Miguel Ángel Velasco. Con ocasión del retorno al mundo artístico onubense del pintor de La Puebla de Guzmán, Fernando Domínguez Rivas (1.962), hemos logrado reunir en un encuentro informal a dos especialistas en esta materia de la pintura onubense. Se tratan de Jesús Velasco Nevado, historiador del Arte y autor de numerosos tratado sobre la pintura onubense del siglo pasado y actual y a Bárbara Yánez Feria, igualmente historiadora del Arte y comisaria de la exposición, que sobre los Pintores del Andévalo se realizó hace poco tiempo en nuestra provincia. Por supuesto a esta cita no pudo faltar la persona objeto del improvisado debate. Fernando Domínguez Rivas.
Hace mucho tiempo que conozco al maestro. Fernando Domínguez Rivas. Lo veo claramente en el recuerdo con su bata blanca parcheada de mil trazos de colores, como un arco iris abstracto. Los pelos revueltos, los ojos brillantes, la carcajada presta. A su lado, como siempre, otro maestro, su compañero inseparable. Paco Rivera. Blanco y Negro. Un bar. La calle Marina a mediados de los ochenta del pasado siglo. Todo se me antoja distinto, raro, simplemente diferente. Aún teníamos a Paco. Blanco y Negro.
La noche anterior de este típico mes de octubre de 2.013, acudí a ver una pequeña muestra de su obra reciente en un conocido bar-restaurante de Huelva. Estaba en la puerta hablando con unos conocidos. Su aspecto parecía bueno. Lógicamente había envejecido, pero su aire juvenil y alegre seguía siendo parejo al de veintitantos largos años atrás. Reía con uno y otro con cierta dejadez, como si aquello no fuera con él, ajeno. Como si las pinturas que colgaban sobre la pared no fueran de su autoría y las hubiera parido un extraño. Se dejaba hacer, se dejaba llevar, se dejaba opinar. Imagino, por lo que le conozco, lo que pasaba por su interior. El espíritu burlón y juguetón que anida en su alma se divertía entre divertido, irónico y mordaz. “Decid, hablad lo que queráis… me da igual”. Pero no, no le da igual. Blanco y Negro.
A la mañana siguiente quedamos para tomar café en la Plaza Niña. Acude con Bárbara Yáñez Feria, una joven encantadora, Licenciada en Arte y entusiasta seguidora de la obra del artista, antes incluso de que fuera comisaria de las Jornadas sobre el Patrimonio del Andévalo, “Pintar el Andévalo», en la que el pintor intervino. Al poco tiempo llega Jesús Velasco. Historiador del Arte y admirado por igual por la compañera y por el pintor.
–¿Cómo estás, Paco? ¡¡¡Cuánto tiempo!!! Le saluda Velasco mientras Fernando le muestra una de sus mejores sonrisas y le abraza. “Bien, Jesús, muy bien… mira te presento a una compañera, Bárbara. Sabes que es hija de Pepi Feria.
Nos sentamos y sin más preámbulos comienza una conversación amena, muy fluida entre la juventud y frescura sapiente de Bárbara y la veteranía y madurez de Velasco. Fernando y yo los escuchamos en silencio sin que ninguna palabra o gesto queden sueltos.
-Me alegro tanto de tu regreso –comienza diciendo Jesús Velasco- que siento que treinta años rejuvenece de nuevo la ciudad. Nos rejuvenece a todos. Cuando allá por 1985, de la mano de Javier Herrera, por entonces director de la Biblioteca Pública, tú y otros como tú, decidisteis cambiar o alterar el orden establecido, trajisteis una bocanada de juventud, de compromiso y, si me lo permites, de “modernidad” de la Movida madrileña y la ‘Máquina Española’ sevillana se posa en Huelva.
Bárbara le escucha atentamente y asiente. Se la ve entusiasmada tanto por la figura del pintor como por las palabras del compañero.
-Sí, la verdad, Jesús. Para mí ha sido algo muy curioso conocer a Fernando. Lo conocí como persona antes que a su obra y a tu análisis sobre él en los años noventa en tu maravilloso libro y tu fundamental tesis doctoral en el contexto de la historia de la pintura contemporánea en Huelva. Yo sentí con él feeling instantáneo, en el sentido de artista-comisario. Esto fue en la exposición que se organizó dentro de las III Jornadas de Patrimonio del Andévalo en la Puebla de Guzmán, su pueblo natal; a pesar de que él diga que es de Huelva capital, de la clínica del doctor Oliva en la calle del Puerto. Enseguida comprendí que estábamos de acuerdo en el campo artístico, con independencia de nuestros propios puntos de vista. Teníamos ideas complementarias que me sirvieron mucho a la hora de elegir a los artistas que con muy buen sentido él me iba indicando. Además fue una época en la que estudiaba Museología en Granada y después de ese primer encuentro profesional quedé interesada en conocer más sobre su trayectoria, sobre todo en su faceta de profesor de Arte, en la escuela que compartía con Paco Rivera, que sirvió de plataforma para muchos artistas ahora en activo y que además era necesaria para pasar una prueba de acceso a los estudios de Bellas Artes. Lo ha dicho todo de corrido, con esa fuerza e ímpetu que sale cuando un tema encandila y se conoce de él. ¿Qué opinas, Jesús?
-Bueno, en cuanto a su trayectoria con Paco… Parece meditar sus ideas Jesús antes de continuar. Toma un poco de la menta poleo , todavía sin probar, del humeante vaso y mirando a Fernando, suspira y nos dice. Vamos a ser claros, la vinculación artística de Fernando con Paco Rivera, al formar Equipo 2 en el año 87 se plasma como una de las apuestas más arriesgadas y provocativas de la segunda mitad del siglo pasado en esta comunidad. Como decía alguien que os conocía bien “frente a una concepción definitoria de la materia apriorísticamente limpia de anécdotas, confundían sus normas en la terminación de las obras, en la naturaleza del arte, ya que acudían, por una parte, soluciones conceptuales, por despersonalizado, y, por otra, minimal, por conferir su valor expresivo a unas contundentes y parcas categorías formales. Curiosamente, pese a la magnitud colosal de sus obras, no armaban los propósitos desde una visión ascética, sino dentro de una divertente manifestación crítica hacia la sociedad y el mundo del arte”.
-Fernando escucha atentamente la conversación de los dos técnicos casi sin pestañear. Ni asiente ni deniega sus comentarios ahora. Parece sumergido en su mundo. Como si estuviera preñando una de sus obras. Sus ojos van más allá del infinito cercano. Sus manos sobre los labios acarician constantemente el mentón recién rasurado. De pronto, levanta una de ella y dice, “Vamos a ver, perdonadme… me da mucha vergüenza hablar de mí mismo y mucho menos soy incapaz de autoanalizarme. Pero si os digo que siempre he intentado hacer las cosas con dignidad técnica. Me ha interesado la obra del pensamiento. Mirad, esa figura. Hay vemos a Sor Ángela de La Cruz. A mí no me interesa el exterior, a mi me interesa verla, por ello me interesa Oteiza. Yo no soy figurativo. En la pintura amo la forma, sin embargo la escultura es relajante, me gusta darle un toque lúdico. Se toma un descanso. Le cuesta trabajo hablar de sí mismo. Apura el café … “En cuanto lo que habláis de Paco, era como mi hermano. Él era muy conceptual, no usaba el color. Su especialidad era la escultura.. Mi labor con Paco era dialéctica, siempre estábamos elucubrando…»
-Jesús Velasco parece querer cortar el tema. Quizás sumergido en la reflexión de Fernando y, a la vez, animado por esta misma. “ Fernando, pues ya es hora de dejarse de elucubrar y de ir al grano. Tù sabes que si tus circunstancias vitales te hubieran permitido desplegar todo el talento que posees hubieras sido lo que todo esperábamos de ti, un grande de la pintura y de la escultura española. Tienes una formación técnica y teórica exquisitas, sabes compaginar el amor por la figura y la pasión por la descomposición intelectual del objeto, seguro que perseguido por los guiños de paisanaje que te vinculan a García Vázquez y Guevara. Dos artistas que, como tú muy bien sabes, inmensos, hicieron de sus artes una reivindicación constante contra el inconformismo. Uno desde la Universidad, un academicista total. Otro desde la vanguardia más progresiva, talentosa y juvenil que, en nombre de la esperanza de una Nueva España, lucharon por el arte abstracto lejos de aquí.
-Es ahora Bárbara la que parece explotar de entusiasmo. El Arte, la obra de Fernando le fascina. De acuerdo, Jesús… su labor docente le hace ya de por si generoso. Sin embargo, fue con la lectura de tu tesis cuando comprendí que Fernando era uno de esos artistas difícil de encasillar en un etilo artístico, aún con todos sus referentes lógicos de García Vázquez y Guevara. Sin menoscabar la obra de estos dos grandes artistas, creo que en la obra de Fernando , al menos en su faceta más contemporánea, subyace un espíritu crítico que nace de su inquietud intelectual. Es un lector, me consta, infatigable, posee una cultura amplia; aparte de sus vivencias personales que no dejan de ser cuanto menos curiosas, enriquecedoras, pintorescas en la mayoría de los casos aunque ellas le hayan llevado a soportar una importante crisis personal y una etapa, posiblemente demasiado larga, de oscurantismo profesional.
-Ahora es el que esto escribe el que tiene que cortar el relato. No la conversación. Por su riqueza y profundidad nunca me atrevería a ello. Pero recoger en un artículo el cúmulo de enriquecedoras manifestaciones allí vertidas es tarea especialmente difícil para el que suscribe. Mutilarlas un error imperdonable. Tiempo habrá para retomarlas. La obra de Fernando Domínguez Rivas ahí está para los amantes del arte. La futura se encuentra en esa fase embrionaria que permite relamernos de felicidad pensando simplemente en su nacimiento.
–¿Qué os parece la vuelta de Domínguez Rivas? Pregunto dado por terminado temporalmente el tema. Los niños de la escuela cercana empiezan a salir de sus clases y la Plaza se convierte en un enjambre multicolor y vociferante de gritos infantiles, de madres expectantes y de automóviles. Es ensordecedor. Mejor dejar aquí el oasis cultural en el que , durante más de una hora, me han sumido Bárbara Yáñez, Jesús Velasco y, como no, el autentico leit motiv de ésta. Fernando Domínguez Rivas.
–Fernando es un pintor con mucho potencial a explorar todavía. Es Bárbara la primera que se lanza a epilogar el tema. Cuando se relaja es capaz de hacer cosas increíbles. Espero que en un futuro próximo en su obra vierta todo su pensamiento crítico y necesario que en esta sociedad actual nos falta. Esta vuelta al contexto cultural onubense , su ansiosa vuelta, me consta que está siendo celebrada por muchas personas. Mira Miguel, cuando veníamos para acá, para esta charla, hemos sido parado por muchas personas que le saludaban y le animaban. La mayoría eran antiguos alumnos de él, que se han mostrado entusiasmados por el regreso del maestro. ¡Cuánto cariño he visto en sus palabras y gestos¡… No sé Jesús si estamos de acuerdo en algunas cosas, pero pienso que Fernando debe regresar y no volverse a ir, puesto que podría enriquecer con su pintura a una nueva generación de artistas onubenses…
-…De artistas españoles, Bárbara, El arte de Fernando es universal, trasciende fronteras. La interrumpe Velasco mientras hace un gesto cariñoso al pintor, que arquea un ojo y esboza media sonrisa plena de felicidad. Eres un iconoclasta. Un espíritu burlón que hiciste del arte la destrucción de tu propia vida. Un artista capaz, total, sobre dotado, ingenuo, amable, inteligente, habilidoso. Posiblemente naciste en un espacio y en un tiempo que no te acompañaron. Así que nunca es tarde para esperar con anhelo tu vuelta, para que recuperes la inmensa fuerza de un pintor y escultor que nació para regalarnos emociones.
-Qué puedo decir más después de lo escuchado. Nada. Blanco y negro, quizás. Nos levantamos y cuando abrazo a Fernando siento como una energía renovada en su cuerpo, vibratoria. Está emocionado. Lo siento. Es sensible como buen maestro. El futuro se abre para él lleno de posibilidades y creaciones. Como nunca. Lo vuelvo a ver con bata blanca adornada por infinidad de matices multicolores, su sonrisa bondadosa, su mente bullendo obras, sus dedos moviéndose ansiosos. Ya no existe el bar La Marina. Incluso la calle parece otra muy distinta y lejana, diferente. Pero existen otros bares y otras calles. No estará Paco. Nos quedará para siempre él. Blanco y Negro.