Miguel Velasco Márquez. Álex de la Iglesia siempre se ha caracterizado por ser un director cargado de brillantes ideas iniciales pero con una falta de recursos argumentales alarmantes para hacer que ésas, inicialmente atractivas ideas iniciales, soportaran el desarrollo de todo un largometraje.
Aunque El día de la bestia fuera un revulsivo importante para el cine español de la década de los 90, no fue hasta La Comunidad que supo comprimir sus múltiples tics en una historia compacta, coherente e incluso, en ocasiones, brillante. El problema es que desde entonces no ha vuelto a parir ninguna obra de semejante envergadura fílmica.
Toda película de Álex de la Iglesia cuenta con un arranque prodigioso y ésta no iba a ser menos. Unos primeros 20 minutos cardíacos, vigorosos y de cine en estado puro. Justo desde la escena donde la pandilla se hace con el cartel de Schwepps hasta la adrenalínica escena en el Valle de los Caídos el director firma un arranque brutal. Sin embargo, transcurrida la primera parte, el film se desinfla y el director de 800 balas despacha un segundo acto plano, excesivo y, lo que es más alarmante en un producto de este tipo, falto de gracia, donde la trama de las brujas, que tendría que ser el leitmotiv de la historia, se convierte en la causante de la avería narrativa.
Centrándonos en el argumento, la historia nos habla de un grupo de hombres desesperados que decide atracar una tienda de “compro oro”. Desgraciadamente, José, el protagonista, un divorciado, tiene que llevarse a su hijo Sergio, de ocho años, al atraco. Antonio, otro de los atracadores, pierde el coche porque su mujer se lo ha llevado para hacer la compra. Tienen el botín, una bolsa con 25.000 anillos de oro, pero no tienen un pobre vehículo con el que escapar. Entonces paran un taxi que conduce Manuel, otra víctima de una situación conyugal insatisfactoria. ¿A dónde huir? ¿a Marruecos? Difícil pasar con el taxi, de modo que deciden escapar a Francia, porque José, además, le ha prometido a Sergio que vivirán en Disneylandia. Así pues, de camino entran en los bosques impenetrables de la Euzkadi profunda, tierra de akelarres y sorgiñas, y terminan cayendo en las garras de una horda de mujeres enloquecidas que se alimentan de carne humana.
En el plano interpretativo, de la Iglesia mete con calzador a su chica otorgándole todo un papel protagonista. El problema es que donde no hay, no hay, y Carolina Bang brinda una de las interpretaciones más planas y lamentables de todo el año. Inaceptable.
Mario Casas y Hugo Silva se muestran desorientados en unos papeles que tienden al histrionismo con demasiada frecuencia. Y en el caso del primero, su falta de dicción es un problema añadido.
Por suerte están Carmen Maura y Terele Pávez para salvar, algo, la función. Mientras que la primera hace lo que puede con un personaje anodino, Pávez devora la pantalla a dentelladas. Magnífica.
En definitiva, de la Iglesia nos trae una obra menor (muy menor), disfrutable, eso sí, si queremos un mero rato de evasión sin mayores alicientes.
Cuenta con un gran logro, una primera parte enorme que queda sepultada por un segundo acto salpicado de apariciones forzadas, errores brutales de casting y un desenlace bochornoso. La tildaría de decepcionante, pero para que algo llegue a decepcionarte las expectativas deben ser altas. Y no es el caso.
Ficha técnica
Película: Las brujas de Zugarramurdi. Dirección: Álex de la Iglesia. País: España. Año: 2013. Duración: 119 min. Género: comedia negra. Interpretación: Hugo Silva (José), Mario Casas (Antonio), Carmen Maura (Graciana), Terele Pávez (Marichu), Carolina Bang (Eva), Gabriel Delgado (Sergio), Jaime Ordóñez (Manuel), Secun de la Rosa (Pacheco), Pepón Nieto (Calvo), Macarena Gómez (Silvia), Javier Botet (Luismi), Carlos Areces (Conchi), Enrique Villén (deficiente mental), Santiago Segura (Miren). Guión: Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría. Producción: Enrique Cerezo. Fotografía: Kiko de la Rica. Dirección artística: Arturo García y Jose Arrizabalaga. Vestuario: Paco Delgado.