Juan Carlos Jara. Desde casi siempre y, por supuesto, desde bastante antes de que quien esto escribe tuviese uso de razón, los viajes a Punta Umbría en transporte colectivo fueron en esta tierra a bordo de la canoa o de la camioneta. Nuestra particular cultura popular ha permitido durante años que muchos forasteros nos mirasen extraños y confusos mientras nos imaginaban, agolpados con nuestras sombrillas y demás cachivaches playeros, sobre una estrecha y pequeña embarcación de remo o en la parte trasera de un reducido vehículo de transporte de mercancías.
Pero constato ahora con inquietud, en estos días en los que el estío llena los coches de línea de Damas con niños y mayores que buscan veranar de la mejor forma, que cada vez son menos los onubenses que utilizan la palabra camioneta para referirse al autobús interurbano, ése que tan a menudo nos ha llevado a Punta Umbría y que tantas personas utilizan a diario para desplazarse hasta sus pueblos.
Nuestra sociedad, por descontado, tiene en la actualidad temas mucho más urgentes por los que preocuparse y cuestiones candentes que evitan que podamos detenernos más a menudo en asuntos como éste, para algunos mucho más cerca de la nostalgia que de la cultura. Pese a ello y tal y como he comentado en otros escritos, echo de menos un mayor cuidado de nuestra cultura popular, cuya permanencia queda en demasiadas ocasiones en manos de particulares amantes de esta tierra para acabar así, arrasada por este mundo global, casi olvidada para siempre.