Sociedad Cultural y Deportiva Iliplense. Donde Historia y Leyenda reclaman derechos

Niebla Santa Maria.

(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)

Miguel Mojarro. 


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Niebla Santa Maria.
Niebla Santa Maria. / Foto: Fotoespacios.

Siempre que estoy en Niebla, termino el paseo por sus calles en un banco de la Plaza de Santa María. Por dos motivos claros y contundentes: Porque se está bien y porque se piensa bien.

Hasta las conversaciones de los que pasan son sencillas y sosegadas. Las visitas al Ayuntamiento no molestan demasiado y los coches no abusan … a veces. Pero las noches son mejores. Serenas, suaves, con el rumor del eco de los que salen de los oficios religiosos de la tarde y que forman serenas tertulias a la puerta, en estampa de agradable impresión.


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Y tres fachadas que invitan a pensar en el Casino Iliplense. Que no es pensamiento tranquilo, precisamente, sino que está cargado de un cierto desasosiego y una clara sensación de rebeldía.

Uno, que no es dado al enfado cuando está en el Sur, saca a pasear a veces una cierta inquietud ante una sociedad que permite algunos desafueros históricos y sociales. Como la desaparición de un casino como éste, referente de virtudes no pregonadas y vicios inconfesables en su época. Como todos los casinos, pero éste era para admirar sus virtudes y desear sus vicios. Y el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra, como dijo Aquel sociólogo, perspicaz y retador, hace dos siglos.

Cuando este Casino se llamaba «Centro de Recreo la Aurora», poco podían imaginar sus socios que la Historia iba a ser tan olvidadiza y los hombres tan insensatos. Porque es necesario ser insensatos para haber dejado morir una institución como aquella.

La casa de la esquina, la primera para Casino, nació para tal fin. De ahí su porte, su arrogancia y su belleza. Con esa fachada de huecos altos bordeados de sobria fábrica de ladrillo, rejas y antepecho en cerrajería muy nuestra y balaustrada que cierra por arriba en coronación admirable. Sólo mirarla en este sosegado entorno, gratifica la estancia, pero al tiempo mortifica la sensación de estar ante algo que pudo y debió ser respetado, conservado y protegido.

Calle Real de Niebla. / Foto: Fotoespacios.
Calle Real de Niebla. / Foto: Fotoespacios.

El casino Iliplense ha estado en tres casas de la misma plaza, por este orden: La primera, la tercera y la segunda, según se sale de la calle Real. Y al final, cuando las divergencias, un intento de construir nueva sede en otra plaza cercana, la de la Feria, amplia y viva, pero sin el morbo histórico de estar controlando a los dos poderes tradicionales: Ayuntamiento e Iglesia.

Ahí empezó el declive, porque un casino no debe renunciar a un sitio de privilegio. Un casino no aporta enjundia al sitio en el que esté, sino que debe utilizar el valor del lugar para construir en él un templo al asueto. Un casino no sobrevive en «cualquier sitio», por muy vivo que esté o rico que sea su entorno, sino que tiene que aposentar sus poderes donde pueda ejercerlo.

Por eso y por otros motivos que no son de pública censura, terminaron sus días enterrados en ese intento de construcción de la nueva sede, terminando ésta en ser cedida para fines sociales al Ayuntamiento. Ese detalle habla bien del carácter desprendido de los socios, que cedieron su propiedad para tales fines, pero fue error importante en el patrimonio social de Niebla. Eran los años setenta cuando el Sur dijo adiós a una de las joyas de su patrimonio.

Antes, aval de dos socios para entrar en la sociedad, cuota de cinco pesetas, normas de comportamiento en estatuto, diversión garantizada en una feria que se unía al Casino físicamente y un conserje que mimaba la entidad como a su propia casa. O mejor aún. Desde los 17 años estuvo «Berrocalillo» haciendo del Casino un arte y siendo el alma de su vida intensa. Ya quisieran muchos casinos tener un conserje así … Pero no basta con eso para conservar viva la historia y abiertas las puertas.

Hay quien recuerda con cierta añoranza el bien llevado bar y los sonidos cálidos de su acordeón, cuando se encerraba con un grupo de amigos por la noche a disfrutar y ofrecer su gran pasión: La Música.

Casa y azahar en Niebla. / Foto: Fotoespacios.
Casa y azahar en Niebla. / Foto: Fotoespacios.

Y alguna anécdota, de esas que no se sabe si responden a lo ocurrido o a lo exagerado, pero que dibuja muy bien las características sociales de la época:

«El chico que cobraba los recibos a los socios, fue a cobrárselo al alcalde. Éste le comentó que era muy caro y el chaval le respondió, un poco chulescamente: «Pues dese de baja y así es más barato». El alcalde lo detuvo por falta de respeto a la autoridad. Era esa época».

Casino abierto por la mañana, hasta las once, para que todo el mundo pudiera tomar café o lo que sea. Que cada cual usa los mostradores para desayunar libremente sin tener que explicar. Pero sólo hasta las once, porque luego era territorio de los socios, como está mandado.

De la importancia de este Casino dicen mucho las actividades que en él se celebraban. La Orquesta Molero en los bailes, la Tropical (De Riotinto, empleados que eran músicos), la Copacabana, payasos como  Pompof y Teddy…. Hasta personajes como Pinito de Oro, que se caso aquí, forman parte de la memoria histórica de este lugar. Y muchos otros que tomaron café en el bar de este Casino. Que son su historia, pero ya solamente están en la memoria de los que fueron sus socios. Muchos de ellos lo cuentan con cierta nostalgia. Y no es para menos.

Conviene terminar la estancia en Niebla mirándola de lejos, por fuera, desde el asombro de sus atardeceres por el oeste. Para llevarse en la pupila la imagen increíble de un estuche de piedra y tierra roja, que hemos sabido conservar, afortunadamente, para que dentro de él se mantenga el embrujo de unas calles que no conservan la estructura romana de antes de su desarrollo. Aquí no se observa el urbanismo cruzado de las dos vías romanas, cardo y decumano, porque Niebla es hija de siglos posteriores, cuando árabes y cristianos crearon armonía sureña propia.

La calle Real, tradicionalmente la calle comercial, con orientación norte-sur, aunque no corresponda a la situación del cardo romano, une las plazas principales que han dado vida a la Niebla de siempre y las dos puerta de la muralla más significativas en la vida rural de entonces: Las del Agua y del Socorro.

Y, como rematando esta calle, la esquina casinera que arranca sentimientos de nostalgia a los antiguos socios y una cierta rabia a quienes no somos de Niebla, pero vamos a ella siempre que pasamos por las cercanías.

La historia parece empezar para Niebla, en aquellos tiempos de ese rey sevillano, Enrique II el de las Mercedes, que paga la fidelidad de Don Juan Alonso Pérez de Guzmán y Osorio con el título de Conde de Niebla. Empieza así la leyenda. Pero antes, árabes de la taifa de Niebla, romanos que transitaban por las vías que unían el Guadiana con Itálica, tartesios y pobladores del neolítico (Dólmenes de Soto y de la Hueca) habían dejado su huella y su patrimonio para hacer de Niebla un lugar mítico en el que existió un casino mítico. Por eso Niebla es un caleidoscopio social de múltiples valores que fueron y de variados patrimonios que luchan por sobrevivir.

La primera vez que fui a Niebla, con Marcelo, claro, me llamó la atención ese color rojo de su vestido de piedra, cuando el sol está por la parte de Trigueros y aparecen sombras chinescas en los alrededores de la antigua estación de Las Mallas.

Ya no están Rosario, Juan y Salomé sentados en el andén, viendo pasar carros hacia San Juan y trenes que suben a Berrocal. Pero siguen en pie los muros y el entorno, con ese sabor a ferrocarril minero inconfundible que baja desde las escombreras.

Casino de Niebla. / Foto: Fotoespacios.
Casino de Niebla. / Foto: Fotoespacios.

El tornasol cobrizo de los márgenes del Tinto en sus comienzos, se depura aquí y se planta en el rojo altivo de las murallas de Niebla. Con su punto de arrogancia a la hora de la puesta, desde Las Mallas. Es un camino que hay que hacer despacio, como dice Marcelo:

«No hay paseo en el Mundo mejor que éste, desde Las Mallas, hacia las murallas, entrando por la Puerta del Buey y callejeando hasta el Casino por Cristóbal Colón. Y allí sentarte a ver entrar a los socios. En la plaza, sin que ellos te vean, porque van a «lo suyo». Pero es curioso cómo entran y cómo salen … «

Y recorrer este camino despacio, como saboreando el reto estético de unas murallas que se dejaron teñir por el Rio Tinto, para rendirle homenaje. Más de 2 kilómetros y 50 torreones, justifican un paseo hacia ellas, desde Las Mallas, en compañía de nadie y con los pensamientos puestos en lo infame de nuestro comportamiento histórico, que deja abandonada a esa novia ideal que se llama Patrimonio.

Me gustaría seguir el pensamiento de «La Inglesa», proponiendo una reflexión sobre nuestra presencia en un lugar, que es Conjunto Histórico Monumental, en intramuros, desde 1982 (Donde debería estar un Casino) y pregonar bien alto que un Patrimonio es una página que queda escrita de nuestra Historia. Un Patrimonio es el mejor espejo en el que podemos reflejar nuestra altura intelectual y humana. Un Patrimonio es algo de lo que podemos presumir y sentirnos orgullosos.

Pero también es algo que aprieta en la parte de las meninges que aloja la responsabilidad.

Antes de ir a Niebla:
http://miniebla.blogspot.com.es/

Equipo Azoteas
www.fotoespacios.com
www.azoteas.es

2 comentarios en «Sociedad Cultural y Deportiva Iliplense. Donde Historia y Leyenda reclaman derechos»

  1. Como dice D. Miguel, “algo que aprieta en la parte de las meninges que aloja la responsabilidad”, es lo que se siente al ver desaparecer o depreciarse estamentos sociales de la alcurnia y la enjundia de una localidad, no solo como la de Niebla, sino también la de otras tantas poblaciones en cuyas localidades se han producido la desaparición de sus Casinos.
    Podríamos pensar que el caso no es tan grave pues se han sustituido por Centros Socio Culturales, que parece más democrático, menos “elitista”, pero debemos reconocer que si existen diferencias.
    Recordemos que La palabra casino viene del italiano “casino” que significa, “casa en el campo”, pues parece que originariamente existían ciertas villas en el campo que se utilizaban como lugar de esparcimiento para la nobleza y la clase media alta. Uno de estos divertimentos eran los “juegos de azar”; mientras que la definición etimológica de un Centro Social es la de una institución de información social y de entretenimiento con base en la comunidad. Diferencias hay, aunque también similitudes.
    Desde mi perspectiva profana, pues no soy etnólogo, ni sociólogo, me atrevo a pensar que los cambios sufridos en estas y otras tantas instituciones, organizaciones y Centros diversos de interés social están inducidos por las tendencias sociopolíticas del momento que han ido clasificando a las personas y distribuyendo en grupos sociales acorde con sus estatus y sus ideas, rompiendo así la tradición y el “culto” a los poderes de cada época. Afortunadamente se han conservado las infraestructuras, con lo que la riqueza histórica embellece el Patrimonio local, pero es como las Iglesias de hoy, “mucha presencia para tan poco feligrés”, aunque su motivo de existir no se ponga en duda.
    Seguiremos “soñando” con la recuperación del verdadero sentido de lo que fueron los Casinos, y con la esperanza de que la sensibilidad de las autoridades permita rehabilitar para su pueblo esta riqueza sociocultural que define su identidad. Mientras seguiremos leyendo a D. Miguel en su incansable contribución a esta digna idea.

  2. Bravo y gracias. Lectores así son los que hacen «casino». Quiero decir, patrimonio.
    Efectivamente, hay enormes diferencias entre un casino y cualquier asociación cultural deportiva o social. Algún día traeremos aquí el tema, aunque ya está mencionado someramente en el libro «Casinos de Huelva» y en los comentarios de Benito de la Morena.
    Pero, como bien dices, hay que profundizar en el tema. Lo haremos pronto.
    Gracias de nuevo, no sólo por fidelidad lectora y cultural, sino por las aportaciones de enorme interés que incluyes. Algunas de ellas las hemos citado en medios de radio, por su acertado matiz.
    Podemos adelantar una diferencia que pasa desapercibida entre los casinos y las asociaciones sociales: La presencia en el prestigio de los pueblos.
    Nadie conoce las asociaciones sociales, por muy importantes que sean (Y las hay realmente interesantes), pero todo el mundo conoce la existencia de los casinos en cada localidad. Por algo será. Lo veremos en su momento.
    Ojalá Niebla sea un revulsivo.

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