Ramón Llanes. Vuelvo a advertir la enemistad existente entre lírica y finanzas. En un mundo ordenado por las finanzas pueden caber estas hipotecas trampas de interés variable que diseñan un negocio mirando solo para uno de los lados, arbitrando fórmulas que encajen en una legalidad ininteligible y beneficien más (desordenadamente más) a quien presta que a quien paga. Sépase que los prestadores también solicitan el dinero que han de prestar pero al calor de un interés bajo lo compran y al calor de las respectivas subidas lo venden. Comprar a dos y vender mañana a tres, pasado a cuatro, etc, ¿lo entendí? ¿o aún quedan más trucos de por medio? No, en un mundo ordenado por la lírica empezaríamos hablando de versos y terminaríamos hablando de emociones, no cabrían estos enjambres de engaños, cabrían sueños, pasiones, utopías.
Nos han metido en este pozo de sombras a cambio de concedernos la posibilidad de tener más en menor tiempo, el juego del tiempo y del espacio entendido a la manera del capital tan aliado a las consignas del poder o viceversa. El engranaje del sistema es tan perfecto que cuesta una vida destronarlo y los consumistas -nosotros- no tenemos toda la vida para perderla solo en esta guerra y sumisos entramos sin rechistar en la jaula no sin antes haber perdido gramos de dignidad. Cada vez que se entra en este juego, usted y yo salimos perdiendo, siempre, compruébelo.
De ahí, de ese galimatías de pagos, nacen bien amparados los estrés, los infartos, las rabietas, las letras pequeñas de los préstamos avaros y la injusticia financiera. De la lírica, del poema, del verso, de un sueño, del atardecer, de un rato con un libro, de una conversación, nacen los proyectos humanos, la concordia, la esperanza, la solidaridad, la paz, la vida. Sépase el lugar que nos ocupa el pensamiento en la fórmula que elegimos para vivir y sabremos si escogimos la mejor de las opciones, sin trampas.