Ramón Llanes. Para qué la constante preocupación por el conocimiento o la intriga por el saber de las cosas; para qué los grados, los “masters”, el cultivo de la ciencia, el aprendizaje del lenguaje; para qué tanto esfuerzo, tanta pérdida de diversión, tanto tiempo de soledad; para qué tantos libros, tanta lectura, tanto gasto de neuronas, tanta sabiduría interior, tanto control empírico de los hechos; para qué el análisis de la realidad, la efervescencia de la rebeldía cuando surge el desencanto de muchos, para qué la tarea de intentar conseguir un suelo mejor que pisar, para qué.
Para abrir los semáforos, para responder con teorías estudiadas, para la forja de los proyectos y las necesidades, para la dotación necesaria del espíritu, para contrastar ideas con otras opciones, para progresar en la dormida que otros imponen, para seguir despertando a pesar de las insolencias y barbaridades que se observan en la civilización que domina, para cambiar las inhumanas leyes, para no discriminar a los pobres, para que no vuelvan a vivir en el dolor quienes padecen una desafección al bienestar.
Así que las puertas que conducen a los hábitos de libertad y a los intereses reales de las mayorías, se encuentren cerradas, sin resquicios de luz y sin posibilidades de aperturas, los protagonistas de la red, los más interesados en la restauración de los medios más justos, -hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos, lectores, enfermeras, estudiantes, limpiadoras, amas de casa, ingenieras, juezas, y toda la gama alta y baja del orbe afectado- habremos de prestar jerarquía hasta hacer entender a quienes se creen magos de la incomprensión, que somos nosotros los titulares del poder y del hacer que por las perversas leyes nos esquilman. Ya es bastante la burla y desafiante la desatención; la mercadería no ha de poseer privilegios si con ello se desinfla el bienestar social antaño conseguido.
Todo huele a mentira, a desaguisado de improvisto, a necedad, a no saber conducir, a desorden, a desequilibrio. Los tropeles de aprovechados, sátrapas, ineptos y corruptos, no han de vagar más tiempo por las cornisas altas de nuestra dignidad.
1 comentario en «Semáforo en rojo»
Joé …
Me ha gustado eso de «ineptos». Lo demás también , pero ya es hora de que alguien diga la palabra tabú: Ineptos.
Yo tenía un amigo, médico él, que acuñó un calificativo: El síndrome MIA.
Siempre estaba con esa monserga cuando hablábamos de alguien que incordiaba en el devenir normal de la Historia. Hasta que un día me planté ante él y le espeté: ¿Que es eso de síndrome MIA?.
Mediocres, Incompetentes y Activos.
Y seguimos paseando por las calles de Carmona. Siempre nos quedará El Mercado de Abastos.
O no.