Rocío R. Pujazón / Miriam Dabrio. El ladrillo visto y el hierro eran entonces los protagonistas. En anteriores entregas hemos hablado de la arquitectura del hierro y de la transformación que vivieron las plazas de abastos, conforme las ciudades españolas fueron creciendo y modernizándose.
Estos mercados, dieron juego a los arquitectos para hacer uso de las nuevas técnicas y tendencias. Si bien en los primeros ejemplos españoles de mercados del hierro este material se usó tanto en la cubrición como en los cierres laterales, pudiendo verse fachadas total o parcialmente metálicas, a finales del siglo XIX el uso del ladrillo, de moda en todo tipo de construcciones, se incorpora también a estos edificios.
Contamos con ejemplos interesantes de estos momentos como el Mercat del Clot en Barcelona, o el antiguo mercado de Sitges, abiertos en 1890. En ellos, además de una importante presencia de elementos metálicos, el ladrillo se convertía en recurso plástico y ornamental.
En general se considera que la arquitectura del hierro hizo uso de un lenguaje decorativo ecléctico, atento a entremezclar detalles procedentes de distintos estilos históricos (clásico, gótico, árabe…) para acabar finalmente abrazando el modernismo en los últimos ejemplos españoles de esta arquitectura, ya en el siglo XX, o como mucho desde la Exposición Universal de Barcelona en 1888.
En el sur peninsular destacó especialmente como realización arquitectónica del hierro el mercado de las Atarazanas en Málaga (1876), obra de Joaquín Rucoba. Dentro de los historicismos, se considera que este edificio es neomudéjar en un sentido más puro, debido a la fuerte personalidad de la construcción preexistente en el solar del mercado malagueño, que llevó incluso a conservar una parte de la misma integrada en el nuevo edificio; la puerta principal de las antiguas atarazanas se desmontó y se volvió a montar pieza a pieza sirviendo de entrada principal al mercado.
En el sur de España este estilo gozó de gran aceptación por propia lógica histórica. El lenguaje neomudéjar ya contaba en Huelva con ejemplos destacados, realizados además en ladrillo visto, como la Estación de Sevilla (1880), o el nuevo Matadero (1894). Sin embargo, para este proyecto de mercado, el arquitecto municipal decidió alejarse de la estética árabe.
Los repertorios decorativos de la época del eclecticismo, diferenciaban los ornamentos al uso según estuviesen tomados del estilo griego, romano, bizantino, etrusco, árabe, etc. En el llamado “Álbum de los industriales…” de Rigalt, que recopilaba toda esta estética, podemos encontrar las decoraciones utilizadas en este mercado, como florones y hojas de acanto, englobadas dentro del denominado “estilo romano”.
Sumados a la utilización del arco de medio punto o las pilastras, redundan en esa inspiración en el mundo antiguo propia del neoclásico y que encontramos en los principales ejemplos de arquitectura del hierro. En las estaciones de Atocha o Las Delicias de Madrid aparecen con profusión estas decoraciones.
En las fachadas del Mercado de Santa Fe encontramos este uso decorativo del ladrillo en diversas facetas. Podemos ver recercados decorativos en los huecos de luz, compuestos mediante el mismo ladrillo visto. Se acompaña de una línea imposta corrida que es la forma de remarcar los ventanales que Pérez y González solía utilizar siguiendo pautas de la época. Además, las cornisas se realizan mediante piezas cerámicas con molduras hechas de fábrica de ladrillo.
Lo mismo ocurre con las pilastras y alfices que acompañan los huecos, otorgando ritmo y coherencia a toda la composición. En las esquinas, los óculos presentan recercado cruciforme en ladrillo y remate de cerrajería.
El uso del arco rebajado es recurrente por influencia de los Mercados Centrales de París (1853) cuya estética sería muy imitada -Los Mostenses, 1976-, aunque este tipo de arco es frecuente en la arquitectura fabril en general y también podemos verlo en estaciones de tren como en Las Delicias de Madrid.
El arco de medio punto, usado aquí en menor proporción, aporta en cambio un toque más clásico y procede de uno de los modelos usados por autor, el antiguo mercado de Civitavecchia, que presenta arcos de medio punto en todas sus fachadas.
Es en la obra de hierro donde encontramos los detalles decorativos más interesantes por la mezcla que supone entre la estética fabril y la inspiración en el mundo clásico. Como elemento destacado y característico de los mercados del hierro, la interna central presenta mayor profusión de decoraciones. Su función es la de proporcionar luz y ventilación a todo el conjunto.
Su planta es perfectamente cuadrada y constituye el perímetro, de 25 metros de luz, compuesto de ventanales acristalados, sobre el que se apoya el articulado de cuchillos Polonceau del segundo nivel de la cubierta. Su alzado se compone de un triple ventanal acristalado que se repite en el espacio entre columna y columna, de nuevo utilizando arcos rebajados. La decoración se ubica en los pocos espacios macizos, en forma de pequeñas pilastras a modo de parteluz, roleos en las esquinas superiores, así como un esquemático florón en el centro la parte baja, que se acompaña de adornos triangulares. Al exterior está dotado de persiana y algunos detalles decorativos más. La cristalera asienta sobre las columnas a través de unos amplios arcos rebajados realizados mediante una rejilla metálica inspirada en las rejas de época romana.
Los capiteles decorados con hojas de acanto en un estilo corintio simplificado era algo más que recurrente en las columnas de fundición de finales del siglo XIX. Las piezas metálicas que rematan las esquinas también se encuentran dentro del repertorio neoclásico e imitan la forma de espejos o bandejas, trasunto en hierro de ornamentos en escayola utilizados en interiores de arquitectura convencional coetánea. La crestería, es decir, las piezas caladas que forman las rejillas con motivos cruciformes, se elabora mediante repetición de elementos geométricos.
Este cuerpo central constituye la parte más vistosa de toda la armadura metálica, situada a ocho metros de altura. Tiene una función tanto decorativa como de sustentación y transmisión de cargas hacia las columnas, y se repiten aquí los arcos rebajados tan característicos de los mercados. Destacan también las piezas situadas sobre cada columna, con aspecto de bisagras, a caballo entre lo industrial y lo clásico.
Un segundo lucernario se sitúa en la parte más alta del edificio constituyendo el tercer nivel de la cubierta. Realizado mediante entramado de cuchillos Polonceau de menores proporciones, destaca por su carácter totalmente transparente, contribuyendo a la entrada de luz natural en el edificio.
El armazón metálico de los distintos niveles de techumbre del edificio presenta por sí mismo valor artístico singular, aunque esté dotado de escasos detalles intencionalmente decorativos.
Destaca la disposición geométrica de los tirantes así como la morfología de los diversos nudos, características piezas dotadas de roblones y con una forma adaptada al número de elementos a anudar. Los nudos que unen elementos verticales, se presentan en forma de corazón, cuadrangular o trapezoidal. Los nudos en forma de rueda conectan los distintos tirantes horizontales.
La presencia de algunas escuadras onduladas con cierta inspiración vegetal así como la característica forma de las bielas, se suman a un conjunto que presenta una estética autónoma de corte fabril que merece ser reseñada, junto con el hecho de que se han conservado la totalidad de las piezas metálicas originales, incrementando el valor del conjunto.
4 comentarios en «Capiteles corintios y arcos de medio punto, valor artístico del Mercado de Santa Fe»
¿esto es lo que están en ruinas y en estado lamentable?
No, esto es lo que está en desuso y necesitado de un lavado de cara, Ana. Cuidado con el «término ruina», que hay que saber de qué se habla y en Huelva es ha sido la llave para justificar un expolio de patrimonio inmenso.
Es una pena que edificios con tanta histori
a se esten viniendo abajo.En cualquier ciudad del mundo abrian buscado los medios para ser restaurado
Por ahí viene el dicho»Se villa hace de un mojón un monumento… Y Huelva, de un monumento , una mierda…
Que pena de mi HUELVA lejana y rosa…