(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
En el libro «Casinos de Huelva» hablábamos de las paradojas de este Casino, que son atractivas en sí mismas. Una llamada «Plaza Redonda» que es casi cuadrada, un Casino de veteranos presidido por el más joven de los presidentes de Huelva y un antiguo Casino «de los pobres» al que asisten todas las fuerzas vivas de la localidad.
Está bien esto e incluso incorpora un atractivo peculiar en su ubicación. Junto al Ayuntamiento y la Iglesia. Entre ambos. Ellos no lo dicen, pero es una buena forma de vigilarlos y tenerlos controlados.
No es casualidad que los casinos estén ubicados en lugares preferentes de la geografía local. Hay motivos de interés social, como es el hecho de estar cerca de los poderes tradicionales (Iglesia y Ayuntamiento), con los que siempre conviene llevarse bien, como ahora, pues esto ha sido siempre estrategia legítima en todas las culturas y latitudes. La realidad es que los hombres, sus sociedades, tratan de estar cerca de los centros de poder, porque siempre es provechoso (Que no siempre honroso) estar donde se cuecen las decisiones. Desde los tiempos de Nabucodonosor.
Por eso los Casinos de todos los pueblos se ubican en plazas y calles principales, porque. Además, en ellas o sus cercanías viven los pudientes, que han sido tradicionalmente los inquilinos primeros de los salones y de las mesas de tapete verde. Gracias a eso los casinos poseen la virtud de un cómodo acceso, por la cercanía desde todos los lugares.
Pero en Cartaya el acierto de ubicación es notable. Porque ocupa el lienzo más atractivo de la Plaza y su edificio tiene un porte que impresiona. Andaluz y discreto en su grandeza. Alto y cercano. Visible en el entrono y de interior bien protegido por una fachada que vuelve la esquina y le da longitud de múltiples ventanas. Ventanas que son miradores prometedores para quienes descansan en un interior notablemente confortable.
La primera vez que entré en este Casino, me recibió y acompañó el conserje de entonces, mi amigo Antonio, con el que empecé a conocer las virtudes de este lugar. Amable y buen cuidador del entorno, me contaba cosas de las que se sentía orgulloso, mientras el café nos acompañaba en largas charlas en una de las mesas del amplio salón. Buenos recuerdos, que ahora traigo a la vida cuando voy sólo y me siento en la misma mesa que entonces. Los recuerdos en los casinos son siempre valores importantes de nuestra experiencia personal.
Y luego, cuando el tiempo ha pasado pero no el atractivo de estar en Cartaya, tengo a mi buen amigo Emilio, con el que reescribimos la historia de los casinos de Huelva, de las tardes de Lepe o Isla Cristina, de los amigos comunes de Puebla de Guzmán y de lo que se tercie, porque Emilio es buen conversador, discreto y ocurrente. Y amigo con encanto, que no es cosa bien valorada.
Cuando voy a Cartaya, lo primero es saludarlo y aprovechar su amor por el casino para tener más motivos para quererlo yo también. No se pierdan su compañía si van por este lugar, porque estar con mi amigo Emilio un rato es como ser un poco del Casino. Y dejar que el tiempo pase, con tal de poder estar sentado en el salón, amplio y confortable, mientras al fondo suena un cierre a pitos en alguna de las mesas verdes.
A veces se une a nosotros otro amigo, Manuel, que fue presidente y que tiene al casino como segunda casa, como los buenos socios. Es un fijo en las tertulias que formamos cuando estamos en Cartaya, porque en este salón una mesa no es más que un pretexto para la charla compartida. El Casino de Cartaya es lugar donde se venera está sana costumbre casinera.
El variado perfil de los más de 300 socios actuales permite temas diversos e interesantes. Incluso cuando están presentes los socios de menos de 40 años, que los hay, sobre todo desde que el Presidente ejerce de joven, con sus 25 envidiables primaveras. Bueno, ya serán tres más, porque de esto hace ya varios años. Pero sigue siendo el entusiasta joven que dirige un casino con historia.
Con una historia que comienza en aquel 1925, cuando compartía con ‘La Amistad’ la vida casinera de Cartaya. Muchos años de los que sólo quedan testimonios vivos, porque los escritos se destruyeron en esos hechos lamentables que acabaron con mucha parte de nuestro patrimonio documental. Huelva ha perdido mucho de este tipo de patrimonio, en los Casinos de su provincia, pero conserva el recuerdo en los socios que siguen poblando los salones de todos estos lugares.
Aquella biblioteca desaparecida, tiene heredera en un hermoso mueble que alberga buenos ejemplares para ser usados por los que tengan el placer de ser socios de este lugar y de los que seamos amigos que lo visitamos de vez en cuando.
Junto a la mesa de billar, con sus 40 años de vida, que sirve de otero en el salón, porque lo domina desde su posición estratégica. Y a la vez aislada, en ese entrante que le da visión amplia y aislamiento adecuado. Como debe ser una mesa de billar que se precie.
Los avatares de tan larga historia se concentran en ese 1985, en el que se construye el nuevo edificio, para sede de uno de los casinos más atractivos de la provincia. En la «Plaza Redonda», amplia y cuadrada, luminosa y abierta, donde edificios con enjundia dan al entorno un empaque atractivo y sugerente. Hay en este lugar edificios que se dejan mirar y admirar, portadas presumidas, terrazas que invitan a estar, gente que pone la nota viva y hasta paredes lisas, blancas, que son bellas de por sí, sin necesidad de otros elementos. Búsquenla y sabrán por qué estar en Cartaya es un atractivo que nunca decepciona.
Y terminar en el Casino, con café o sin él, pero en una de sus butacas confortables, con alguno de sus amigos con encanto, ante la televisión recoleta o en una mesa de tapete verde compartiendo rivalidad con las fichas blancas y negras. Pero en el Casino, que es el más bello espectáculo por fuera y la casa más acogedora por dentro.
No es mal síntoma que la mesa de billar tenga sobre sí tres lámparas de pantalla clásica, como debe ser en una mesa de billar que se precie. Y así lo valoran los buenos jugadores, porque en el billar hay dos encantos: El rival y el entorno. El billar es un rito que hace hermoso un juego con rival. Pero hace falta que el entorno, los elementos del rito, sean los adecuados.
Como en los Casinos, donde los amigos son el complemento adecuado para la belleza y el confort. Como en Cartaya.
Equipo Azoteas
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3 comentarios en «Cartaya. Círculo Deportivo de la Juventud: Luz, belleza y bienestar»
¡Ay! querido Miguel, en qué lugar pusiste la “pica”, en la tierra de mi mujer, Cartaya, la que fundó D. Pedro de Zúñiga, ese que recibió el señorío de Ayamonte, con las villas de Lepe y la Redondela, como dote. Que tiempos aquellos en los que se repartían las tierras y a sus gentes, pero no hace falta irse al Medievo para comprobar como otros se “reparten” otros bienes, sin ni siquiera ser nobles, pero ese es otro tema y hoy no toca.
Como puedes imaginar he visitado varias veces el Casino de la “juventud”, pues allá por el año 1996 me llevó un día el tío de Lola, Antonio Acebedo “Rebenque”, quien en la “cantina” del Casino que regentaba D. Hermengildo, tomando un vaso de buen vino, me presentó al que fue maestro del pueblo y habitual del Casino, D. José Gómez, persona bastante mayor que, según dice “Rebenque”, se dejo casi la vida en intentar hacer que él aprendiera matemáticas e historia. Me decía D. José que ahí se jugaba a las cartas en la época de la prohibición, pero que nadie se entere, ¡vale!
“Rebenque” se fue luego a la mar, como muchos otros cartayeros, pero antes se caso con Pepa, la hija de Rafaela “La Pasiona”, y se embarco junto con otro tío de Lola, Juan “el Talego” que se casó con Carmen, la hermana de Pepa, por aquello de que no había transporte fácil y todo se arreglaba en las cercanías de la Plaza “cuadrada”, que efectivamente hubo un tiempo que fue redonda, como me recuerda mi suegra Francisca, la hija de “Pepe Jacinto” hermana de Pepa y Carmen hijas todas de “La Pasiona”.
Dice mi suegra que en el Casino la rondaba mi suegro Antonio, “Antoñíto Luís” para los del lugar, el hijo de Dolores “La Relumbra”, un buen hombre, patrón de pesca, que nos dejó hace unos años para surcar otros mares más cerca del cielo. “Antonio Luís” tenía dos hermanos, Manuel y Pepe los de la “fabrica de harina” que se quedaron huérfanos con meses pues a su padre le atropello su propio carro, fíjate que curioso accidente en una época en la que aún casi no había aparecido el Seat 600. Pues bien, Pepe fue luego a trabajar al juzgado de Huelva y todavía se le recuerda por esa memoria prodigiosa capaz de recitar el Quijote y lo que se pusiera en gana y, no me extraña, pues también mis suegros y mi Lola, “Dolorita” para los del pueblo, son pródigos en eso de retener y saber pensar.
El casino de Cartaya tiene grandes y emocionantes vivencias para mí, y forma parte de mi vida aunque yo no sea cartayero, pues ahí, en ese magnífico y emprendedor pueblo, tengo muchos estímulos que tú, con esa brillante pluma, te has encargado de recordar. Gracias Miguel.
Vaya, vaya, vaya, … No sabía yo que mi amiga Lola estaba relacionada con Cartaya. Pero lo apunto para futuras investigaciones.
De momento, solamente mandarte un saludo para ella y la «advertencia» de que en próximas horas comentaré más detenidamente tu aportación. Hoy el tiempo me lo prohibe.
Pero mañana hablaremos despacio …
Gracias.
De momento, gracias por lo que complementas respecto a los Casinos y sus localidades, que siempre viene bien que se nos aporten datos y curiosidades que son gratas y enriquecedoras. Lo de «repartir bienes», lo hablaremos en privado, que es cosa de nos.
Me encanta que me des esos datos de gente de Cartaya, tan cercanos a ti y que enriquecen mi fichero cartayero. Debes tener claro que usaré tus conocimientos cuando tome café con mis amigos de allí, porque así podré «fardar» de cultura local y de datos que nadie me ha dado antes. Es bueno esto de tener amigos hasta entre los de ciencias.
Quiero pedirte algo para que lo transmitas fielmente. Gracias a «tu Lola», que ya es mi amiga «consorte», porque la incorporo a mi elenco de cartayeros de lujo.
Y la felicitas, porque en Cartaya hay rincones, calles y paredes lisas, que son para quedárselas para uno. Y algún que otro zaguán que debería estar abierto mas tiempo, para solaz de los paseantes de fuera.
Pero, sobre todo, su luz. Abierta y descarada. Como debe ser una luz que no deslumbra, sino que saca los colores a la belleza. Tú, como científico de pro, entiendes bien esto del parentesco entre la luz y los colores.
Gracias de nuevo por tu rica aportación. Algún día hablaremos de otras ausencias que no se comprenden desde el sentido común y la decencia.
Si es que estos dos amigos existen … aún.