Ramón Llanes. Con el mismo sigilo las aguas volvieron a su cauce también el sol, -es un decir-, pero vuelve el cine a ponernos pilas de fantasía, donde ni siquiera existen los enemigos; la película es el resultado poético de la vida que en Huelva toma color de mar y los que llegan lo hacen gustosos, como si retornaran a este paraíso.
Se abre el telón infinito de los sueños ahora que se presentó de nuevo la luz, se abren los sentidos, la propuesta de cine es larga y curiosa, con habla castellana y dejillo criollo o peruano o chileno. Importa la presencia de los protagonistas, también de los amantes, nunca de los enemigos, también de los ácratas o los ateos de cine, también los díscolos. Temperatura de cine, pantalla, gente de otros mundos que nos vienen a enseñar sus trabajos en arte. Será un placer para Huelva, le pondrá una nota lírica, romántica y bulliciosa.
El telón se abre para cerrarse nunca, la butaca es poco a poco la posición observadora de la vida de los otros donde a veces nos encontramos la nuestra. Es un placer para Huelva que exista un cine nuevo para nosotros tan parecido a la vida.