Ramón Llanes. Mar de brazos extendidos y ardientes, sitio de oleaje, un campo azul que domina las mareas del tiempo, nos entretiene, se enfurece, se adorna de esa luz indigesta del sur y se mete en los rincones románticos del misterio. Somos el mar o una orilla más o la consecuencia viva de un pañuelo de agua sin picos ni pespuntes; con la sufrida paciencia de saber estar, la mar se desconoce, la mar constituye la soberanía de la inmensidad, se ha colocado en la encimera, con más compañía que soledades.
De nuevo, su contemplación. El humano agnóstico de miedos, se asoma, en estío a ruborizar las paredes blancas y el azulario, hasta el dolor. Mirar la mar ensombrecerse puede definir la actitud, se hacen los pensamientos en los claros oscuros bemoles de la atardecida y es noche intensa cuando el pensamiento está acabado, definido en la mente.
En un arrebato de caprichos la locura llega a romper el mar. Y el mar nunca se rompe, siempre es la música la que le mantiene inverosimilmente egregio y veraz, con su prontitud de vidas, con su inquebrantable persistencia. Solo un halo de luna lo vacía para volver a llenarlo. Como el mar, la sobrecogedora luminosidad, el sínfín de los movimientos. Como un mar despierto, el deshilachado arrullo de los vientos, la ternura sin destino. Como el mar, el propósito de aproximación del hombre.
Que hoy es una página la mar que mira las playas amarillas del redondel de la ofuscación; escribir en ella de la constelación Vida, de la nocturnidad, del fugaz remo que se engulle el agua, de los ocasos calientes. Escribir, cómo no, de todo el sustrato de inspiración, del arrope que nunca niega. Como el mar, no cualquier recuerdo de otra latitud, no cualquier adjetivo. Como el mar, el horizonte sin alcance, la esperanza.
1 comentario en «Hablando del mar, aproximadamente»
…a la mar que esperan van los marineros…