Benito A. de la Morena. Acaba de fallecer un hombre que supo devolver la dignidad a un pueblo que la había perdido, tras años, muchos años, de dominio imperialista, pero él tuvo que pasar 27 años de cárcel por defender ideales como éste que divulgó en su autobiografía:
«No nací con hambre de libertad. Nací libre, libre de todas las maneras que podría conocer. Libre de correr en los campos cerca de la choza de mi madre, libre de nadar en el arroyo que atravesaba mi pueblo, libre de asar maíz bajo las estrellas y de subirme al gran lomo de los bueyes al paso lento (…) No fue hasta que aprendí que la libertad de mi infancia no era más que una ilusión, que ya me habían privado de mi libertad, que empecé a tener hambre de ella».
¿Cuántos representantes públicos conoce usted que estén dispuestos a entregar hoy lo que este hombre ofreció en vida?
Él consiguió unir a un pueblo que estaba vilipendiado y les ofreció una esperanza para sobrevivir en ese largo camino de la emancipación colonial opresiva y un motivo para soñar con su rehabilitación como personas dignas en un mundo libre.
En mi país, en mi ciudad, en mi barrio, las personas se están acostumbrando a asumir como propias las ideas “prestadas”, que ni siquiera razonamos, o a ser gratificadas a cambio de la “obediencia debida”, sin plantearse que todo ello conlleva una arriesgada sumisión que nos está privando del derecho a la libertad de opinión, con la consiguiente aparición de “zombis” en los diversos espectros, políticos, sindicales, religiosos, empresariales, académicos etc. que por la migaja diaria ofrecen su voluntad al magnate de turno y, lo que es peor, convencen a sus familias de que la opinión en libertad es una falacia que no sirve para nada.
Hay muchas personas que todavía pensamos que la libertad, en todas sus vertientes, es un derecho natural que está intrínseco en el espíritu del ser humano desde su nacimiento y que cuando la perdemos, nuestra vida ha dejado de tener sentido y ya estamos muertos.
Los “corruptos” nos llaman “idealistas”, pero ellos suelen ser “gentes que se han dejado sobornar y pervertir por corruptores perversos, que adulteran, compran y degeneran” las voluntades y opiniones ajenas para su uso interesado y en contra de la colectividad, como dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua española.
Así es la vida, pero en la lucha diaria por mantener la equidad y los valores, algunos siempre recordaremos que hubo una persona que, con su forma de ser y de pensar, obtuvo el Nobel de la Paz en 1993 y fue el primer presidente de Sudáfrica. Nos referimos a Nelson Mandela, q.e.p.d.
1 comentario en «Prisionero 466»
Mandela ya está justificado por la existencia de muchas personas que piensan como Benito de la Morena, lo dicen así de sencillo y provocan complicidad en los que lo leemos.
Mandela debería tener muchos imitadores entre nuestra clase dirigente. Y Benito seguidores de su forma de mirar y su manera de decir.
Felicidades a Huelva B.N.
Y gracias a Benito de la Morena.