Miguel Ángel Velasco. Esparcida a lo largo de la falda de la colina del castillo, Cortegana se alza hermosa y quieta. Tierra antigua del Calcolítico donde los bereberes construyeron su formación defensiva como símbolo de la importancia estratégica de la villa. Fue uno de los distritos de la Cora de Sevilla y abre sus brazos, como Tierra Realega, a las cercanas Alta de la Coba, Cerro del Cojo, Santa Bárbara y Sierra Papatorta.
Es esta localidad serrana uno de mis destinos preferidos y ocupados durante largas temporadas, tanto veraniegas como invernales. El pasear de la alborada, o mañanera, por la ribera del Chanza que, como emisario del Guadiana, llena sus parajes de bellas estampas de álamos y chopos, reconcilia inevitablemente el cuerpo y el alma. Dehesas de encinas y alcornocales, de pinos y eucaliptos. De aldeas como La Corte y Puerto Lucía. De barrios mineros como San Telmo y Valdelmusa.
En múltiples ocasiones, en algunas de mis estancias, bajando la escalinata de paseo del castillo, bordeando el horizonte infinito nítido y azul, el volar de las aves pasajeras y de los pajarillos autóctonos se confundía con las voces infantiles que subían a la defensa. Al igual que, antes de descansar el cuerpo en cualquiera de los bancos de hierro forjado de la plazoleta de la iglesia del Divino Salvador, de planta gótico-mudéjar, donde el color pardo de sus ladrillos y piedras contrasta con el blanco de los caseríos, observaba la marcha alegre y vivaz de grupos de chavalillos desde la meseta de la estación de trenes.
Allí, en Cortegana, sentado en un velador del casino de la plaza central, como casi todas las mañanas, junto al teniente de la Guardia Civil del puesto de la localidad, amigo mío de Sevilla, grupos mixtos de chiquillos se entretenían con juegos populares infantiles como piola o la bombilla; a veces incluso se atrevían con el teje o el elástico. En uno de esos sagrados desayunos, Castrejón, el teniente amigo, llamó mi atención para presentarme a una niña de no más de ocho años, de cara pecosa, redondos ojos dulces y de coleta enmarañada. “Mira Miguel, esta bichilla es mi sobrina que ha venido de Sevilla… anda, Inmaculada, ven. No seas tímida y saluda al señor”. La pequeña me miró con sus grandes ojos redondos y, tras hacer un gesto simulado de extrañeza, asomó la punta de la lengua, negruzca de citrato, arrugó la pecosa naricilla y partió veloz, para resguardarse en el anonimato de los demás chiquillos.
Aquella niña se llamaba, se llama, Inma Castrejón. Y hoy la estoy buscando por el Palacio de Congreso y Exposiciones de Sevilla después de recibir una invitación para presenciar el desfile titulado A corazón abierto, dentro del marco del SIMOF 2014. Tras dar mi nombre, como invitado personal y acreditado por Huelva Buenas Noticias, pregunto por ella y recorro el inmenso aforo repleto de backstage de las diferentes firmas que presentan hoy sus colecciones, en un trasiego continuo de modelos, maquilladoras, peluqueros, estilistas, sastras y demás parafernalia propia del lugar, que gritan, ríen nerviosamente, gesticulan. Pura electricidad y ansiedad.
En uno de estos backstage, apoyada casi exánime en el quicio de una pequeña puerta, una mujer de rostro atractivo ovalado, ojos acaramelados y marrones me examina con mirada escrutadora sobre una mueca burlona. Tras dar un impulso deja caer los brazos y se acerca a mí con aire rejuvenecido, relajando los finos labios. El abrazo me supo al de una niña que veintitantos años atrás me envolvió en Cortegana, que dejó de esconderse tras sus amigos de juegos y acudía a mi vera para contarme sus cuitas y quehaceres infantiles. Se trataba de ella. Esta hermosa mujer, esbelta y atractiva, es Inma Castrejón, de profesión diseñadora de moda.
– Cuéntame, Inma. Le pregunto, mientras me apoyo sobre una mesa atestada de ropas y volantes, sin soltarle las manos.
– Esta no es una colección más, Miguel Ángel. Yo me inicié aquí en 2009 y conseguí ser finalista en el certamen de Diseñadores Noveles, pero ahora todo es diferente. Me siento mucho más hecha, con muchísima más experiencia y profesionalidad. Ten en cuenta que tengo todo un bagaje por detrás. Hace dos años y pico, en 2011, por ejemplo, estuve en Tara, en Kazjstan, invitada especialmente por el gobierno como diseñadora y, posteriormente, jurado de nuevos talentos de la moda en el certamen del 2º Road Fashion Festival, celebrado en China, en la ciudad de Urungui, también invitada oficialmente por el gobierno chino. ¡Ah, calla…! En 2011 gané el certamen de Diseñadores Noveles de Sevilla de Boda y, para que te conste, en 2012 me nombraron Cerreña del Año. ¡Para que veas que me tira mi segunda tierra!
– ¿Y qué presentas?
– Presento una colección de moda flamenca con un sello muy personal y fresco, innovador; un estilo muy mío, para que me entiendas. Y está compuesto por 30 looks en tres partes diferenciadas. Quiero sorprender al público en general, y a ti en particular, al presentar, además, un apartado con una colección que atañe al lado más íntimo de la moda flamenca, la lencería; creo que con un gusto exquisito y con una potencia visual impresionante, que va a dar ganas, incluso, de llevarla por fuera. Dentro de esta línea de lencería destaco el uso de las faldas y corsés, más frescos y sugerentes, exponiendo todo un amplio abanico de posibilidades en combinaciones. Y también presento, en segundo lugar, otra colección de vestidos completos sumamente interesantes. Mira, Miguel, el vestido lo he ideado inspirándome en la mujer que se sienta mujer, guapa, sensual, muy sevillana o choquera, muy andaluza en definitiva. En esta colección, a diferencia de otras que he realizado, predomina el negro. Este color está presente en todos los vestidos y ropa interior, en mayor o menor medida, combinándolo con los rojos, rosas, amarillos o blancos, que me suelen caracterizar.
– Me has hablado de lencería, de trajes completos y la tercera parte, ¿ de qué trata?
– Apuesto, por último, en esta colección , por la flamenca de noche, esa mujer que de noche va ataviada con su traje de flamenca, exclusivo, sin lunares, en tonos lisos o con estampados poco precisos pero de colores intensos y con mucho glamour. Un traje de flamenca único, adaptado al diseño de la noche.
Esta niña del Cerro del Águila, convertida en toda una mujer, desprende saber y contenido en cada una de sus apreciaciones. Estudió Diseño de Moda en CEADE (Sevilla) y, posteriormente, Diseño Gráfico en la Escuela de Arte de Sevilla y Patronaje Industrial en Goymar, igualmente en la capital hispalense.
– ¿Hasta dónde innovar, Inma, en el mundo de la moda flamenca?
– El diseñador, como cualquier otro artista, siempre tiene algo nuevo que decir. Es como el buen fotógrafo, que siempre asombra con matices distintos y diferenciados sobre una misma imagen, ¿me explico? Yo, por ejemplo, como tantas otras y otros, innovo en cada Feria de Abril sevillana, a pesar de ser una feria clásica y tradicional. Pero dentro de esa tradición y clasicismo, se puede ser original siempre, con sutileza, sin romper rompiendo y, sobre todo, intentando aportar calidad, delicadeza y un buen trabajo. El resultado debe seguir siendo un traje de flamenca, no un disfraz.
Suena una especie de alarma y se enciende una luz verde sobre nosotros. Inmaculada se levanta sobresaltada de la mesa y me mira con nerviosa cara de impotencia encogiendo los hombros. Ha llegado la hora, todo está preparado. Sólo falta ella.
– No te entretengo más, Inma, hazme un resumen…
– Mis diseños se mantienen fieles a mi estilo, a mi inspiración en temas sevillanos y raíces andaluzas, siempre respetando mi forma de entender la moda. Cada temporada intento diseñar una línea distinta pero con una impronta común: el color rojo, el negro, el rosa capote son señas de identidad propias que me caracterizan, puesto que la tauromaquia, aquellos toros bravos de las dehesa de Cortegana, para que veas que ésta sigue muy dentro de mí, y siempre me será fuente de inspiración, han sido mis musas para esta colección.
Y se apagan las luces centrales y un cañón de luz amanece sobre la pasarela ocultando, a la vez, al numeroso público que llena por completo las gradas y los asientos vip de primera fila. Muchas caras anónimas y también muchas conocidas en él. Huele a flamenco, se siente la Feria cercana entre una multitud de trajes bien cortados y buenas marcas. Sabe a la clásica Sevilla eterna.
Tras el cortinaje, al son de sevillana, las modelos, en fila de a uno, comienzan el desfile. A cada cual más impresionante, a cada cual más hermosa dentro de trajes y lencerías increíbles que levantan el ánimo y hacen subir la tensión en los caballeros y el asombros positivo en las señoras. Pero estéticos y de presentación formidablemente elegante. Un desfile exclusivo y único, un desfile de moda sencillamente para enmarcar.
Adiós, Inma Castrejón. De seguro que dentro de poco te tendremos por Huelva con tu colección y yo, por mi parte, espero tu persona. Gracias, diseñadora.
Inma Castrejón Diseños
Atelier permanente en Sevilla. C/ Muñoz Olive,1.
Punto de venta en Madrid. C/ Alcalá, 200.