Miguel Ángel Velasco. Begoña Sauci nació en tierras gaditanas y creció y formó en Bollullos Par del Condado. Su vida ha estado marcada por dos tierras en las que las vides es la esencia de las mismas. Y su espíritu el vino. Aunque los garabatos infantiles le atraían su destino iba a ser distinto. El mundo del derecho también entró como una cortina suave en su destino, seduciéndola y enamorándola. Se licenció en la Universidad de Sevilla y posteriormente pasó a ejercer como abogada en Huelva para volver a la capital hispalense para realizar un master de Gestión Sanitaria y trabajar en un Despacho de Abogados especializado en esta rama. Pero, «el vino pesa más que el derecho”. A esta conclusión llegó cuando, tras mucho pensárselo y con la negativa absoluta paterna a priori, decidió abandonar el mundo de la toga por el mundo liquido de la vid. “ No te puedes imaginar lo que me costó tomar esta decisión. Es como cuando chica te preguntan a quién quieres más, a mamá o a papá. Son los dos amores de mi vida y uno de ellos ha de helarte el corazón… Pero tenía que decidirme, pues era imposible compatibilizar los dos mundos. Me implico mucho en lo que quiero y esto es imposible”.
Begoña es joven y dinámica. Atractiva. De bellos ojos claros. Se la ve moverse entre los lagares como en su propio escenario. Es su escenario. Pasea por él amando todo cuanto encuentra o ve. Ya sea una barrica o una botella cubierta de telarañas tirada en el suelo. Es el suelo, la superficie que abarca la eterna bodega familiar la que la convierte en Alicia en el País de las Maravillas. Convierte todo objeto en algo susceptible de vida. Transforma lo inerte en algo vivo. Tanto en su trabajo diario como en su hasta hoy afición. La pintura. “He pintado desde niña. Me han atraído siempre los conceptos de arte y creación. Cuando era pequeña, tanto en el colegio de Las Palmeritas en La Palma del Condado como luego aquí, me atraían las figuras infantiles típicas del paisaje de campos y casas, de iglesias o figuras escultóricas. Lo normal de la edad. Pero no fue hasta que en un viaje conocí a un pintor francés que pintaba con vino tinto cuando empecé a interesarme por esta técnica. También supe que otros lo hacían con té o café. Así que después, en las pocas horas libres que tenía, en la bodega empecé a meterme en esta técnica, que no es nada fácil y que aquí se me hacía más complicada porque no tenemos vino tinto».
Recorremos las amplias naves bodegueras repletas de bocoyes de negras maderas. Le encanta estos salones, ahora modernizados, de su infancia. Cuando eran de viejas paredes encaladas y con mil y unas telarañas de cortinaje natural, de suelos aromatizados de vino rancio y añejo. Pero vino. Vino nuevo sobre vino viejo. Y copas , tubos de cristal sobre cualquier superficie plana con el color amontillado orlando sus bordes. En todos estos detalles encuentra la materia prima, además de su fuente de inspiración.
“… Me di cuenta de que la lía… ¿La lía? Son los pozos de las barricas que tienen una consistencia sólida, ideal para trabajarla, parecida al óleo. Una vez conseguido esto ya es cuestión de probar e investigar con otros elementos. Por ejemplo, trabajar con uvas de Pedro Ximenez y con otros vinos olorosos, evaporarlos , embeberlos con fuego y concentrarlos para conseguir una mayor textura y tonalidad. Al principio lo hacía directamente, echando el vino, manchando. Mira… -divertida se agacha en un antiguo rincón de unas de las salas que le sirve como banco de prueba, coge algunas botellas y derrama liquido de ellas sobre la madera carbonizada- los tonos grises los consigo con los tintos en distintos tonos, con ellos se consiguen una mejor tonalidad y los vinos blancos me sirven para colorear y dar el color sepia. Pero ten en cuenta que tan importante como los vinos son los complementos que sirven como lienzos. Los restos de barricas carbonizadas los consigo en las tonelerías. Con todo ello queda conseguir la textura ideal. Yo no solo pinto con los pinceles, también lo hago con los corchos. No todos ellos, los corchos, son iguales, tienen diferente porosidad y, por tanto, mayor o menor amplitud de trabajo».
El patio central del edificio parece de ensueño. El sol de la mañana se refleja en la cal de las paredes, impolutas. El tono albero de los remates enjoya de andaluz el ambiente. Las plantas brincan sus hojas verdes sobre la húmeda tierra. Hace frio y la espada solar es agradecida. Nos encaminamos a un lado del mismo donde Begoña asienta sus reales directivos y en cuya mesa de trabajo se agolpan cientos de papeles cuidadosamente uniformados. En la estancia principal, vitrinas y expositores muestran los preciados tesoros bodegueros de la Casa con su joya principal, el vino naranja. La marca más conocida de ella.
“Todos los elementos que utilizo, como ya te he dicho antes, son bodegueros. Mira, la Duela me sirve como soporte para la pintura, los fondos de la barracas, los corchos, los flejes, todo…los remaches para fijar los cuadros. Todo hasta conseguir la simbiosis perfecta entre el arte y el vino. Siempre he trabajado mucho sobre la madera pintando directamente sobre ella. La mancho directamente. Mancho para perderle el miedo al blanco del lienzo. En todas las exposiciones las he realizado así; mezclando con acuarela y lápiz a de color sobre la madera. La pintura queda fundida y sale la veta…»
Y qué temática prefieres, Begoña. Suspira y mira al techo haciendo un gesto de impotencia. “Eso depende de la época . Siempre me han gustado los bodegones y los desnudos, también los retratos. Después, me dio por los paisajes, por el mar y los puentes. En concreto, mi última exposición se iba a llamar “Sobre Puentes”… ¡Va por épocas! Es algo que no es estático. Pasa igual que con la técnica, que varía. Con la técnica no se nace, se hace. Se nace, sin embargo, con el arte, que hay que sentirlo, hay que cultivarlo. Y de colores… Me encantan los tono tierras. En otra época, los tonos fríos…¡ Lo ves, todo cambia! Me gustan también, los grises y los azules. Oscuros, con un halo de misterio.”
La primera copa de vino de naranja es deliciosa. La segunda superior. El licor entona el cuerpo sin acartonarlo. La atmosfera es relajada y escucharla, a Begoña, constituye un verdadero de placer. De sus ojos nacen todas las fantasías que su mente creativa visualiza. Se mueve y habla como una artista aunque ella se niega tal epíteto.
“No me catalogo en ninguna escuela. Me da pudor hacerlo, no pertenezco al mundo del arte y me parecería pedante por mi parte hacerlo. Ahora bien, si me preguntas por pintores preferidos te diré que son muchos. De los clásicos, me encantan Velázquez y Cezanne, aunque no me gusta decir que este me encanta y este no. Quiero valorar el arte como concepto y no como competencia, pues todos los pintores o artistas tienen algo que aportar. Pienso que la pintura no ha de ser estudiada sino sentida, todas las obras te pueden enseñar algo. Un cuadro de Picasso, por ejemplo, te puede llegar mucho y otros nada. En este caso, no soy nada mitómana.”
Decidimos marcharnos a almorzar. El calor del vino nos congratula con el frío del exterior. Caminamos hacia un mesón cercano al centro del pueblo. Vamos andando respirando ese aire fresco y sano que la localidad me produce. La belleza de sus estrechas calles y sus admiradas y admirables casas de plantas bajas me retrotraen recuerdos de niñez, de aceras estrechas y carreteras de escasa circulación de automóviles, exceptos los de tracción animal. Begoña me sigue hablando de sus sueños e ilusiones, contenta y entusiasmada. Esta mujer que ha triunfado en el mundo de las leyes y lo va a conseguir en el de la pintura es totalmente dura consigo misma. No quiere ni escuchar palabra sobre su futuro éxito. Dice tener los pies en el suelo. Para todo. Es sencilla, muy sencilla.
“Me encantaría dedicarme cada vez más a la pintura. Profundizar más en ella. Para pintar necesito un cierto sosiego, un espíritu tranquilo y sereno. Ahora voy a mil por hora. Mi estado mental, en la actualidad, no es precisamente el más propicio para dedicarme a pintar. Los negocios, la Bodega, me atrapa todo el tiempo del mundo. Y, aunque soy muy soñadora, también soy muy realista. “
Personalmente, con independencia, de que me parece una mujer guapa y encantadora, Begoña me sabe a sencillez y simpatía. Abierta y amiga. “No sé qué decirte, Miguel Ángel, doy una impresión primera de distancia, lejana. Quizás sea por la idea estereotipada de que el abogado es una persona fría, distante y conservadora y el pintor, todo lo contrario. Más bohemio, más artista y menos conservador…” Bella persona. Le gusta el campo y la playa. Su época del año preferida es el otoño y su color los tonos claros, a diferencia de los oscuros, que son sus preferidos en la pintura. Le gusta todo tipo de música y nada de deporte, no practica ninguno. Y el cine… se siente incapaz de estar dos horas ante una pantalla. Es Begoña Sauci. Una gran mujer, una buena abogada, una gran artista.