Paula Crespo. A sus poco más de dos años y medio José Revuelta Moreno convive con una diabetes mellitus tipo 1. Desde los 10 meses de edad, cuando se produjo lo que se denomina en el argot médico el debut diabético, este pequeño cartayero se ha ido acostumbrando a las rutinas de los controles de azúcar diarios, la insulina y a mantener un orden en el horario de las comidas, que le ayudan a tener una vida como la de cualquier otro niño de su edad.
De eso tienen «la culpa» sus padres Inma Moreno y José Antonio Revuelta Fernández quienes, desde que se enteraron de la noticia en Urgencias y pese al duro golpe que supuso para ellos, decidieron ser fuertes y positivos para tratar de que todo fuera lo mejor posible, aprender cuanto antes a hacer los controles, ponerle la insulina y racionar la comida del pequeño José.
Pasado el varapalo inicial y aprendidas las rutinas médicas, Inma y José Antonio se han volcado en buscar su felicidad y la de su pequeño, dedicándole todo el tiempo, dándole más amor si cabe e informándose e implicándose todo lo posible en lo que a esta patología se refiere.
Hoy cuentan a los lectores de HBN su historia con la sonrisa de quien ha pasado por el dolor y se ha hecho más fuerte y con el convencimiento de que pronto habrá una cura para la diabetes.
Inma, la mamá del pequeño José lo recuerda todo perfectamente: «Fue el 4 de octubre de 2012. Durante el último mes lloraba mucho y lo notábamos muy triste. Además hacía mucho pipí y bebía mucha agua y aunque comía mucho estaba muy delgado. Decidimos llevarlo a Urgencias y le diagnosticaron una cetoacidosis diabética, eso quiere decir que hay una hipoglucemia y el cuerpo tira de la grasa, generando acetona que es mala para el organismo».
En Urgencias les dijeron que se iban a quedar «ingresados» cerca de un mes y que de su actitud dependía que se acortara o no ese tiempo. Tenían que poner los cinco sentidos para aprender a hacer los controles, calcular raciones e inyectarle la insulina a José, que aún no tenía ni un año de vida: «al principio nos lo tomamos muy mal. Los dos llorábamos cuando lo vimos salir con su vía puesta y muy serio. Estuvimos dos días muy apagados, pero al tercero decidimos cambiar el chip. Dejar de lamentarnos y agachar la cabeza y aprender. Lo conseguimos antes del mes», asegura José Antonio.
Una vez fuera del hospital, la tarea no era nada fácil había que hacerle y a día de hoy le hacen controles antes y dos horas después de cada comida, más los de la noche a las 00.00, a las 3.00 y a las 6.00 y si alguna vez le notaban raro: «Nos fuimos a casa con el mismo miedo que teníamos cuando nació. Lo hacíamos todo con mucho cuidado y con mucho mimo, pero también con miedo. Hoy estamos mucho más acostumbrados y todo ha ido muy bien gracias sobre todo a Inma. Ella se ha desvivido y se desvive por él. Redujo su jornada laboral y está siempre pendiente de todo lo que necesita», cuenta José Antonio.
En cuanto a la insulina, tienen que administrarle dos unidades cuatro veces al día y cuentan además con un bolo corrector que actúa rápidamente en caso de que la tenga muy alta. Pese a todo Inma reconoce que el pequeño José «lleva una vida totalmente normal, solo que muy ordenada en lo que a las comidas se refiere. Pero por lo demás a va a la guardería y va a ir al cole como cualquier otro niño, juega con niños de su edad. Yo lo veo muy feliz. No es un niño enfermo. Los niños diabéticos no son niños enfermos, es solo que necesitan más control y una vida más saludable«, asegura.
Por eso no les gusta cuando la gente se entera y les compadecen: «Odio cuando nos dicen «ay pobrecito. Pobrecito, no. Es un niño normal que come de todo y come muy sano porque todo lo que se le da es natural y hecho por nosotros, salvo los zumos que son envasados, porque ayudan a subirle rápidamente el azúcar cuando la tiene muy baja. Es más te diré que se ha puesto muy pocas veces malos con virus o mocos, quizás menos veces que un niño sin diabetes. No te voy a mentir, se hizo muy duro y ahora tenemos que estar alerta las 24 horas, pero lo que no te mata te hace más fuerte. Y así somos nosotros, felices y más fuertes».
Tanto han normalizado la situación en casa, que una de las hermanas de Inma, Pilar, también es capaz de administrarle a José las dosis de insulina que le corresponden y que con el pequeño hablan del tema con normalidad: «Se lo decimos constantemente y con toda naturalidad y la verdad es que siempre lo pregunta todo y que no prueba nada él solo. Además toda nuestra familia está muy implicada y comprometida con la circunstancia y no nos faltan apoyos», cuenta Inma.
Además han buscado ayuda en la experiencia de otras personas con diabetes de una forma muy especial. Ya que José Antonio es un amante del deporte y se ha unido al DT1 Team (equipo diabetes tipo 1) conformado por deportistas -ciclistas, nadadores, corredores, duatletas y triatletas- que padecen la enfermedad y que tiene una división que es el DT3 para padres de niños con diabetes: «Conocí el equipo a través de Facebook, porque la verdad es que al principio nos obsesionamos mirando en Internet y buscando información por todas partes, supongo que como todo el mundo. Y poco a poco me he ido metiendo en el equipo y participando más y la verdad es que hemos encontrado apoyo, ayuda, comprensión y compañerismo. Me ha venido bien hablar con gente de nuestra edad que o bien tiene diabetes o tienen hijos con la misma situación. Hay más gente con diabetes de lo que pensamos, pero lo llevan con normalidad. Es cuestión de cuidarse».
Inma, José Antonio y José son el claro ejemplo de que con positivismo y actitud cualquier circunstancia se hace más llevadera y no está reñida con la felicidad.