Juan Manuel Muñoz. Vamos por la vida a veces, demasiadas, con actitud de confianza y fortaleza que no se ajusta a la realidad del ser humano. Nacemos, crecemos, nos desenvolvemos en la vida y morimos, sin saber cuándo y en qué circunstancias, pero morimos.
Al hilo del desgraciadísimo accidente de tren muy cerquita de Santiago de Compostela, mucho se está hablando, y más que se hablará, de la seguridad. Término y circunstancia que se maneja como si de una palabra mágica se tratara, que nos protege en nuestro tránsito vital.
Está muy claro que conforme la civilización ha ido avanzando es, precisamente, en esa materia donde más se ha progresado. Tenemos casas más seguras; trabajamos, la mayoría de los casos, con protocolos que procuran protegernos; viajamos cada vez más confiados en que llegaremos sin problemas al final del trayecto, etc., etc., etc.
Pero la realidad es tozuda y nos demuestra, afortunadamente cada vez con menos frecuencia, que la seguridad completa no existe. Nos pongamos como nos pongamos, siembre habrá un factor que hace que nuestra vida, en algún momento, corra peligro. Somos vulnerables.
En el accidente de Santiago, las 218 personas que iban en el tren, más la tripulación, viajaban con absoluta tranquilidad: un tren moderno, una vía nueva, sistemas de seguridad constatados… pero justo a 4 kilómetros de la capital de Galicia todo quedaba en manos una persona. Tantas vidas, como en otros muchos casos, dependían de una persona. Y esa persona, por circunstancias que cuesta mucho comprender, no puso el Alvia a los 80 km/h que establecía el protocolo y la tragedia se consuma en unos pocos segundos.
Mucho, insisto, se está hablando y hablará de que el sistema de seguridad de frenado automático tenía que haber estado operativo también en ese punto kilométrico de la vía, que el maquinista no tendría que haber ido solo en la cabina, que si esa curva no la tendría que haber hecho tan cerrada. Todo lo que queramos comentar, pero lo cierto es que en múltiples circunstancias, sea en el mundo del transporte o donde sea, dependemos de alguien que en un momento determinado tiene en sus manos la vida, con toda su carga, de personas que saben que en ese momento depositan su confianza en un semejante, con la fragilidad que su comportamiento pueda tener.
Así es la vida y así seguirá siendo. Desde este rincón de ‘Huelva Buenas Noticias’ envío mi más sentido y emocionado pésame a todas las personas que de forma irremediable han perdido trágica e injustamente a un ser querido. Y un abrazo y agradecimiento enorme a la gente que no dudó en echarse a las vías para ayudar a los que tanto lo necesitaban. Ha sido la única cara amable de la tragedia: la solidaridad en su máxima expresión.