Juan Carlos Jara. La plaza de la Soledad languidece en pleno centro de la ciudad, olvidada por todos y agarrada al recuerdo de mágicas veladas e improvisadas francachelas disfrutadas, en época no lejana, junto a amistades y amigotes. Resuenan incluso los ecos de un lugar con encanto y el aroma de viejos tiempos, relatados por quienes compartieron sus ratos al calor de La Jangarilla, pero se pierden luego, entremezclados en la tristeza de un lugar abandonado a su suerte y sin el más mínimo reclamo para el onubense. Solo la ermita, sencilla y hermosa a la vez que callada y orgullosa, ofrece en el fondo del paisaje una perspectiva que adorar y que guardar en nuestros corazones ante el descuido, otro más, en el que una parte de Huelva –o quizas toda- ha sumido a este lugar.
Ahora solo quedan jóvenes de monopatín huidizo y nómadas caminantes que atraviesan la plaza entre tristes alcorques mutilados, sin ni siquiera mirarla y sin apenas sentir que junto al rincón, bajo el único techo que les cobija, las únicas vidas sedentarias del lugar buscan razones ausentes de lógica que inviten a su optimismo. La pobreza y la tristeza, antes que a la plaza, les llegó a estos sufridores de la tarde.
Y ello a pesar de que La Soledad fue siempre un lugar austero, con su ermita y sus desniveles entre casas de paredes inclinadas y flanqueado por estrechas callejas desigualmente adoquinadas. Pero con encanto. Con aire de Litri y sabor de Semana Santa. Con música por San Sebastián y con piel de palmito que aún permanecen, pero que viven aletargados por un espacio sin alma y apartado de la mirada de un consistorio que lo olvidó.
2 comentarios en «Soledad abandonada»
Juan Carlos:
además de estar totalmente de acuerdo con el contenido del artículo, quiero decirte que me gusta la forma que tienes de expresar tus ideas y sentimientos. Lo haces de manera clara, escueta y sincera. En resumidas cuentas, que me gusta tu escritura y comparto tus ideas. ¡Enhorabuena!
Gracias, José Antonio. Me alegro de que compartas el contenido y te agradezco tus alabanzas a la forma. Si te digo la verdad, tuve hace unos años un muy buen profesor que me enseñó muchas de esas cosas que intento traspasar a mis artículos, aunque la mayor parte de las veces con menos fortuna de la que desearía.