Redacción. Con las últimas luces del día hizo su entrada a Moguer el centenario Simpecado de la filial moguereña, ante la atenta mirada de cientos de vecinos que se echaron a la calle para recibir a las carretas y dar la bienvenida a los romeros.
Previo al reencuentro con sus paisanos y recorrer el casco urbano de la cuidad, la comitiva rociera se detuvo en la ermita de Montemayor, para rendir culto a su patrona durante la celebración de la misa de acción de gracias, oficiada por el párroco José Manuel Raposo.
El alcalde de Moguer, Gustavo Cuéllar, junto a otros miembros de la corporación local, se desplazaron hasta el santuario que cobija a la Virgen de Montemayor para dar la bienvenida a la expedición rociera, que ha demostrado un año más la prestancia que caracteriza a esta Hermandad.
Con el templo lleno de fieles, tomó la palabra el hermano mayor de la filial, Manolo Morales, para agradecer la entrega y el trabajo realizado por los mayordomos de este Rocío, que emocionados decían adiós a una de las experiencias más intensas e inolvidables que puede vivir un rociero; y para dar la bienvenida a los que asumirán esta gratificante responsabilidad el próximo año, una treintena de moguereños que forman parte de la familia ‘Los Gaonas’.
El cambio oficial de varas se produjo unas horas más tarde, en la sede de la Hermandad ubicada en la plaza de la Iglesia, en un emotivo momento que puso broche final a la centenaria peregrinación al Rocío, marcada este año por las bajas temperaturas.
Camino de regreso. La Hermandad Filial del Rocío de Moguer emprendió el camino de retorno a casa el martes 21 de mayo, justo al mediodía, recorriendo un camino que se inició tras disfrutar de la multitudinaria procesión de la Blanca Paloma.
Una de las últimas paradas de la Virgen fue, precisamente, en la casa de la Hermandad de Moguer, situada a escasos metros de la ermita, donde mecida por sus costaleros, recibió un año más el cariño y la devoción de un pueblo que vive con pasión su peregrinación a la aldea almonteña.
Los peregrinos moguereños, guiados por su carretón centenario, llegaron el martes 21 de mayo por la tarde a Pino Gordo, y vivieron en hermandad su última noche de camino, exprimiendo esta experiencia y soñando con volver el año próximo.
