Elisabeth Méndez. “La feria de Gibraleón sin castañas es como un jardín sin flores”. Con una expresión tan clara y precisa como esta, Andrés Pérez, propietario de uno de los puestos ambulantes de castañas, nos explica la importante relación existente entre este fruto y la feria olontense, una relación que se remonta al siglo XIV, conviviendo de esta forma desde los orígenes con la misma.
La Feria de San Lucas es una de las más antiguas de Andalucía, siendo además durante muchos años una de las más importantes de España, caracterizada por el comercio del ganado y productos artesanales y gastronómicos. De hecho, centrándonos en este último aspecto, los primeros peros, nueces y castañas de la temporada desde siempre son exhibidos en esta feria, creando una relación casi directa entre la llegada del otoño a Huelva y la degustación de los primeros ejemplares de estos productos en Gibraleón.
Una tradición que ha perdurado hasta nuestros días, regalándonos esa bella estampa de la calle principal del Recinto Ferial plagada de comerciantes con esos puestos con olor a peros, castañas asadas, nueces…sin olvidarnos de los turrones, puestos de artesanía y tómbolas que aportan mayor colorido y dinamización a la feria olontense, además de ese Real que hoy día sigue siendo el centro de exposición del ganado llegado de toda España.
“Son días en los que muchos nos jugamos el pan para nuestro hijos”, nos explica Andrés Pérez, natural de Linares de la Sierra, quien lleva 65 años acudiendo a esta cita a la que no ha faltado desde que tenía nueve años. Para él, al igual que para muchos comerciantes, la Feria de Gibraleón es mucho más que un simple trabajo, es una tradición familiar a través de la que cual se sienten identificados. “Si no existieran nuestros puestos, la feria no sería feria”, comenta este vendedor.
Tal es la importancia que esta cita ha adquirido en la vida de Andrés que, según nos da a conocer, “cuando trabajaba de camionero, mis vacaciones siempre la solicitaba para la Feria de Gibraleón y la de Feria de Niebla, otra celebración a la que no falto nunca. Incluso el año que hice la ‘mili’ pedí el fin de semana para acudir con mi puesto a la Feria, y cuando me lo concedieron me sentí muy afortunado”.
Llegados a este punto, le solicitamos que nos exponga cuales son los principales atractivos de sus productos, y con contundencia nos responde “que todos proceden de Huelva”, confesando ser de esta forma un claro defensor de nuestra gastronomía. “Pocos lugares pueden presumir de la calidad que tenemos aquí. Nuestras castañas son las mejores que existen para el paladar. La mayoría de las que vendo proceden de Cortegana, pero también tengo una variedad francesa que me la suministra un señor de Aracena, y aunque estas tienen la ventaja de que son menos delicadas, como el sabor de las nuestras ninguna”.
Invitándolo a recorrer con nosotros esos años de experiencia como vendedor de castañas en Gibraleón, años que han recibido su recompensa en 2011, cuando su labor fue homenajeada por el ayuntamiento de la localidad, Andrés Pérez revela que “ha cambiado mucho. Recuerdo que en mis primeros años nos reuníamos aquí unos 30 puestos o más, procedentes principalmente de Linares de la Sierra. Hoy día soy yo el único linarense que sigue, y no hay ni la mitad de puestos que entonces”. Esto es debido, según nos explica, “además de a la época económica actual, a que hoy día se pueden adquirir con más facilidad estos productos en comercios de la provincia, por lo que si antes vendíamos más de mil kilos, ahora con 600 kilos vendidos tenemos que sentirnos más que satisfechos”.
Para conseguir vender todos esos productos, principalmente las castañas, “que es lo que más demandan”, es fundamental que la meteorología acompañe. “Hay años en los que ha llovido y no hemos vendido ni la mitad”, explica este onubense, confesando estar preocupado por el riesgo de lluvia para la jornada de este sábado, “una de las más importantes de la feria”. En este sentido, Andrés, quien afirma ser una persona muy conocida por los olonteses y por todas las personas que año tras año acuden a la feria de San Lucas, nos explica la importancia que tiene en su vida actual que su negocio en la Feria funcione, “desde que me jubilé, todo el dinero que gano es para mis hijos. Dos de ellos están en paro, y una ayuda como la que aquí solemos conseguir les permite afrontar muchos problemas económicos. Yo disfruto con verlos felices, y todo me parece poco para ellos”.
De esta forma, Andrés Pérez, al igual que el resto de vendedores y olontenses que gozan desde la tarde-noche del jueves de su Feria de San Lucas, no cesa de mirar al cielo, esperando que la lluvia no estropee la que se ha convertido en una de las citas más importantes de su vida, y a través de la cual cientos de personas sienten el placer de degustar las primeras castañas de la temporada.