Paseo de Santa Fe y Plaza del Dos de Mayo: Urbanismo de Ensanche en el corazón histórico de Huelva

En lugar de ladrillo visto, se utiliza la pizarra en la parte baja de esta fachada porque en origen no era visible, tapada con la doble rampa para entrada de mercancías en el mercado. Los parches de alicatado, huecos cegados y otros abiertos en momentos recientes distorsionan aún más el aspecto original.
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Vista aérea de París. Entre los objetivos de Haussman se encontraba paliar las dificultades que había presentado el casco antiguo a la hora de sofocar las revueltas de 1848, pues sus calles estrechas se prestaban a barricadas y emboscadas. (danielstrianah.blogspot.com).

Miriam Dabrio/Rocío R. Pujazón. Ya en capítulos anteriores expusimos que desde fines del siglo XVIII comienza a desarrollarse en España la corriente de pensamiento presente desde tiempo atrás en el resto de Europa y que hoy conocemos como higienismo. Se comienza una labor de advertencia y concienciación de la relación directa entre las condiciones de vida de la población y la presencia de enfermedades. En los países industrializados, entre finales del siglo XIX y principios del XX, empeoraban las condiciones de vida en los núcleos urbanos debido a la masiva afluencia de población a los grandes centros productivos e industrializados, generando condiciones de hacinamiento e insalubridad que propiciaban el desarrollo de afecciones sanitarias y epidemias.

Gracias a la concienciación, movimientos sociales e influencia de pensadores, esta situación pudo ser paliada en grandes poblaciones mediante planes de urbanismo fundamentados en aspectos higienistas. Al mismo tiempo se acometía el embellecimiento urbano  mediante el cuidado diseño de la arquitectura y los espacios libres. Es la burguesía urbana, como nueva clase dominante, la que aporta su cultura y recursos económicos en la mejora de las ciudades.


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El ejemplo más claro lo encontramos en la ciudad de París, personalizado en la figura del Barón Haussman, con su plan de ordenación urbana del año 1853. La ciudad se divide en 20 distritos con particularizada dotación de servicios destinados tanto a satisfacer las necesidades básicas como a controlar el orden público. En previsión del futuro crecimiento de la ciudad se planificaba un segundo anillo de distritos. En este proceso de transformación se trazaron anchas avenidas que facilitaran la comunicación al tiempo que hacían su aparición las estaciones de ferrocarril, conectando la urbe con el resto de Francia en todas direcciones. Las clases populares son desplazadas al extrarradio, donde se ubican las fábricas y barrios obreros. El parque Vincennes será el lugar de esparcimiento del proletariado mientras que el Bois de Bologne será el parque burgués, creándose así dos grandes zonas verdes dentro de la ciudad. La revalorización del suelo, consecuencia de las mejoras urbanas, permitiría a la burguesía rentabilizar estas transformaciones.

En España, y en concreto Cataluña, el Proyecto de Ensanche de Barcelona de Ildefonso Cerdá,  es el más importante de los modelos de ciudad burguesa del siglo XIX y desde luego el más progresista. El crecimiento  demográfico hizo que la nueva Barcelona industrial comenzara a desbordar el recinto amurallado, por lo que en 1859, el Ayuntamiento convocaba un concurso de proyectos para el ensanche de la ciudad. Aunque resultó ganador Rovira, Isabel II encargaría directamente el proyecto a Cerdá, acertando al  elegir un plan mucho más moderno.


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Propuesta de ensanche de Barcelona de Ildefonso Cerdá en 1859 (ArteHistoria).
Propuesta de ensanche de Barcelona de Ildefonso Cerdá en 1859 (ArteHistoria).

En nuestro país se produce en estos momentos, consecuencia del hacinamiento en algunas ciudades, el crecimiento en altura de los edificios preexistentes del centro histórico, que duplican el número de plantas mediante añadidos de nuevas habitaciones en las azoteas. En todos casos esos edificios antiguos son sustituidos por nuevas construcciones que, sobre la misma parcela de reducidas dimensiones y escaso frente de fachada, se levantan ganando altura con viviendas alargadas hacia el interior de la parcela, escasamente ventiladas o beneficiadas por la luz del sol. De forma contraria a esta tendencia habitual en  los cascos históricos, las corporaciones municipales obtienen edificios y terrenos tanto por desamortización de propiedades de la Iglesia, como mediante compra por parte de los Ayuntamientos a distintos particulares, dentro de criterios higienistas y de consecución de pequeños ensanches interiores. Los terrenos accidentados y las tramas urbanas tortuosas, al igual que los antiguos recintos fortificados, se consideraban incompatibles con la higiene y el tráfico, tendiéndose a su eliminación en la medida de lo posible.

En Huelva es durante esta etapa cuando tiene lugar el cambio en la relación de la trama urbana con respecto a los típicos cabezos onubenses. En el año 1900 la población se ha triplicado, contando la ciudad con 21.359 habitantes. Hasta entonces las viviendas se adosaban a la escarpada topografía, e incluso el terreno deleznable del cabezo permitía a la gente horadar cuevas que pasaban a formar parte de las casas. Desde estos momentos se tiende a suprimir esta topografía, en lugar de adaptarse a ella, buscando amortiguar las pendientes que dificultaban los accesos, así como aprovechar las tierras en la desecación de las marismas.

La situación de partida puede verse en el plano de Huelva de 1881, en el que se observan tanto los restos del Cabezo del Molino de Viento, donde se ubicaba el llamado Teatro de Verano (después Teatro Colón), como el Palacio de los Duques de Medina Sidonia en la Plaza de las Monjas.
La situación de partida puede verse en el plano de Huelva de 1881, en el que se observan tanto los restos del Cabezo del Molino de Viento, donde se ubicaba el llamado Teatro de Verano (después Teatro Colón), como el Palacio de los Duques de Medina Sidonia en la Plaza de las Monjas.

La pérdida sustancial de patrimonio histórico y arqueológico que se produjo con motivo de los distintos proyectos urbanísticos, queda plasmada en los constantes hallazgos producidos en los denominados “peinados de los cabezos” entre los siglos XIX y XX. A modo de ejemplo, Guillermo García, en la guía artística de 1926, comentaba la abundancia de cantos, ladrillos y piedras usadas en las edificaciones cercanas a la Iglesia de San Pedro así como “…los cientos de sillares de cantería de Niebla desenterrados en los desmontes que se practicaron entre los cabezos que se elevaban en las hoy calles de Aragón y Santa Fe…”.

Proyecto de Urbanización del Paseo Santa Fe, firmado por Francisco Monis (1903) AMH (Leg. 653).
Proyecto de Urbanización del Paseo Santa Fe, firmado por Francisco Monis (1903) AMH (Leg. 653).

Se transformaba de este modo la tradicional fisonomía de la ciudad perdiendo parte de estas elevaciones así como un pretérito recinto amurallado del que se han conservado muy escasos restos y datos. Durante los desmontes de los cabezos, las arenas eran llevadas a las zonas bajas para ganar terreno a las marismas, mientras que las piedras, es decir, los materiales de construcción de los restos arqueológicos que se estaban destruyendo, se aprovechaban en nuevas construcciones y sólo algunas piezas más llamativas como fragmentos de esculturas y de decoración arquitectónica, alguna inscripción o incluso monedas, pasaron a coleccionistas privados. Al ya desaparecido castillo se sumaba la pérdida de las antiquísimas murallas y la mayor parte el “oppidum” de Onoba, así como otros elementos característicos de la ciudad en época moderna, como el Palacio de los Duques, que presidiera la Plaza de las Monjas.

El perfil de la nueva burguesía onubense, surgida al amparo de la fiebre minera del final del ochocientos y de la presencia colonial extranjera, es el de una burguesía joven y heterogénea, que cohabita con una masa proletaria cada vez más numerosa y en ebullición. Pérez González y Monís protagonizaron la remodelación de todo este sector de la ciudad aportando la imagen de modernidad demandada por la sociedad onubense de aquel entonces. Si bien esto llevó a sacrificar una parte fundamental de nuestro patrimonio histórico más antiguo, también supuso la incorporación al mismo de nuevos elementos. Los primeros efectos urbanísticos se plasman en magníficas construcciones y obras públicas que ven la luz por esos años (Hotel Colón, carreteras, vías y estaciones férreas, muelles metálicos…) unidas a la reforma del pavimento de la ciudad, casi completo en 1886. Posteriormente, una de las grandes prioridades de la actuación urbanística en los inicios del siglo XX, será la unión de plazas existentes -conexión de la Plaza de la Merced con la de San Pedro y su Iglesia; conexión del Paseo de Santa Fe y Plaza de las Monjas- y su adecuada articulación con el resto del entramado urbano, prodigándose los proyectos de aperturas de calles, ensanches y rasantes que introducirían modificaciones en la trama existente sin desdibujarla.

En esta planta del proyecto de 1907 de unión de Santa Fe con Las Monjas, ya no se aprecia el Palacio. Las caballerizas sabemos que fueron demolidas para la ampliación de la Plaza y el Hotel París, proyecto también de Monís de esa misma fecha, ocuparía  la práctica totalidad del solar de la desaparecida residencia de los duques.
En esta planta del proyecto de 1907 de unión de Santa Fe con Las Monjas, ya no se aprecia el Palacio. Las caballerizas sabemos que fueron demolidas para la ampliación de la Plaza y el Hotel París, proyecto también de Monís de esa misma fecha, ocuparía la práctica totalidad del solar de la desaparecida residencia de los duques.

Comienza la obsesión por la línea recta, la amplitud de las vías y su correcta relación con la altura de los edificios que las flanquean, y el empeño en comunicar y dignificar accesos de los edificios importantes. Los jardines del Hotel Colón y algunas propiedades de la Alameda Sundheim eran los únicos espacios, todos ellos privados, donde reinaba la vegetación, hasta las obras del camino alto de la Cinta (1903-1919) o el Barrio Reina Victoria y sus aspiraciones como modelo de ciudad jardín (1916-1929). La reforma interior emprendida en la parte vieja de la ciudad tras la desaparición del cabezo del Molino de Viento, brindaba la posibilidad de aplicar en un amplio espacio los principios de racionalización y potenciación de zonas verdes defendidos por este higienista.

La denominación como Paseo de Santa Fe, entronca con los actos del IV Centenario del descubrimiento de América, etapa durante la cual se gesta el proyecto. Entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX tienen lugar, según la documentación municipal, la adquisición de las distintas propiedades precisas para la ordenación del Paseo de Santa Fe y para la construcción del nuevo mercado de abastos. La inauguración oficial de la nueva calle no tiene lugar hasta 1904, ya con el mercado terminado y algo después de la visita de Alfonso XIII a la ciudad.

 Mediante la nueva ordenación se aprovecha para paliar la falta de espacios destinados al solaz de la población mediante la construcción de un moderno paseo, esta vez sí, con gran anchura y presencia de arboleda, así como una plaza de abastos más acorde con las pautas modernas.
Mediante la nueva ordenación se aprovecha para paliar la falta de espacios destinados al solaz de la población mediante la construcción de un moderno paseo, esta vez sí, con gran anchura y presencia de arboleda, así como una plaza de abastos más acorde con las pautas modernas.

Configurado como plaza de tipología lineal, venía a establecer la conexión de la Iglesia de San Pedro al norte con la calle Puerto al sur, que en aquellos momentos era la principal vía de la ciudad. Formaba parte de un proyecto más amplio, conservado en el archivo municipal, que preveía su ampliación hacia el sur, atravesando la calle Puerto hasta la Plaza de las Monjas, corazón del centro, en lo que se hubiera constituido como diagonal principal en cuanto a recorridos peatonales se refiere. Si bien Manuel Pérez González sentó las bases de esta transformación urbana, será Francisco Monis, durante los primeros años del siglo XX, quien se encargue de materializar estos proyectos de urbanización. Desde 1902, decíamos que Monís sustituyó a Manuel Pérez y González en el cargo de arquitecto municipal. No sólo culminó la obra del edificio y dio su forma final al Paseo Santa Fe, sino que fue el continuador de la obra de D. Manuel, heredando los planteamientos higienistas y de modernización de la ciudad que caracterizaron a su predecesor. Su filosofía queda plasmada en este fragmento de  Ordenanzas Municipales de 1904: “Conseguir hacer de Huelva una población, no solamente bella por el aspecto externo de sus edificios, sino también higiénica por su manera de construir, cualidad que por referirse a la salud de sus vecinos, debe ser la primera que se atienda, es grandísima la responsabilidad que sobre mí cae, como encargado de hacer cumplir sus acuerdos en una cuestión de tanta trascendencia como la higiene pública.” (Archivo GMU-Huelva).

En cuanto a los orígenes de la Plaza del Dos de Mayo,  o plaza del “Piojito” debido a su reducido tamaño, Monís fue el encargado de dar forma al espacio que había quedado en la parte trasera de mercado. Según consta en la planimetría originaria del Proyecto de Urbanización del Paseo de Santa Fe de 1903 (Francisco Monís), era prevista como la calle “C” de las que rodeaban al edificio principal, todas ellas fruto de los desmontes del antiguo cabezo del Molino de Viento.

De 26 de marzo de 1902 es la Orden de Alcaldía  “para reproducir rasantes en terrenos en la explanada de San Pedro”, a lacual responde Francisco Monís en los siguientes términos: “En Armonía con el Dictamen de la Comisión de Fomento (de 26 de marzo de 1902) en el expediente de su referencia, se acordó fijar a los terrenos que forman la explanada frente a la Iglesia de San Pedro, las siguientes rasantes: del ocho por ciento desde el cruce de la calle Ginés Martín y La Palma hasta el principio de la escalinata (de San Pedro); desde este punto a la Plaza de San Pedro el tres por ciento; el tres por ciento para las calles que van detrás de la plaza de Abastos en construcción y que la separa el teatro y la Plaza hasta la calle Santa Fe, conservando esta última calle la rasante fijada con anterioridad y que se dio a la primera casa construida en la misma…”. Francisco Monís propuso una mejora para reducir los peldaños de acceso a la escalinata de San Pedro, y para dejar la calle más estrecha y así evitar que desapareciera el acerado de dicha escalinata.

En el año 1908 se promulga acuerdo del Ayuntamiento en virtud del cual se conmemoraba el Primer Centenario de la Independencia tras la ocupación francesa, y ello supuso la denominación de las calle Daoiz, Velarde, gloriosos capitanes del ejército español, y la Plaza del Dos de Mayo, que se inauguró en esta fecha como tal, si bien, no consta la real urbanización de la misma hasta sesión municipal de 25 de mayo de 1920 (Actas Capitulares), con la aprobación de su Proyecto de Urbanización Específico. En el Diario de Huelva de 5 de julio de 1928 se trata el “Proyecto de presupuesto para el arreglo de la pavimentación de la plaza a espaldas del Cuartel de Policía Armada”. Fue el plan General de Pérez Carasa de 1922 el que remató la parcelación y alineaciones en calle Aragón y aledaños.

En lugar de ladrillo visto, se utiliza la pizarra en la parte baja de esta fachada porque en origen no era visible, tapada con la doble rampa para entrada de mercancías en el mercado. Los parches de alicatado, huecos cegados y otros abiertos en momentos recientes distorsionan aún más el aspecto original.
En lugar de ladrillo visto, se utiliza la pizarra en la parte baja de esta fachada porque en origen no era visible, tapada con la doble rampa para entrada de mercancías en el mercado. Los parches de alicatado, huecos cegados y otros abiertos en momentos recientes distorsionan aún más el aspecto original.

En imágenes históricas sucesivas se puede observar la claridad espacial de los elementos construidos en estos espacios a principios del XX, claridad que ha podido trasladarse hasta el día de hoy en su percepción urbana, que poco  ha cambiado hasta la fecha. De la configuración originaria, la mayor transformación ha sido la sufrida en la fachada del mercado que da a la Plaza del Dos de Mayo, hacia el cual, la planta originaria de proyecto preveía rampas de acceso para la descarga de mercancías, aunque finalmente fueron construidas escaleras.

Estas escaleras fueron, durante el uso como sede de la Policía Nacional, sustituidas por un prisma edificatorio adosado a esta fachada, imaginamos que por ocultación del muro y en previsión de la pérdida del arriñonamiento de la bóveda hacia este frente.El prisma fue demolido en enero de 2009, de ahí que esta fachada se encuentre empobrecida por la falta de tratamiento originario sobre la superficie de la misma, que quedó más de un siglo oculta.

Inaugurada como plaza en 1908, 2 de mayo siguió manteniendo su configuración de terreno casi natural, tal y como puede apreciarse en las imágenes. La primera (1909) permite ver las escaleras traseras del edificio, la segunda es posterior a 1920, ya con la plaza ajardinada.
Inaugurada como plaza en 1908, 2 de mayo siguió manteniendo su configuración de terreno casi natural, tal y como puede apreciarse en las imágenes. La primera (1909) permite ver las escaleras traseras del edificio, la segunda es posterior a 1920, ya con la plaza ajardinada.

Queda plasmada cual fue la filosofía que desde el punto de vista urbanístico inspiró la construcción del Mercado de Santa Fe y la ordenación planificada de los espacios públicos circundantes. El edificio y los nuevos espacios públicos constituyeron entonces todo un engranaje coordinado en diseño y tiempo, que supuso la mejora y modernización de la ciudad, en pleno corazón histórico de la misma.

El Mercado de Santa Fe se ubica en un espacio protegido por distintas herramientas emanadas de la legislación en materia de patrimonio histórico, tales como el entorno del Bien de Interés Cultural Iglesia San Pedro o la Zona Arqueológica de Huelva y precisa un reconocimiento social e institucional de su carácter, que justifique y atraiga las inversiones necesarias y vitales para su conservación, y que sean a su vez capaces de fusionar antigüedad y modernidad.

En la próxima entrega analizaremos el reconocimiento que la normativa y planeamiento urbanístico en vigor otorgan no sólo a los edificios de valor patrimonial y restos arqueológicos subyacentes en este conjunto, sino a la necesidad de potenciación de la continuidad espacial y visual de los que han de quedar como espacios peatonales concatenados de especial valor histórico para la futura ciudad de Huelva.

1 comentario en «Paseo de Santa Fe y Plaza del Dos de Mayo: Urbanismo de Ensanche en el corazón histórico de Huelva»

  1. Hacer una corrección: en el artículo se da a entender que el Palacio del Duque fue destruido. Lo que desapareció son las caballerizas que daban a las Monjas, el resto sigue estando en pie en la c/Palacio.

    Por cierto, aún se conservan dos farolas antiquísimas en la Pza dos de Mayo en el inicio de la C/ Velarde.

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