José Miguel Jiménez / Zalamea. El ocho de diciembre de 1854 el Papa Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Este hecho fue acogido con gran júbilo en toda la cristiandad celebrándose todo tipo de festejos. La utilización del fuego en las celebraciones religiosas fue un elemento que la Iglesia adoptó de ritos paganos. Para la celebración del dogma inmaculado se procedió a encender hogueras, ritual que se convirtió en algunos lugares en una celebración anual, como es el caso de Zalamea.
El municipio de Zalamea la Real se suma a esta tradición y desde varias semanas antes, niños y mayores se afanan en recoger y apilar leña, restos de madera y muebles para montar la candela que arderá en la tarde noche del siete de diciembre. El repique de campanas posterior a la celebración de la novena es la señal para prender las hogueras y las hachas o jachas (haces de leña realizados con planta de gamonita), acompañados de material pirotécnico.
Al mediodía de la jornada de las candelas, se efectúa desde el balcón de acceso a las bóvedas de la Iglesia de la Asunción, una tirada de caramelos. Es un acontecimiento que suele congregar a muchos niños y niñas, generalmente acompañados de sus abuelos.
Hace alrededor de veinte años, esta celebración sufrió un bajón en lo referente al número de candelas y de participación en general, por lo que el Ayuntamiento decidió otorgar una serie de premios para las candelas con la idea de fomentar la fiesta.
Podemos encontrar candelas de diferentes tamaños, normalmente se coloca como base la madera procedente tanto de restos de muebles o troncos de árboles y a continuación, se cubre con montones de jaras. Existen también, quienes deciden adornarlas con guirnaldas y colocar en la cima una bandera con los colores inmaculistas (celeste y blanco), o bien, algún elemento singular como muñecos de trapo o maquetas de los más variados objetos, la torre de Zalamea y vehículos, entre otros.
Actualmente, esta tradición goza de buena salud al haberse extendido a la mayoría de candelas una posterior parrillada o barbacoa, donde vecinos y amigos permanecen hasta altas horas de la madrugada degustando los productos del cerdo ibérico preparados en los rescoldos de la candela, todo acompañado de los licores de la tierra. De esta manera, amigos, familiares y vecinos desafían al frío de las noches gélidas de diciembre.