La juventud: luz de esperanza

Benito A. de la Morena. “Y la luz de la penumbra comenzó su retirada, difuminándose en trazos en ese cielo auroral que alumbraba mis temores, y el sonido de los mares, de los ríos y del viento transmitiendo su bravura, me permitió recobrar ese aliento que perdiera y me provocó amargura, sumiéndome en el pesar….”

Cuando dos jóvenes te hacen revivir las esperanzas que depositaste en el camino de tu vida y te hacen sentir reconfortado y confiado en que tu esfuerzo y ejemplo no ha sido baldío, uno debe reconocer que pudiera estar equivocado en sus lúgubres apreciaciones sobre el futuro que le espera a la sociedad.



Y me hablaron de “valores”, de la necesidad de poner límite en los derechos y de exigir el cumplimiento de las obligaciones; del falso contraste progresista o conservador que se pretende “vender” desde las cúpulas de los poderes políticos; de la falta de respeto, la ausencia de disciplina, del odio de los skin head “bicolores” por derribar el recuerdo de todo aquello que fue parte de la historia de un país que no quieren respetar.

Me dijeron que los jóvenes son sanos y comprensivos, alegres y cumplidores, altamente liberados, pero poco libertinos; que la solidaridad y el sexo encuentran en “su” cultura un sentido diferente al que yo pueda entender, pero no por eso es malo ni debe ser censurado, pues es el “mundo” de hoy. Y ahondando en esa estadística que saben que me conmueve, calcularon  entorno al treinta por ciento la masa de juventud que coincide en botellones y festejos en la playa que asusta a los cincuentones, pero que son minoría, escaso cinco por ciento, aquellos escandalosos y obsesivos perturbados que abusando de la coca y del whisky ponzoñero salen en documentales, caso del de “Callejeros”.


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Personajes con carrera, estudiantes en activo, trabajadores de empresa… forman la gran mayoría de esa alegre juventud que otros suponen perdida, y que alentaban la duda, una duda transcendente que autoexplica y que razona esta agresión mantenida que se ejerce sobre el joven: “un sentimiento lascivo que nace en el subconsciente de aquellas gentes “históricas” que nunca fueron alegres por la represión innata del poder y de gloria que sufrieron en sus mentes”.

No fue fácil rebatir a estos chicos veinteañeros que me crearon la duda y me hicieron meditar hasta alcanzar la sonrisa de la comprensión madura que aún vibra con las ideas de reformas y sus miedos, pero casi convencido y abrumado por los hechos debo de reconocer que, en “su” mundo y en el “mío”, sentimos necesidad por rasgar las vestiduras en busca de libertad, de ampliar el horizonte y construir un camino acomodado al estilo que cada generación tiene, y nunca mirando atrás.

Queridos jóvenes, gracias por vuestra opinión.

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