Paula Crespo. Hablar del flamenco es hacerlo de un ave especialmente singular instalada desde siempre en nuestra provincia, principalmente en el Paraje Natural de Marismas del Odiel. En este espacio se creó en 1984 una isla artificial, ubicada en el evaporizador E-11 de las salinas de Ercross (antigua Aragonesas), una infraestructura creada ad hoc para favorecer la reproducción de esta especie. En 2008, cuando se produjo la primera puesta, los trabajos de conservación y mejora del entorno empezaron a dar sus frutos y desde entonces las poblaciones de flamenco han ido aumentando progresivamente.
Todo ello ha propiciado que Huelva cuente hoy con más de 6.000 ejemplares de dos tipos (rosa y enano, aunque de esta segunda especie solo hay unos pocos individuos), la segunda colonia más grande de España, solo por detrás de la de la Laguna de Fuente de Piedra (Málaga), donde habitan entre 10 y 15.000 parejas de flamencos, y la tercera de Europa. Una población que continúa in crescendo y que demuestra de que los flamencos y las marismas conforman un binomio que se retroalimenta en favor de la biodiversidad del entorno onubense.
No en vano, uno de los conservadores del Paraje, Enrique Sánchez, asegura que “el flamenco es una herramienta de conservación, como lo son también otras especies como la espátula o el águila pescadora. Es la bandera de la calidad ambiental de esta zona. Desde el Paraje Natural Marismas del Odiel llevamos más de 20 años trabajando protegiendo el paraje, las especies y mejorando sus hábitats. Ahora estamos recogiendo los resultados».
Influye además, que el flamenco es un ave filopática, es decir que donde nace se reproduce y solo cuando una zona se masifica migra en busca de zonas más adecuadas. Con todo ello el flamenco se ha convertido en un ave más que habitual del paisaje onubense, hasta el punto de identificarse perfectamente con Huelva y su hábitat marismeño.
Y es que la hipersalinidad de las marismas del Odiel propicia que exista una gran cantidad de artemia salina, un crustáceo invertebrado rico en carotenos, que no solo es el principal alimento en la dieta del flamenco, sino que es también el responsable de la pigmentación rosácea y característica de sus plumas.
Otro de los conservadores del Paraje y reconocido ornitólogo onubense, José Manuel Sayago, explica que “en el Odiel hay una gran disponibilidad de alimentos y esto provoca hechos tan curiosos como que haya flamencos que vienen desde Málaga haciendo 200 kilómetros en línea recta para alimentarse, y otros 200 de vuelta para llevar comida a los pollos que han tenido allí. También tenemos ejemplares de Argelia, la Camarga francesa, Italia y del delta del Ebro, entre otros».
Esta información se conoce gracias a las labores de seguimiento que se realizan desde el Paraje, que incluye entre otras estrategias el anillamiento científico de los individuos. Este sistema identificativo permite conocer datos muy útiles para la conservación de la especie como la procedencia o la edad de los flamencos.
Asimismo, se han llevado a cabo otras medidas que también han contribuido al crecimiento de la población de flamencos en Marismas del Odiel, como la instalación de pastores eléctricos que evitan el paso de depredadores como los zorros o los meloncillos o la especial y continua vigilancia para que la gente no entre andando o en bicicleta: «los flamencos son especies muy sensibles a las molestias, son muy vulnerables. Tanto que si se levanta la colonia son capaces de abandonar los huevos en masa. Por eso hemos extremado las precauciones y la vigilancia. Además hay muy pocos hábitats que reúnan las condiciones que ellos necesitan».
Curiosidades de los flamencos
Existen seis tipos de flamencos, dos de ellos habitan en distintas zonas de Europa, entre ellas España, como son el rosa y el enano, que habitan en el Paraje Natural Marismas del Odiel y también en Doñana. El resto son de origen americano. Son aves nidífugas, esto es a las pocas horas de nacer ya son capaces de andar. Sin embargo, tardan 79 días en aprender a volar.
El flamenco es la única especie de las zancudas (cigüeñas, garzas) que tiene los dedos palmeados, como los patos. Esto les sirve para nadar y remover el fondo para que la fauna véntica de las marismas quede en suspensión y así poder alimentarse mejor. Una alimentación que realizan de una forma muy curiosa y al contrario que el resto de las aves. Y es que mantienen fija la mandíbula inferior y comencon la de arriba. Posee una lengua provista de láminas óseas denominadas lamelas que le ayudan a filtrar los crustáceos y el barro.
Los romanos lo denominaban ave fénix porque al volar el color de sus plumas se asemejaba al del fuego y, en materia gastronómica, era uno de los denominados productos gourmet para los conocidos gustos sibaritas de esta cultura. En especial la lengua de flamenco, era una delicatessen muy apreciada. Así Plinio recogió en sus escritos: “Apicio, el mayor tragón de todos los derrochadores, ha enseñado que la lengua de flamenco es de un sabor excelente” (Plinio NH X 133).
Nacen de color gris y a partir del tercer año les cambia la coloración de las plumas y adquieren lo que se denomina el plumaje reproductor, aunque no se reproducen hasta los cinco años de edad.
Son especies muy longevas, tanto pueden llegar a vivir casi el mismo tiempo que una persona, y por este motivo solo ponen un huevo al año por pareja. Tardan 32 días en incubar y no ponen todos los años, depende en parte de las condiciones climatológicas, ya que en los años de sequía no se reproducen.
Construyen nidos de barro, no de ramas como es habitual en otras aves. Son construcciones en forma de volcán de unos 40 centímetros de alto por otros 40 de diámetro que crean de una forma muy especial: se tiran al suelo y van arrastrando el barro hasta construir la estructura en la que harán la puesta.
En definitiva los flamencos son una especie muy singular que ha hecho de Huelva y, sobre todo, de las Marismas del Odiel, su casa para convertirse en unos onubenses de adopción muy especiales.