(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
En vísperas de nuestro artículo sobre los casinos de una localidad como Bollullos Par del Condado, en la que existen ejemplos importantes de ese valor sureño que son los azulejos, tenemos que rendirnos a la tentación de justificar la seducción que produce en nuestro equipo este elemento ornamental. Tan del Sur. Tan nuestro. Tan hijo de estéticas aparentemente diferentes como son la romana y la árabe.
En nuestro estudio sociológico del libro «Casinos de Huelva», desarrollamos argumentos que explican la presencia de azulejos en los zócalos de los casinos.
No se olvide que los casinos, en tanto que entidades colectivas, tienen una posición equidistante entre la casa propia y las casas admiradas de las familias bien, con posibles y con prestigio social.
Tengamos en cuenta también que, económicamente, lo colectivo es siempre más asequible que lo individual. Por ello, el grupo social de los casinos puede aspirar a poseer bienes y comodidades a los que no llegan los recursos individuales de la mayoría.
Así, los casinos pretendieron y lograron sedes a medio camino entre la casa propia y la admirada y deseada de los pudientes. Los humanos tenemos la sana costumbre de buscar progreso en nuestra forma de vida, con logros en la dirección que nos marcan los que tienen más que nosotros. Aunque nos quejemos de sus privilegios. Pero sus condiciones de vida son, no sólo censuradas, sino al tiempo pretendidas.
Pero, ojo, eso es ciertamente legítimo y deseable.
Por ello, objetos que son logros estéticos y de confort, tienen presencia en los casinos. Porque esta clase social de «pudientes» son los que hacen que los casinos sean atractivos y confortables. Valores estéticos que hacen que nos sintamos a gusto en un entorno atractivo que no tenemos en casa, al menos en la mayoría. Y condiciones de confort, que nos permiten gozar de estancias semejantes o parecidas a las que son posibles en las casas de cierta alcurnia.
Entre los elementos estéticos más significativos, los zócalos. Zócalos de azulejos que visten palacios y casas importantes del Sur. Zócalos que son elementos de un lujo, que imprime carácter a los interiores de tantas casas admirables. Zócalos de leyenda, surgidos a orillas del Guadalquivir, en la Triana gremial, de las manos de barreros artesanos que propiciaron la existencia de fábricas emblemáticas, como Mensaque.
En Huelva, en Sevilla, en Cádiz, en todo el Sur, los azulejos habitan en casas y palacios, en iglesias y museos, en ayuntamientos y esquinas, poniendo la nota cultural, estética e histórica en nuestras paredes más queridas.
Los casinos, casas con más posibles que las personas (que la mayoría) y menos que los pudientes, se vistieron lógicamente de los elementos de estética y confort que no se tienen en las casas normales (en la mayoría), en la dirección marcada por los admirados palacios y casas consistoriales. Como debe ser, en legítima andadura hacia un bienestar superior. Como Dios manda, que por eso en las iglesias los azulejos ponen la nota de buen gusto terrenal en los zócalos de sus interiores.
En Huelva, con casinos nacidos de la asociación de personas con posibles, no es extraño que sus paredes se vistieran con zócalos de calidad y colores de azulejos. Sobre todo en casinos de los llamados «de ricos», que fueron los que preñaron de sedes admirables el primer tercio del siglo.
Un zócalo de Mensaque hace que el socio sienta el placer de una estética sin parangón a nuestro alrededor. Los azulejos del Sur, con la belleza de los diseños árabes, constituyen el objeto de orgullo más legítimo de los socios de nuestros casinos. Por lo mismo que los suelos del Sur nos regalan la belleza y frescor de las creaciones romanas. Pero esto es tema de otro día.
Pero los zócalos de los casinos tienen un problema, derivado de nuestra condición de humanos, a veces irresponsables.
El deterioro que el tiempo y el uso producen, es afrontado, a veces, con soluciones poco adecuadas. Es conveniente consultar con expertos en restauraciones, que siempre nos darán opiniones solventes e idóneas. Los casinos son propiedad privada, cierto e irrefutable. Pero conviene no olvidar que son un patrimonio estético y cultural de la sociedad y ello obliga moral y estéticamente, a la adopción de soluciones sensatas, lejos de medidas arbitrarias de consecuencias irreversibles.
Es más, nosotros mismos y nuestros sucesores en el uso de los salones, agradeceremos que la inteligencia y la sensatez sean las que rijan nuestras decisiones respecto a la conservación de algo tan extraordinario como el interior de nuestros casinos. Sobre todo suelos, azulejos y valores culturales.
Un azulejo deteriorado o roto no debe ser sustituido por otro, sino proteger el sitio del progreso del deterioro, con medidas que no traten de «disimular» el problema. Como en los castillos, los templos romanos o los frescos del siglo XII.
¿Se imaginan un fresco de una iglesia del medioevo castellano deteriorado por el tiempo, en el que un trozo perdido haya sido «repintado» tratando de imitar el fragmento perdido?
Restaurar no es imitar lo que se ha perdido, sino impedir que el deterioro continúe, sin disimular lo que ya ha desaparecido. Por eso en una catedral se pone una piedra que evidencie que es nueva, en el lugar donde hubo otra que el tiempo ha matado. Pero nunca se debe tratar de imitar con materiales y formas que son un fraude, no sólo material, sino también estético.
¿Han visto alguna vez en alguna de nuestras ruinas romanas del Sur, que un trozo de mosaico romano haya sido restaurado reponiendo con teselas actuales las desaparecidas por efecto del tiempo? La restauración siempre se realiza por expertos y éstos siempre fijan y protegen, pero nunca sustituyen lo perdido por una imitación burda e irreverente.
Cuando un azulejo (O varios) se deteriora o pierde, la restauración no pasa por una vulgar sustitución. Que se perciba que allí hubo un azulejo que ha sufrido deterioro, pero no colocando en su lugar un sucedáneo que «cante» la miseria del disimulo.
Peor aún es alguna solución de una supuesta «rehabilitación», que conlleva la sustitución de todo un zócalo antiguo, por otro de nuevo cuño, con materiales y diseño que nunca podrán aportar la riqueza estética de los que hubo.
Por eso, conviene que estos aspectos de nuestro patrimonio sean cuidados y conservados de manera inteligente, con el sentido común que trata y valora lo que tenemos, como algo irreparable y, sobre todo, insustituible.
Azulejos del Sur, de Mensaque o de cualquier barrero heredero de los diseños y colores árabes, aquellos andaluces que estuvieron ocho siglos vistiendo las paredes de belleza y confort.
Tras esta propuesta de sentido común en la conservación de nuestro patrimonio, en próximo artículo trataremos la presencia de azulejos en nuestros casinos y su papel en nuestro orgullo como socios.
En un programa de Radio Nacional en Huelva, en su día, dijimos: «Azulejos de Mensaque. Sin duda los reyes de la calidad y la belleza. Pero bien acompañados por otros muchos trabajadores del barro trianero. Son un patrimonio insustituible dentro de otro patrimonio irrecuperable: Los Casinos».
Equipo Azoteas
www.fotoespacios.com
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2 comentarios en «Zócalos. La estética como patrimonio»
Dice el diccionario que “zócalo es un cuerpo inferior de un edificio u obra, que sirve para elevar los basamentos a un mismo nivel. También llamado rodapié, es un friso inferior de una pared, o miembro inferior de un pedestal”. Los que nos presenta D. Miguel llegan hasta metro y medio de altura y son los típicos revestimientos ornamentales de azulejos de nuestra tierra, que dotan de estética y belleza sin par a edificios singulares merecedores de formar parte del Patrimonio Nacional o al menos de Andalucía, pues no en vano también se les conoce como “zocalos de azulejos andaluces”.
Su permanencia en los Casinos es un motivo más para reconocer la valía de estos singulares Centros que han marcado la historia de cada pueblo, día a día, minuto a minuto.
Gracias Sr. de la Morena. Su sensibilidad antes los valores estéticos debería ser modelo a seguir.
Aprovecho una palabra suya dicha en una conferencia a la que asistimos dos componentes de nuestro equipo: «Reflexión».
Y la traigo aquí, proponiendo precisamente eso, una reflexión sobre el valor estético de nuestro Patrimonio.
¡Que gran palabra esa! Reflexión. La usamos poco …