Natalia García y Yolanda Sánchez, de La Lola, apuestan por que Huelva sea un refente en el mundo de la moda

Miguel Ángel Velasco. Habíamos quedado citados en una céntrica cafetería de la onubense calle Rico. Sentado en uno de los veladores del establecimiento, contemplo con detalle la fachada de la tienda cercana y asiento en silencio sobre el acierto en la composición del escaparate de la misma. Se llama La Lola y en los estudiados maniquíes se dibujan con garbo bonitas prendas de un otoño que está por caer.

A las 17.30 horas en punto asoman las figuras de Yolanda y Natalia por la esquina de la calle Gobernador Alonso. Son jóvenes, guapas y simpáticas. Poseen todas las cualidades necesarias para triunfar en la vida, en cualquiera de las parcelas de ésta. De hecho, Natalia es aparejadora y durante 11 años fue jefa del departamento de Calidad de una importante empresa en Santander, donde residía. Yolanda, por su parte, es salmantina y de profesión psicopedagoga, hasta que recaló en esta ciudad.

– ¿Explicadme cómo con caminos tan distintos terminasteis como amigas y socias de una tienda de moda en Huelva?

Ríen antes de sorber el oloroso café.

– Mira Miguel, nuestras vidas son parejas, como pasa en las películas. Por eso que llaman el destino, una y otra, nos vimos en una situación análoga. Dejamos nuestros recíprocos trabajos, por distintos motivos nos venimos a Huelva, tenemos nuestra prole particular y nos faltaba algo por hacer y cumplir…

– En realidad nos conocimos haciendo un curso de formador de formadores – interrumpe Yolanda que hasta este momento escuchaba en silencio a Natalia-  nos hicimos bastante amigas y hablando sobre nuestra situación y qué pensábamos hacer en el futuro fuimos hablando, hablando y…

– Decidisteis montar la tienda, ¿no?
– Bueno, no fue tan fácil –vuelve a decir Natalia- Había que definir objetivos, hacer estudios de viabilidad y económicos, trámites administrativos y profesionales. Una cosa es que nos guste la ropa o el mundo de la moda y otra muy distinta es lanzarte a montar tu propia tienda. Para más inri, éramos desconocidas en la ciudad, teníamos que encontrar una franquicia que nos apoyara, un soporte y aval económico suficientes pero, ¡bueno! Al final salió adelante La Lola Huelva como una franquicia mixta por llamarla de alguna forma.

– ¿Por qué La Lola, Yolanda?
– Pues por muchas razones, Miguel… El tipo de contrato que establecimos nos era beneficioso, sobre todo como principiantas y, sobre todo, las diferentes marcas que nos brindaban eran muy buenas, de calidad y, a la vez, asequibles para el bolsillo”.

Merece la pena entrar en esta tienda. Se respira tranquilidad. No hay agobios. Todo se encuentra perfectamente estudiado. Las distancias entre los distintos elementos ornamentales y de trabajo son las ideales para moverse en libertad, sin apreturas. Las características del local les favorece.

– ¿Qué marcas ofrecéis?
– Pues tenemos marcas para todos los gustos y bolsillos… Las de esta temporada de otoño son increíbles, parecen mágicas, ¡de verdad! Nos ha llegado ropa de Aldo Gati, Tenki, Pepa Loves, Siempreviernes…

– ¡Espera –casi grita entusiasmada Yolanda– También tenemos May Day, Bicyclette, Bárbara Torrijos o Yin Laronge o Molly Braken. Encima, en complementos nos han llegado cosas preciosas de Rosa Palo, Bonne Etoile o de Esther Voltá, en joyas de vidrios.

Dicen la verdad. Las diferentes marcas posan espaciosas en percheros y estantes, muy variadas y bien plantadas. Ahora bien , me asalta la típica pregunta negativa que debo dejar en casa pero que la realidad me hace plantear:

– ¿Tendrá Huelva demanda para tanta oferta?
– Claro que sí –entonan al unísono.– Hay mucha gente que está cansada de ir a las grandes superficies, con todos nuestros respetos para ellas, comprarse un vestido y vérselo en la calle o en una boda, por ejemplo, repetido por cien. Por ello, quieren ver y comprar marcas diferentes y únicas, con la seguridad de que no van a ir duplicadas por ahí. Además, es muy importante el trato personalizado, familiar que se les da desde las tiendas pequeñas. Queremos decir que aquí, entran los clientes, saludan y miran con toda tranquilidad las prendas sin ser molestadas y nosotras no intervenimos a no ser que nos llamen para cualquier asesoramiento o alguna ayuda. Nuestra clientela no tiene un perfil definido, es más bien variado… Por regla general, se trata de una mujer joven, de 20 a 40 años, trabajadora, aunque también vienen muchas amas de casa y estudiantes. El trato, la relación que tenemos con ellas es siempre muy ameno y cordial.

Mientras las espero en el exterior a que terminen de atender a las últimas clientas, fumo un cigarrillo y pienso en la vida de estas dos chicas. Destilan alegría y belleza. Son dos damas. Jóvenes, bellas, preparadas, exquisitas, madres y luchadoras. Dos caminos paralelos que en Huelva convergieron y en Huelva fabricaron sus modus vivendi.

– ¿Qué pensáis? -les pregunto una vez que nos hemos acomodados de nuevo en la terraza del cercano bar, terminada la dura jornada laboral. ¡Y fui testigo de ello! Ahora ambas, relajadas, parecen satisfechas. Se miran sonriendo de manera cómplice, de forma que parecen dos jóvenes emprendedoras ilusionadas y nóveles… Sin embargo, atrás queda un bagaje personal y profesional extenso. Malos momentos, felicidad, luchas continuas, sabores y sinsabores. Lograr alcanzar la meta.

– Miguel estamos felices. Llevamos apenas cuatro meses con la tienda abierta y, a pesar de la crisis galopante que vivimos, a pesar de lo dificultoso que es comenzar con una nueva actividad, tu empresa, el hecho de poder sentarte aquí unos minutos, las dos, sin más compañía que nuestro propio silencio pensativo, sin hablarnos, porque con ese silencio nos decimos todo, cansadas y contentas a la vez por haber trabajado a gusto y en lo que deseas… ¡No sabes lo que es eso!

Sí, sí sé lo que eso puede ser. O, al menos, lo imagino solamente viéndolas. Miro al suelo y callamos los tres. Al fondo, el cielo de la calle Rico se está volviendo cobrizo. Comienza a subir la marea por las marismas y una brisa fresca nos envuelve agradecida. Nuestras miradas se cruzan y reimos sonoramente.

– Una cosa te decimos, Miguel, esto es disfrutar y hacer disfrutar.

Continuad así, Natalia y Yolanda. Continuad así y seguid haciéndonos soñar con vuestros propios sueños, especulando con ellos y vuestras prendas de ensueño.