Benito A. de la Morena. Con motivo de la nueva campaña que, auspiciada por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el Centro Regional Europeo y Norte de África con sede en el Observatorio de Izaña (Agencia Estatal de Meteorología), está celebrando en estas fechas en el INTA, El Arenosillo, para la intercomparación y calibración de espectrofotómetros Brewer, instrumentos destinados a la observación del contenido total de ozono y radiación solar ultravioleta, me venía a la memoria la entrevista que me hizo un “acelerado” periodista, que posiblemente debería estar ultimando su crónica del día y, supongo yo, que el buen hombre precisaba de un “cómplice” que ratificara su punto de vista sobre el artículo en cuestión. En su búsqueda telefónica dio conmigo y en escaso minuto y medio de imparable asedio inicial caí en sus redes y comencé a confirmarle sus sospechas, con lo que los dos nos condenamos al fuego eterno de aquellos que no opinaran como nosotros.
No recuerdo el nombre del articulista, ni tan siquiera el medio para el que trabajaba, fue todo tan rápido…, pero no se me olvida la emoción precipitada con la que me abordó los temas, el énfasis por obtener de mí la anhelada respuesta, ese SÍ que le posibilitara, tal vez, el visto bueno de su redactor jefe y así poder lanzar al mundo su mensaje de protesta al que involuntariamente yo también me uniría.
Me cautivó el joven, supongo que lo era, por su voz así me lo pareció, y recordé como no hace todavía muchos años, cuando yo también desbordaba con mi impulso y precipitaba lluvias y granizos sobre las pacientes “víctimas”, tan cariñosas y comprensivas siempre, a ese joven que yo también fui y que sólo deseaba ayudar a resolver los “graves” problemas de la humanidad, utilizando incluso para ello la vía de la denuncia pública.
Ponía en mi boca las respuestas a sus inevitables e intencionadas preguntas, casi me obligaba a decirle, ¡sí, yo también estoy de acuerdo! Como no iba a estarlo si su corazón era todavía claro y limpio; si sólo por su juventud él aún no podía estar contaminado, y aunque se equivocara, siempre sería un error transparente y no viciado. ¡Qué diferencia de cuando hablo con personajes ya más adultos y experimentados cuyas palabras deben de ser filtradas y analizadas con prudencia!
Pero ese joven no, era valiente, directo, hasta violento diría yo, y me habló de mis temas de siempre; ¡qué si yo creía que el contenido de la capa de ozono en las zonas polares había dejado de disminuir como consecuencia de una adecuada aplicación de los acuerdos del protocolo de Montreal que limitaba el uso de CFCs! y él deseaba que mi respuesta coincidiera con su sospecha de que evidentemente no, que tal vez los países desarrollados estuvieran dejando de producir estos contaminantes atmosféricos en sus territorios por imperativo legal dentro del marco de la UE, pero que presumiblemente se fabricaran y vendieran, tal vez con otros nombres en países del segundo y tercer mundo en donde las legislaciones son más permisivas, si es que existen para estos temas, pues lo prioritario en ellos es la lucha contra el hambre y la miseria.
Y con énfasis y, tal vez satisfecho por haber coincidido su deseo con mi primera respuesta, volvía a insistir ¡qué si la negativa de Estados Unidos de América, China, India y otros mas, a las propuestas de los países de la Unión Europea para la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera durante la reciente Cumbre de Dohal el pasado diciembre 2012, podía mantener e incluso aumentar los riesgos derivados del calentamiento global del planeta, y mi respuesta fue simplemente “Sí”, no le era preciso que yo ampliara mi opinión ni le justificara que mi criterio se apoyaba en la reflexión, el estudio y la experiencia. Él aún no discernía la “trampa” que tiende esa intelectualidad en la que nos cobijamos a veces para dictar “sentencias” con cada palabra, olvidándonos de la enorme ignorancia que provoca el conocimiento cuando no va precedido de la humildad en la expresión y el comportamiento.
El joven se movía por los impulsos de los que busca simplemente la verdad, por la brillante intuición del instinto aún no manipulado por el raciocinio deformado por la información manipulada, de la misma manera que, no hace muchos años, decían de la ignorancia del pastor que le hacía sentirse el ser más feliz y documentado del planeta, pues su mundo terminaba en el horizonte de su vista y en él se desarrollaban las alegrías de su vida diaria.
Ese joven reportero me hizo recordar que aún existen personas que en la búsqueda de la verdad os mantenéis limpios. No sabemos cuando os durará, pero al menos confío en que el ejemplo de vuestro jovial e “imprudente” conducta, produzca en el corazón de los mayores esa necesaria reflexión sobre el sentido de nuestra vida y las consecuencias de nuestros actos.