José Miguel Jiménez/ Zalamea. Zalamea celebra cada 3 de febrero el día de San Blas, una ‘romería de invierno’ en la que los zalameños se desplazan a la Ermita del Santo ubicada a unos 2 kilómetros del casco urbano, junto al antiguo camino que comunicaba la villa con la aldea de Las Delgadas.
Esta ermita data de finales del siglo XV, siendo la segunda más antigua erigida en Zalamea la Real, después de la ermita de San Vicente. Estuvo dedicada, en sus inicios, a Santa María de Ureña, tal y como se recoge en las Ordenanzas Municipales de Zalamea la Real, del año 1534. Posiblemente la advocación a la santa perduró hasta principios del siglo XVIII. A mediados del siglo XIX, los documentos que citan a dicho edificio ya lo hacen con el nombre de Ermita de San Blas, omitiéndose ya el de Santa María de Ureña, y se le adscribe una huerta y dos tierras numeradas que costean una función religiosa en su día y una lámpara de aceite que arde en el altar todo el año. Actualmente sigue dando culto en su interior a este Santo.
Debió ser un edificio de tipo mudéjar muy reestructurada en el siglo XVIII. En su construcción fueron aprovechados sillares de piedra de época romana, que aún hoy en día se pueden ver.
Las antiguas imágenes de San Blas y Santa María de Ureña sufrieron grandes desperfectos durante la Guerra civil. En la década de los noventa fueran totalmente restauradas y en la actualidad se veneran en la Parroquia de la Asunción.
Al mediodía, los alrededores de la Ermita comienzan a llenarse de grupos de amigos o familias para pasar una jornada campestre cuya parte litúrgica la compone la celebración de la misa en el interior del templo, que incluye la bendición del aceite que posteriormente los fieles se ungirán en la garganta. San Blas fue un obispo de origen armenio, concretamente de la zona de Sebaste, que hizo vida eremítica en una cueva del Monte Argeus. Era conocido por su don de curación milagrosa. Salvó la vida de un niño que se ahogaba al trabársele en la garganta una espina de pescado. Este es el origen de la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta. Según una leyenda, se le acercaban también animales enfermos para que les curase, pero no le molestaban en su tiempo de oración.
Durante la persecución de Agrícola, el gobernador de Capadocia contra los cristianos llegó a Sebaste, sus cazadores fueron a buscar animales para los juegos de la arena en el bosque de Argeus, y encontraron muchos de ellos esperando fuera de la cueva de San Blas. Allí encontraron al santo en oración y lo arrestaron. Agrícola trató sin éxito de hacerle apostatar. En la prisión, San Blas sanó a algunos prisioneros. Finalmente fue lanzado a un lago. San Blas, parado en la superficie, invitaba a sus perseguidores a caminar sobre las aguas y así demostrar el poder de sus dioses. Pero se ahogaron. Cuando volvió a tierra fue torturado y decapitado, en el año 316.
Es tradicional en Zalamea el ‘cordón’ de San Blas, conformado por hilos de diferentes colores que se venden en la propia Ermita durante la jornada.
Desde hace unos años, Manos Unidas aprovecha la fiesta para montar un puesto donde se venden dulces típicos, café y chocolate, cuya recaudación se destina a causas benéficas.