mi agradecimiento. Me interés mucho ese comentario sobre tu padre, que sería una rica aportación a nuestro fichero de casinos. Saludos muy cordiales.
Es posible que 1887, visitara estos lugares, pero me da la sensación que salió de la cárcel, Tornet, estuvo más tiempo en el casino de Zalamea. Seguro que fue anarquista, es más, pertenecía a la corriente anarco-colectivista.La calcinaciones en Rio Tinto no finalizaron hasta 1908.
Buen documento Miguel, gracias por las referencias de mi Aldea, Naya.
Sí eres mi amigo Alfredo, gracias y un fuerte abrazo. Lo de La Naya es inevitable cuando se trabajan temas sociales y casineros en esa zona, tan rica y tan peculiar en el ámbito de los casinos.
Como sabes, mis raíces están en ese entorno y La Naya es parte de mis debilidades.
Un fuerte abrazo.
Agradezco eate recuerdo al casino de La Naya, lugar emblemático y querido en el recuerdo de todos los que lo conocieron y sobre todo de los nayeros.
De arquitectura inglesa y parecido al de Corrales, era elegante, cultural y ocioso para todo el público. No es pordespreciar a los otros dos, ya que son de lugares queridos para mí, pero era el más bonito.
Juan García escribió sobre La Naya en octubre de 2013, pues auguro que también lo hará a finales de septiembre de septiembre o primeros de octubre de este año, ya que el 28 de septiembre tendremos un nuevo encuentro los nayeros en nuestra Aldea desaparecida.
Reitero mi agradecimiento.
Gracias amigo Ernesto. Te agradecería contactes conmigo, pues me interesa lo que dices de La Naya y la próxima reunión.
Nuestro correo [email protected].
Un abrazo y mi agradecimiento.
creo que el casino de mayor volumen era el de la Atalaya,pero con dos columnas enmedio,y el de mi querida Naya,no tenia ninguna,por eso creo que el de mayor espacio era el de mi Aldea,que alguien me corriga si estoy equivocado,gracias.
Del casino que indicas no tenemos muchos datos. Te agradecería me contactes por sí puedo consultarte algunos. [email protected]
Gracias por tu opinión y un abrazo.