HBN / Antonio Bonet. Su pasión por la imaginería religiosa lo llevó hasta Huelva el pasado 19 de octubre y se quedó impresionado con lo que aquí encontró. Él es Antonio Bonet Salamanca, doctor en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid; licenciado en Filosofía y Letras, en la especialidad de Geografía e Historia, por la Universidad de Zaragoza; y licenciado en Geografía e Historia por la Complutense; además de haber obtenido el diploma de Perito en Pastoral por la Universidad Pontificia de Salamanca.
Natural de Madrid, Bonet cuenta con una dilatada experiencia en el mundo de la imaginería religiosa nacional, con participaciones en medio centenar de conferencias, siendo autor además de numerosas publicaciones en las que sobresale el mundo cofrade y la religiosidad popular como tema principal, y colaborando con diferentes revistas especializadas en temas de Religiosidad Popular, Teología, Antropología, Arte y Hermandades y Cofradías. Trayectoria que lo ha llevado a casi todos los puntos de la geografía española, haciendo parada en Huelva el pasado mes de octubre con motivo de la celebración de la Procesión Magna coincidiendo con el ‘Año de la Fe’, fundamento por el cual ha querido compartir con todos los onubenses, a través de Huelva Buenas Noticias, sus impresiones sobre la misma. Así las explica:
«Perdura en mi memoria agradecida el gozoso y grato recuerdo generado tras el pertinente viaje efectuado desde Madrid hasta la Ciudad de la Luz para presenciar el anunciado Acto de Fe, propiciado por el Año de la Fe, concedido por iniciativa del reconocido teólogo y pastor emérito y universal Josep Ratzinger (Benedicto XVI, 11-10-2012-24-11-2013).
La proclamación del Año de la Fe propició la organización de diversas salidas Magnas, Encuentros, Exposiciones Viacrucis y demás actos protagonizados por las Hermandades y Cofradías penitenciales en el ámbito nacional, y entre ellas la Magna onubense, prevista para el sábado 19 de octubre) y que tuvo que ser, como en otros supuestos, suspendida ante las confirmadas previsiones de lluvia, que, aunque mantuvieron el tono estival de la jornada, impidió la anunciada celebración procesional ante la lógica inquietud y cuasi desesperación del entorno cofrade. El acto estaba programado con la requerida antelación y emulaba, en rememorada cronología, al convocado allá por 1950, declarado por Pío XII, Año Santo, que contó con la organización del último Santo Entierro Magno, en el que participaron once pasos. Por todo ello, no fue del todo insólito, encontrarse con gentes provenientes de alejados puntos de la geografía penitencial española, venidos hasta Huelva con el afán de asistir, aprender y asimilar el rico patrimonio imaginero del que hacen gala sus respectivas Hermandades y Cofradías.
El centro neurálgico del Encuentro onubense y eclesial quedó asentado en la transitada Plaza de las Monjas, bajo la presidencia del Obispo diocesano y el rezo de seis misterios relacionados con la Pasión de Cristo, acto que hubo de ser postergado a la mañana dominical. A pesar del inicial y aparente fracaso ante la suspensión del acto sabatino con la desoladora presencia de las enfiladas y humedecidas sillas, ausentes del reclamado gentío y sometidas al goteo arrollador de una pertinaz lluvia, que cubrió de intranquilidad los ánimos depositados por el Consejo de Hermandades de la ciudad de Huelva, la Guía Cofrade anunciaba el evento de la Magna onubense prevista para la tarde del sábado 19 de octubre (17 pasos presididos por el Resucitado), con la seguridad y la garantía depositadas en dicha jornada. Mas, no todo fue desarraigo y pesar, ya que, algunos, entre los que me incluyo, tuvimos el privilegio de contemplar la exposición y muestra cofrade en el Ayuntamiento onubense, propiciada magníficamente por la Ilustre Hermandad de Penitencia y Cofradía de Apostolado del Santísimo Cristo de la Fe y Nuestra Señora de la Caridad con motivo de su XXV aniversario fundacional.
Durante la tarde, las escasas hermandades que pusieron los pasos en la calle tuvieron que refugiarse con la premura de una lluvia que impidió el lucimiento, por lo que hubo que esperar a la siguiente jornada sublimada en soleada, intensa y cálida mañana dominical. Desde su inicio, tuve la personal fortuna de contemplar la imaginería expuesta en los distintos templos capitalinos (Catedral de la Merced, Santa Teresa, San Francisco de Asís, Purísima Concepción, Sagrado Corazón de Jesús, el Carmen, Los Dolores, El Pilar y San Pedro), Iglesias, (Santa María de la Esperanza con su Hermandad de San Francisco), Ermitas (Soledad), Capillas y Hermandades (Jesús Cautivo). Integradora visita complementada por la detallada información y orientación aportadas por el afable Hermano Mayor de los ‘Estudiantes’, Javier Pérez Blanco, junto a los consejos y datos facilitados por algunos artistas del pincel, encabezado por José María Franco Gutiérrez, y por su hijo y amigo, el escultor Alberto Germán Franco Romero, junto a la generosa presencia del restaurador e imaginero de la tierra, Juan Luis Aquino Pérez.
Las cofradías penitenciales por su antigüedad y naturaleza eclesial constituyen el movimiento eclesial, apostólico y asociativo dotado de una trayectoria secular que nos remite hasta la Baja Edad Media, en paralelo con el surgimiento de las Órdenes mendicantes integradas por franciscanos, dominicos, sin obviar otras congregaciones afines a la religiosidad popular, como servitas, trinitarios, mercedarios o capuchinos. Durante la etapa barroca, alcanzaron un auge inusitado, en paralelo al denominado Siglo de Oro de la imaginería y la escultura religiosa, fase que, con algunas variantes incorporó el fenómeno imaginero al rango y nivel de la escultura sagrada. Esta fue la respuesta al prolongado estilo y reclamo de signo neobarroco imperante, definido por su arraigo figurativo y sustentado en una escenografía de corte naturalista, inspirada en los relatos evangélicos que ha perdurado hasta tiempos recientes.
Ante el cúmulo y la variedad de imágenes de carácter procesional resueltas durante la segunda mitad de la pasada centuria, pude admirar el exitoso legado imaginero onubense, inspirado por la gubia de diversos artistas, generadores de una belleza humanada y divinizada, encarnada en madera vista y policromada. Lejanas quedaban las disquisiciones surgidas desde antaño, un tanto impropias de esta tierra, entre iconódulos e iconoclastas, ya que la fe yahvista, se remitía al Dios trascendente e invisible, al Dios que hablaba a un sumiso y obediente Moisés, desde la zarza ardiendo, la nube o la tormenta.
No se autorizaban las imágenes ni las estatuas dedicadas a Yahvé, por lo que, la sed de Dios y el anhelo por contemplar su rostro constituyeron objetivo inalcanzable y excesivo ante los límites de nuestra percepción y capacidad visual. Con creciente interés, pude contemplar en el interior de las naves edilicias de San Pedro, la Concepción o la Victoria, los grupos ya dispuestos para recorrer y visitar en su anunciado itinerario procesional, las arterias y plazas de Huelva. Resultaba insólito advertir en consonancia a la estival climatología prorrogada en plena fase otoñal, la reinante fenomenología integradora de una atípica Semana Santa, dispuesta para ser compartida y vivenciada con la intensidad de los cinco sentidos en actitud predispuesta a honrar al Cofrade Único y Mayor, acompañado de su solícita Madre, en participada, compartida y multitudinaria devoción.
El integrador patrimonio imaginero y cofrade fundamentado durante la anterior centuria y el actual comienzo del nuevo milenio responde a la pluralidad y buenhacer generados por los denominados ‘maestros de la gubia’. Plural y engordada estadística integrada entre otros artistas, escultores e imagineros, por el alcireño de origen, Ramón Chaveli Carreres, asentado en Jerez de la Frontera, en pareja cronología al longevo y avezado artista de Picassent, Enrique Galarza Moreno, autor del colosal conjunto del Cenáculo onubense presidido por el Señor de León Ortega.
Prosigue la relación con el desconocido, por lo general, escultor valenciano que desarrolló su quehacer escultórico en los madrileños Talleres de Arte Granda, Julio Vicent Mengual y su hijo, el también escultor, José Luis Vicent Llorente, además de la imaginería generada por José Rivera, Gómez del Castillo, los gaditanos Luis Ortega Bru y Martín Lagares, el extremeño y académico Enrique Pérez Comendador, artífice de la imagen patronal onubense de San Sebastián. En el foco andaluz hay que reseñar la actuación artística de los sevillanos, José Manuel Bonilla Cornejo, Luis Álvarez Duarte, Juan Abascal Fuentes, Lourdes Hernández Peña, Juan Manuel Miñarro López, José María Leal Bernáldez y Miguel Bejarano Moreno.
Tampoco escasea la nómina de los artistas de la tierra, presididos por el artista nacido en Higuera de la Sierra, Sebastián Santos Rojas, Elías Rodríguez Picón, David Valenciano Larios. Francisco Márquez, “el Cano” y Enrique Pérez Saavedra, junto a la dilatada y meritoria producción del considerado por antonomasia artista e imaginero de origen ayamontino Antonio León Ortega, el escultor por antonomasia de la imaginería procesionada durante la Semana Santa onubense, autor de buena parte de la escultura religiosa contemplada en la matinal dominical. A la espera de la edición y puesta de largo de la Tesis Doctoral rubricada exitosamente por el también escultor Alberto Germán Franco, dedicada a su excelso y considerado maestro, el estilo y la trayectoria imaginera de León Ortega inciden en la singularización escénica, a partir del correcto tratamiento anatómico y el dominio del controvertido oficio de la gubia, asumidos en la plasmación de los pliegues y cabellos que rezuman un atemporal clasicismo, en símil a la plasmación iconográfica de sus múltiples imágenes cristológicas, marianas y hagiográficas.
Supo interpretar con la maestría que destilan sus imágenes encauzar la devoción popular onubense, apreciable en sus consideradas encumbradas piezas, encarnadas en los grupos de Angustias mariano y del variopinto y colosal agrupamiento de personajes integrado en el Descendimiento, pleno de conjuntadas y armónicas figuraciones ascensionales que reclaman la sugerente y apuntada espiritualidad de estilo, proyectado a la talla completa, exenta, policromada y estofada. El paso del Descendimiento resta permanente expuesto en el templo dedicado al vicario Pedro, sin obviar su acierto y participación en diversidad de tallas como, las del ‘Cristo del Amor’, el misterio del ‘Desprecio de Herodes’, ‘Jesús despojado’ de los Mutilados, ‘Cristo Cautivo’, ‘Jesús del Calvario’, ‘Cristo de las Tres Caídas y Verónica’, ‘Cristo de la Sangre’, el ‘Cristo de la Fe’, además de su intervención en la imaginería de signo mariano, como la titular de los ‘Ángeles’, ‘Rosario’, ‘Cena’, ‘Paz’ de Mutilados, ‘Amor y Valle’, o las más antiguas de la ‘Victoria y San Juan’, desaparecidas en el incendio de 1953.
El dilatado y cualificado legado imaginero concebido y resuelto por la gubia de León Ortega, merece especial refrendo, apoyo y cuidado de instituciones y particulares, en su proyección y conservación, en evitación, de posibles cambios conceptuales sujetos más a la moda y puntual percepción, que a la contextualización del ideario y al proceso escultórico esbozado en origen, nunca exento como aludía Arias Montano de la perseguida espiritualidad, modernidad y clasicismo que destilan sus esculturas. Su espiral tridimensionalidad consigue expresar la particular fisonomía judía del hijo de María, la universalidad del hombre eterno, y la singularidad teológica del Hijo de Dios encarnado, tres categorías afines a la historia de la filosofía y de las artes plásticas. Sus imágenes incorporan con hondura el rostro de un Dios, al que se reza y espera, en consoladora y silente presencia en el templo, o acogido en la expectante bulla de la calle, predispuestas en su aparición, función y cometido a la santificación de cada rincón del transformado urbanismo onubense. Por suerte, se han ido creando distintas Comisiones de Imaginería, integradas por profesionales del ramo artístico y cofrade, con el encargo de velar por los cambios asumibles, las innovadoras incorporaciones imagineras y las oportunas restauraciones del patrimonio heredado.
El conjunto se acoge a una de las tipologías que recoge la tradición pictórica proyectada a la tridimensionalidad escultórica (Exaltación eucarística, Última y Sagrada Cena), aunque, si nos ceñimos al relato bíblico, el último ágape de Cristo fue el compartido junto a los discípulos de Emaus). La factura y disposición de los personalizados comensales se asemeja en el ámbito compositivo al resuelto, en talladas anatomías, a su precedente y homónimo oriolano, de 1944, del mismo autor, artífice igualmente del paso de ‘La Flagelación’ para la capital del Segura. La hermandad onubense comparte el carácter penitencial, dominico y sacramental al colaborar su Hermandad en la organización de la Semana Santa y en la procesión del Corpus Christi. Versada resultó la explicación aportada por el joven imaginero y restaurador Juan Luis Aquino respecto a su intervención en el citado grupo expuesto en la colosal parroquial del Sagrado Corazón de Jesús.
En síntesis y, a pesar del negativo comportamiento climatológico hay que felicitarse conjuntamente por el esfuerzo depositado en la anhelada Magna onubense. Un fin de semana que me permitió contemplar con la requerida y oportuna excepcionalidad, el desconocido y sugerente patrimonio artístico y escultórico onubense, dotado de la requerid armonía compositiva y revestido de la solícita belleza que me permite confesar con sincera gratitud el viaje y estancia a la capital onubense».