Bernardo Romero. En el Centro de Arte Harina de Otro Costal, y según se entra lo tienen a la izquierda, cuelga un cuadro de Juan Manuel Seisdedos. Uno más. En realidad la casa es un museo y la obra del artista onubense late en cada rincón. Arriba, como saben, está el estudio.
Como ahora se reanudan las actividades culturales en el centro de arte que dirigen el propio pintor y Lourdes Santos, su compañera de tantos años, quisiera llamar la atención del lector sobre este cuadro. En la mitad inferior aparece un animal que se hace absolutamente evidente cuando el espectador está delante del cuadro, que apenas se intuye al pasar. Sobre el animal dos formas cuadradas, casi cubos, que soportan el equilibrio pleno de magia que el artista siempre mide escrupulosamente en su obra. El ritmo de las formas queda determinado, es cierto, por otros cubos o cuadrados que forman parte del animal, un cerdo aparentemente con fondo de tablas, encerrado en sí mismo, en su destino.
Hoy escribo esto, repito, por si ustedes se acercan a Trigueros, al Centro de Arte, y se paran un momento delante de esta pintura, una obra que es una más en la inmensa carrera de un artista que hace ya varias décadas decidió abandonar esa parte mercantilista y prosaica que inevitablemente tiene la creación artística. Recuerden, estaba en la cumbre, se lo rifaban las galerías, los marchantes, aparecía en las enciclopedias de arte contemporáneo… y se vino para Huelva, para su ciudad. A pintar.
No sé si algún día se le reconozca esta heroicidad a este hombre fundamentalmente bueno y divertido, como todos las personas inteligentes, no haría falta decir, pero por el momento al menos sus admiradores podríamos rendirle homenaje parándonos delante de su obra, de esta o de cualquier otra, y jugar a descubrir lo que Juan Manuel Seisdedos nos ha querido decir, comunicar, con ella. A lo mejor, y sin querer pecar de pedante -caso en el que les pido mil disculpas inmediatamente- el texto que transcribo a continuación y que es el que eligió el artista para su última exposición en Cuba, les puede servir para entender algo mejor a un constructivista poco usual, a un pintor conceptual que se podría decir también, pero que al fin y al cabo, yo juraría que no es ni una cosa ni otra. De ahí que el texto que sigue, sólo servirá, en todo caso, de breve guía sobre la pintura del artista, que a mi modesto entender, es mucho más. Pero muchísimo más. Puede que esto que hoy les cuento no sea sino una excusa de quien lleva toda la vida viendo cuadros de Juan Manuel Seisdedos y no para de encontrar cosas cada vez que tiene la suerte, y el placer, de estar delante de una de sus obras.
El texto es este que sigue, y la foto que acompaña estas líneas un detalle del cuadro de marras. Disfrútenlo. El cuadro, claro.
Cuando Juan Manuel Seisdedos pinta, construye. Elabora de forma minuciosa formas geométricas esenciales, pero procura darles vida, alma. Ahí está la diferencia y quizás por ello el color es tratado por el artista con tanto rigor, con tanta austeridad. También podría decirse que su pintura es conceptual, pero se preocupa el artista de hacer que aparezcan entre esas formas esenciales algunas imágenes, figuras, con intención de evitar que el espectador pueda adscribir su obra a algo que no sea su propia idea de la pintura, de la expresión plástica como diálogo interior. En realidad, lo que Seisdedos hace es pintar, aunque no sólo para él.
Formas esenciales, composiciones en extremo exigentes para lograr equilibrios que pueden ser ficticios, pero siempre creíbles, reales, como esas figuras que en alguna ocasión aparecen y desaparecen en sus obras. El mundo que retrata el pintor, muy real y amparado en la forma, en la construcción posible, está dotado de magia. Otra contradicción aparente, porque un pintor de su andadura, con un recorrido esencialmente dedicado a la materialización de cosas hermosas, de buena factura, esconde una sonrisa detrás del soporte sobre el que juguetea en un diálogo imposible. Es él con él, intimista y rotundo a un tiempo. De ahí una pincelada austera, en la que no se derrocha nada de materia, que utiliza exclusivamente para manchar, para disponer trazos perfectos que se superponen hasta lograr esas construcciones aparentemente rigurosas y serias, exactas, muy trabajadas, tanto que el espectador debe esforzarse, escrutándolas cuidadosamente, para alcanzar a entender lo que el artista ha establecido como diálogo propio, hermético y, de nuevo el juego con el arte como forma de expresión: cerrado en el sentido de concluido, pero abierto a todo aquél que quiera dejarse llevar por su manera de entender y construir el mundo que le rodea. La forma rigurosa y exacta, el movimiento insondable de un mundo en perpetua transformación que Seisdedos conoce, con el que dialoga a sus anchas y luego atrapa, en realidad, para ti, espectador.
2 comentarios en «Un cuadro con pintor de fondo»
Juan Manuel Seisdedos es un lujo para Huelva y una referencia indispensable del arte contemporáneo. Gracias a Bernardo Romero por ponerlo de relieve una vez más con su mirada perspicaz y su voz independiente.
Jaime de Vicente
Gracias a ti, Jaime. Un abrazo y recuerdos a Loli