(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
En todos los pueblos de Huelva (Bueno, en casi todos), los casinos tienen dos padres: El «de los Ricos» y el «de los Pobres». Pero el tiempo y los caprichos de la evolución han ido modificando estos conceptos y sus orígenes socioeconómicos.
Es cierto que «los Ricos», por aquello de sus posibilidades y su formación en el tema este del asueto, posibilitaron la existencia y calidad de los primeros casinos del Sur. Es cierto que fueron lugares pensados y construidos por y para los tratos y el juego entre pudientes. Es cierto que la presencia de estas personas en las directivas de los casinos posibilitó calidades y cualidades que no hubieran sido posibles sin su perspectiva y su formación estética y cultural.
Pero, siendo cierto todo ello, el tiempo ha dado su versión y emitido su juicio. Los casinos son instituciones hijas de la historia, de las necesidades de los hombres y de la existencia de un tiempo de asueto al que había que darle sentido y contenido.
Por eso el tiempo y la evolución social han desarrollado, juntos, transformaciones que han hecho de los casinos hijos de nadie y herederos sociales de la condición humana. Es el sitio en el que la naturaleza y la sociedad se unen (no son tan distintas), para dar fe de su hermanamiento. Y el que no quiera ver esto, anda un poco desinformado de la evolución social de nuestro siglo. Del XX, claro.
En este siglo, la sociedad estaba claramente dividida entre los pudientes y los que no lo eran. Poco a poco, los medios de comunicación y de transporte, hicieron su trabajo de homogeneizar lo diferente y lograr una línea con menos diferencias sociales. Los ricos, seguían siendo ricos, pero los no ricos construyeron una clase media que sembró de inquietudes de asueto la vida social de los pueblos.
Y los casinos encontraron la alternativa a lo que ya existía, con el nacimiento y el desarrollo de los casinos profesionales, de trabajadores del campo, de mineros, … . Fueron naciendo y aposentándose cerca de los casinos de ricos, pero bien separados por su contenido. Hasta que uno de los dos sobraba, porque algunos de clase media se había incorporado a la de pudientes y se pasaba a los cotizantes del anterior. O seguía siendo socio de ambos, pero frecuentaba sólo el mejor.
Y así desaparecieron gran parte de los casinos que hubo, porque una localidad no daba el juego suficiente para mantener dos casinos. O tres, en algunos casos, como Cortegana, Puebla, Bonares, …
Pero hay una excepción: Gibraleón. Donde no desapareció ningún casino, donde siguen existiendo ambos, ricos y menos ricos, sin haber perdido sus características y sus enseres. Porque en Gibraleón, los dos casinos que hubo en tiempos no lejanos, dieron una lección de inteligencia y de sensatez. Y de «sentido de estado», como se dice ahora, para que sus socios pudieran tener los mismos beneficios como propietarios de casinos diferentes. Pero no tanto.
En Gibraleón, dos casinos se unieron para dar lugar al actual, encantador por otros motivos. En este Casino hay dos relojes de pared, cuatro mesas de billar, dos espejos, dos pianos, … dos recuerdos distintos en el mismo salón. Porque un día fueron un ejemplo de desarrollo que evitó las pérdidas injustificables de la desaparición de uno de ellos.
Gibraleón puede presumir de no haber perdido a ninguno de sus casinos y tener en sus actas decisiones de unión y en sus salones socios que lo fueron de otros casinos. No se ha prodigado mucho este ejemplo en Huelva, desgraciadamente, por lo que hay muchos pueblos en los que solamente queda uno de los casinos que hubo e incluso han desaparecido los dos, incapaces de actuar con inteligencia social.
Pero tenemos el de Gibraleón, donde entrar es un placer, porque su salón es lugar de encuentro con amigos nuestros, que desde los comienzos de este trabajo sobre Casinos de Huelva, están en la agenda de todos nuestros viajes por la provincia. Aunque de aquellos amigos del inicio algunos ya no están. Pero sus fotografías hacen que las veamos con los otros amigos y con sentimiento de afecto hacia los que se fueron.
Marcelo me presentó un día a un amigo suyo, Juan Trinidad, socio número uno, mientras tomábamos el café que nos sirvió Pedro, mi buen amigo, con esa diligencia que lo caracteriza.
Marcelo no disimulaba su pesar por la ausencia de Juan Trinidad:
– «Era callado y buen jugador. Me gustaba jugar contra él, porque ponía interés por ganar y respeto al rival. Buen socio y mejor amigo. Como Pedro, que se encargaba de cobrar nuestras deudas al Casino. Y como el buen secretario que fue, Antonio Fernández, de pocas palabras y buenas ideas. Los echo de menos … «
Es bueno que los socios que se fueron sean recordados por sus compañeros de antes. Alguien debería proponer alguna idea para que su presencia en los salones no se difuminara en el tiempo. No es necesaria una cerámica en la pared, pero algo debería haber en los casinos para conmemorar y evidenciar que estos socios estuvieron un día con nosotros en el salón o jugando una partida. Siendo el casino lugar importante en el asueto de nuestras vidas, sería una muestra de gratitud por nuestra parte, tener un detalle de reconocimiento y homenaje a los que se fueron.
Pero volvamos a dónde estábamos. La fusión de dos casinos, «La Unión» y «Labradores». Allá por el 1988. Y se acabó el clasismo en Gibraleón. O por lo menos en su Casino. Casi un siglo después de haber nacido por el 1897. Pero, aunque se haya tardado, Gibraleón es ejemplo de sentido común y gestión inteligente de lo común.
Y en la actualidad, local propio que se compró por el 1989, en lugar ya utilizado por uno de los casinos anteriores, en la misma Plaza, para ser mirado y admirado por todos. Aunque algunos jóvenes del pueblo no sepan lo que es un casino ni sean conscientes de que en su localidad hay uno. Importante. Y admirable. Donde uno llega como nuevo y sale como de siempre.
Marcelo me cuenta cosas, porque él sí ha estado en fechas adecuadas.
– «En este Casino se gestó la creación de la cooperativa: Olivos, cereales y girasoles. Como corresponde a un pueblo básicamente agrícola. Que por eso tenemos amistad con San Isidro».
En efecto, por San Isidro la gente sale a la calle en la Procesión con el Santo para que le lancen en lo que se llama «La Tirada», como agradecimiento por la buena cosecha. Obsequios para los que posesionan, que se cumple desde el Casino, como buenos paisanos que son los socios.
Marcelo me cuenta detalles de cuando venía con su padre y se empeña en que me culturice en eso de las diferencias laborales, que no siempre están claras en nosotros los «de fuera».
– «No es lo mismo bodeguero que cosechero. Como no es lo mismo recolectar que producir. ¿Entiendes?».
Le digo que sí, para que se quede tranquilo, pero ha sembrado la curiosidad en mí, de manera que tiempo me faltó para, en casa, meterme en la agradable tarea de buscar informaciones diversas en estos términos. Que también debe uno culturizarse en los temas que tocan tangencialmente a los casinos.
Y así, charlando de cosas nuestras, paseamos por la hermosa Plaza, que es como el zaguán del casino. En otoño es lugar adecuado para pasear, charlar y hacer boca para terminar en el Casino tomando algo con mi amigo Manuel, que no es poco, una partida en esa salita discreta y acogedora, y acabar con un café en el salón y gozar de la confortabilidad que en este Casino han sabido dar a «lo nuestro», como comentan algunos amigos en la tertulia con café.
Y nunca mejor dicho «lo nuestro», porque todo aquello que sirva para mejorar la confortabilidad del Casino es algo que hacemos por nuestro bienestar. Por eso creo que es válida esa idea de no ahorrar en la economía de los casinos, sino emplearlo en mejoras que hagan nuestra estancia mas atractiva y confortable. Porque es nuestra casa y porque no se trata de dejar herencia a los hijos.
Siempre salgo de este Casino con una sensación inevitable: Volver cuanto antes.
Gibraleón. Un Casino para empezar una ruta y un casino para terminarla. De Gibraleón a Gibraleón, pasando por los demás. Uno a uno, pero todos.
Casinos de Huelva.
Equipo Azoteas
www.fotoespacios.com
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2 comentarios en «Gibraleón: Círculo de Labradores y Artesanos. El ejemplo de la unión casinera»
La destreza y pericia narrativa de D. Miguel nos envuelve nuevamente con el recuerdo de lo que fueron los grandes casinos de Huelva, en este caso, Gibraleón, que aún mantiene sus dos casinos que antaño diferenciaran clases y costumbres.
Una bella narrativa de la historia de tan preciado y querido lugar al que visito con frecuencia en busca del rico mosto con el que acompañar las chuletas braseadas que uno puede prepararse en las numerosas tabernas, para después ir a visitar su entrañable Feria de San Lucas.
A ver si coincidimos un día y me enseñas esos sitios. A cambio, te invito a café con mi amigo Manuel. En el Casino, claro.