HBN. Uno de los pasajes más famosos de la obra de Miguel de Cervantes El Quijote de la Mancha tenía como protagonistas a los molinos de viento, esos artilugios que el hidalgo caballero creía gigantes de largos brazos con los que pensaba batallar en cuanto se le presentara la ocasión. Estas estructuras siguen poblando a día de hoy colinas, lomas y cerros, siendo parte de nuestros paisajes, de nuestros horizontes, también aquí, en la provincia de Huelva.
El lingüista e historiador Julio Caro Baroja afirmaba que en España la presencia de estas construcciones, que empleaban la fuerza del aire para generar energía mecánica, tuvo uno de sus puntos neurálgicos en el Andévalo onubense, donde en la actualidad siguen existiendo estas obras de arquitectura industrial en los términos municipales de El Almendro, El Granado, Sanlúcar de Guadiana, San Silvestre de Guzmán, Villablanca y Villanueva de los Castillejos.
No en vano, junto con Castilla La Mancha, esta zona de la provincia de Huelva es donde más molinos de viento se construyeron en la Península entre finales de la Edad Moderna y principios de la Contemporánea, más concretamente, la mayoría de ellos datan de los siglos XVIII y XIX. Las topografía andevaleña, con sus suaves colinas y relieves de poca envergadura, así como las corrientes de aire que se deslizan sobre sus elevaciones, procedentes de los vientos atlánticos, la convirtieron en un enclave perfecto donde ubicar estos edificios cilíndricos, aprovechando así todo el potencial eólico de la zona.
Los molinos de viento de la provincia onubense eran utilizados principalmente para moler trigo y hacer harina con la que, posteriormente, elaboraban pan, alimento básico que permitía la subsistencia de las clases más humildes. En los alrededores de estas construcciones, hechas de arcilla y piedra, se encontraban normalmente tanto poblaciones como campos de cultivo.
En cuanto a sus características, por lo general los molinos de Huelva tienen entre 7,5 y 8 metros de altura y constan de dos pisos: uno inferior, que servía de manera habitual como vivienda del molinero, y uno superior, donde se ubica toda la maquinaria de la molienda.
Para descubrir algo más acerca de estos molinos, el Centro de Documentación del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico ha creado una ruta cultural que han bautizado como ‘Ingenios del aire, molinos de viento en la comarca del Andévalo’, la cual engloba la visita a tres de estas construcciones: el Molino de La Solana en El Granado, el Pie de Castillo de El Almendro y los de La Horca y Pozo de Bebé en La Puebla de Guzmán.
El municipio de El Granado, cercano a la frontera con Portugal, es una de las localidades onubenses que aún conserva sus antiguos molinos de viento. De hecho, uno de los que en este lugar se encuentra, el de La Solana, datado en el siglo XVIII, fue restaurado en 1996, empleando para su rehabilitación piezas traídas de Portugal –los molinos del Algarve y Alentejo son muy similares en forma y estructura a los nuestros- con el fin de conservar, en la medida de lo posible, su apariencia primigenia.
El molino de El Granado responde a la tipología denominada ‘de torre’, pues posee una planta circular y de forma troncocónica, es de unos 7,5 metros, realizado en piedra y arcilla y posteriormente enfoscado y encalado, terminado en una cenefa de piedra en la parte superior. Consta de dos ejes, uno horizontal y otro vertical, y a su parte superior se accede por una estrecha escalera adosada al muro.
Gracias a su reconstrucción, se ha conseguido que el ingenio funcione como lo hacía antaño, albergando además en su interior varios utensilios que fueron utilizados por los antiguos molineros. Las piezas del molino originario se exhiben ahora en el exterior, junto a otros aperos de labranza, y todo el recinto está acondicionado para el turismo.
Otra parada en esta ruta por el Andévalo la conforma la localidad de El Almendro. Allí, en la cumbre del cerro bajo la que se asienta este pueblecito, se erigen dos molinos, siendo uno de ellos el Molino Pie de Castillo, también del siglo XVIII, y como el anterior ha sido restaurado recientemente para su nueva puesta en funcionamiento, reproduciendo la maquinaria originaria.
Su visita presenta el interés añadido de deleitarse con las excelentes vistas y contemplar las ruinas de un antiguo castillo que allí mismo se ubicaba. Además, la zona alberga un parque educativo donde se pueden conocer especies de árboles y plantas típicos de la zona, a la vez la historia del municipio, contando con variados senderos para pasear y recrearse con sus magníficas panorámicas.
Por otro lado, el territorio que ocupa La Puebla de Guzmán aún conserva, salpicados en los bordes de su perímetro, un importante conjunto de molinos de viento. Testigos de la gran importancia que tuvo el cultivo de cereales para la economía local, en La Puebla se contabilizaban hasta 18 de estas construcciones hacia el año 1880, llegando incluso a mantenerse en activo hasta 1924.
Se calcula que, durante un buen día ventoso, los molinos puebleños llegaban a moler hasta una tonelada de trigo, unas 24 fanegas de entonces. En la actualidad, tan sólo se han mantenido en pie algunos de ellos, de entre los cuales han sido restaurados el de La Horca, situado a la salida de la carretera hacia Cabezas Rubias, y el del Pozo de Bebé, este último junto a un grupo de otros dos no rehabilitados en la salida del camino hacia la ermita de la Peña, por encima del mítico pozo que le da nombre.
Otras rutas. Al margen de la propuesta del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, se pueden realizar otros recorridos por la provincia para conocer sus molinos de viento. A pie es completamente viable visitar las dos construcciones que se alzan sobre el Cabezo Pie Castillo en El Almendro –el de José Gómez García y el ya citado Pie de Castillo-, para luego dirigirnos hacia Villanueva de los Castillejos y descubrir el Molino de Zahurdón, del siglo XVIII.
Otra alternativa es quedarnos en San Silvestre de Guzmán, donde se erigen tres ingenios: el Molino de Vilán, el de Tía Juana Correa y el de Juan Francisco Cantero.
Finalmente, una tercera propuesta la compone el tándem El Granado, con los molinos de La Solana y El Santo, y Sanlúcar de Guadiana, donde sobre un elevado cerro, junto al río Guadiana, se erigen otros dos ejemplares.
A pesar de que estas construcciones se siguieron utilizando hasta bien entrado el siglo XX, viviendo incluso un periodo de reactivación durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra, empezaron a caer en desuso cuando la harina comenzó a producirse de manera industrial.
Hoy día, el Andévalo sigue siendo lugar de molinos, pero de los más modernos ingenios del siglo XXI. Éstos conviven con las siluetas de los gigantes de Don Quijote, aquellos a los que el tiempo no ganó la batalla y que aún hacen soñar a algunos con las gestas del hidalgo caballero.
3 comentarios en «El legado de la antigua arquitectura industrial en los campos onubenses, los molinos de viento»
En pleno casco urbano de Ayamonte, en la Custa de San Diego, se conserva tambien uno.
Bueno más que conservarse se sobrevive.
Esta en ruina total una pena.
Estamos preparando una comunicación para las VI JOrnas del patrimonio del Andévalo que tendrán lugar en San Bartolomé de la Torre. Queremos contra una historia triste: cómo un pueblo como Valverde que llegó a tener 12 molinos de viento no ha sido capaz de conservar ninguna.