El amor llevó al onubense Juan Pérez hasta Alemania, donde trabaja en un hospital enfrentándose cada día a enfermedades como la tuberculosis o la malaria

Juan con el skyline de Frankfurt de fondo.
Juan con el skyline de Frankfurt de fondo.

Ana Rodríguez. La ciudad alemana de Fulda es ahora el hogar del onubense Juan Pérez, quien dejó su tierra natal cuando el amor, fugazmente, llamó a su puerta.

Juan nació en Huelva, aunque pasó sus primeros seis años de vida en el pueblo serrano de El Campillo. Con esa edad, su padre, profesor de EGB, pidió traslado a la capital y los Pérez se instalaron en el barrio de Los Rosales. Tras estudiar en el colegio Al-Andalus y el instituto Fuentepiña, hizo un módulo de grado superior en Aplicaciones Informáticas, en el IES San Sebastián, aunque lo que le hubiera gustado a este onubense hubiera sido poder estudiar Comunicación Audiovisual en Sevilla. Sin embago, la espinita se la quitó poco después, metiéndose en un máster en Diseño Gráfico en el Instituto de las Artes Visuales.


Festival de Cine de Huelva

A partir de ahí, la vida laboral de Juan Pérez ha sido muy amplia y variada. Ha hecho de todo, desde trabajar en agencias de publicidad, en una imprenta en Asturias, de camarero, en cooperativas de fresas, agencias de ocio, incluso hizo sus pinitos cinematográficos haciendo de extra en una película.

Juan con su traje de protección alfa.
Juan con su traje de protección alfa que emplea en la desinfección de habitaciones del hospital.

Ahora ha encontrado un arriesgado empleo en Alemania, en el equipo de desinfección de un moderno hospital donde cada día lidia con enfermedades como la tuberculosis, la hepatitis o la malaria.


Puerto de Huelva

– ¿Por qué decidió marcharse a Alemania?
– La verdad es que todo empezó por culpa de un Bacardi limón. Sinceramente fue gracias a una chica alemana que conocí en un bar de Huelva, después de que, tras ocho o nueve tragos, decidiera sacarla a bailar. Ahí empezó todo, tuvimos una relación y acabé aquí, en Fulda, en la región de Hessen, donde es famosa la ciudad de Frankfurt am Mein. La decisión de marcharme también estuvo motivada por la precaria situación laboral que estaba atravesando, sin dinero y agobiado por las letras.

– ¿Encontró trabajo desde Huelva?
– Lo intenté muchísimas veces, enviando correos a agencias de publicidad aquí ubicadas, pero sólo me contestaban con una disculpa formal o un “lo siento, pero no tenemos nada para tí”. Al menos contestaban.

Juan en el mercadillo de Düsseldorf.
Juan en el mercadillo de Düsseldorf.

– ¿Cuánto tiempo lleva en Alemania? ¿A qué se ha dedicado?
– A día de hoy llevo ocho meses, camino de nueve ya. Durante todo ese tiempo he trabajado en dos sitios distintos. Me llamaron de algunas ofertas, casi de forma instantánea, nada más inscribirme, pero tenía el problema de no saber alemán, así que, cuando llegaba a las entrevistas no había manera de entenderse. El primer empleo que encontré fue en un restaurante italiano, con personal y jefe italiano. Las condiciones laborales no eran muy buenas. Fueron mis inicios. Ahora, por suerte, estoy mejor.

– ¿Cuál es su empleo actual?
– Ahora trabajo para el Estado, como personal laboral en el Klinikum de Fulda. Se trata de un hospital muy moderno, bastante equipado y con capacidad para muchos pacientes. En él me dedico a la desinfección de habitaciones o ‘rincones’ donde haya algún virus o bacteria contagiosa para el ser humano. Después de hacer un curso en el mismo hospital, me incorporé inmediatamente al equipo de desinfección. Lo que hacemos concretamente, y dependiendo del agente patógeno que tengamos, es equiparnos con un traje de protección, armarnos de sprays, mopas y trapos y ponernos a limpiar cada esquina que veamos, con una serie de productos químicos más o menos fuertes, según el caso.

Vista panorámica de Nuremberg.
Vista panorámica de Nuremberg.

Suelo trabajar seis horas, de lunes a viernes. Si trabajo el fin de semana están obligados a pagarme a 20 euros la hora. De esta manera, cobro mucho más que un trabajo de ocho horas en España; no obstante, estás expuesto desde a una simple gripe a enfermedades más serias como tuberculosis, hepatitis, malaria, etc.

– ¿Cómo fue esa llegada a Fulsa?
– Mi llegada a Alemania fue cargada de muchísima ilusión y ganas de empezar una nueva vida. Los primeros miedos surgieron cuando llegué por primera vez a mi WG (piso compartido). Allí, en el salón, había cinco o sies personas que recibieron a mi novia y a mí y no entendí ni siquiera las palabras formales del saludo alemán. Acabé agobiado y con fuertes dolores de cabeza al intentar comprender sin éxito lo que decía la gente, así que me apunté a un curso intensivo de alemán -nada menos que cinco horas al día de lunes a viernes- y, después de seis meses, al menos, podía mantener una conversación sencilla y entender muchas cosas. Ya he hecho el examen de B1 y después no sé si seguiré hasta el B2 o me quedaré ahí.

En el parque de miniaturas de Ruhla (en la región de Turingia).
En el parque de miniaturas de Ruhla (en la región de Turingia).

– ¿Tuvo algún problema?
– Lo peor fue la presión inicial de buscar empleo. Recuerdo un día en concreto que tuve la tentación de volverme a casa. Salí a buscar empleo tipo ‘minijob’ para ganar algo de dinero y pagarme la escuela, comida y habitación. Lo primero que tuve que resolver fue el seguro médico: sin la ‘Krankenkasse’ (Seguridad Social alemana) no podía matricularme en el intensivo de alemán y tampoco trabajar en ningún ‘minijob’. El problema era que, por norma general, el seguro médico costaba de media 160 euros y, si trabajas ganando 400 euros, restándole los gastos… las cuentas no salen. Además de eso, no podía acceder al empleo sin una cuenta bancaria porque en todos los bancos te ponían pegas para abrírtelas si no tenías trabajo. Por suerte, mi novia, después de infinitas llamadas, encontró una solución que funcionó: un seguro médico de 36 euros que sólo servía para gente que estuviera estudiando alemán, pero no me permitía trabajar. En realidad, me arriesgué, trabajé, pude abrirme la cuenta bancaria y a día de hoy no ha llegado ninguna carta… por suerte.

Juan y su ex novia alemana por la que decidió marcharse fuera.
Juan y su ex novia alemana por la que decidió marcharse fuera.

– ¿Qué pasó con su novia?
– Ya no es mi chica (risas). Al cabo de dos meses de estar viviendo aquí, la cosa no funcionó. Ahora somos compañeros de piso. Lo mejor de todo es que tenemos una excelente relación y durante todo este tiempo siempre ha estado ahí para ayudarme cuando me ha surgido un problema. Es la filosofía alemana: aunque los sentimientos se hayan terminado, tienes ahí una amiga o un amigo para toda la vida.

– ¿Es una experiencia que recomendaría? ¿Qué le diría a tus paisanos?
– Dependiendo de la formación que tengas, sí es cierto que Alemania tiene mucha demanda de eso que se conoce como ‘gastarbeiter’, como ingenieros y enfermeros, por poner un ejemplo. La firma suele allanarte el terreno para que te acomodes en el país y empieces a trabajar con total seguridad y ganando bastante bien. Pero eso no es lo normal y no todo el mundo accede a esas superofertas de trabajo.

En un paraje del Rhön.
En un paraje del Rhön.

Recomendaría la experiencia a esos jóvenes valientes que ya hayan agotado sus opciones en España y no les afecte vivir en un país tan diferente al nuestro. Los inicios serán duros, habrá que empezar desde cero y el idioma es difícil de aprender, pero al final acabarás hablándolo por pura supervivencia.
Por supuesto, aquí hay que venir con un capital inicial algo notable para mantenerte mientras no encuentras trabajo. Importantísimo también apuntarse inmediatamente al intensivo de alemán porque, aquellos que piensan que con el inglés van a todas partes, están equivocados: te van a hablar en alemán en el trabajo. Cuando superas ya esa parte inicial, empezarás a vivir de forma más decente y con un sueldo digno. Con un poco más de experiencia o suerte, se acaba trabajando en lo que uno ha estudiado. Yo todavía no he alcanzado esa fase, pero lo haré.

Como no, a las visitas este onubense las lleva a probar las salchichas de Frankfurt.
Como no, a las visitas este onubense las lleva a probar las salchichas de Frankfurt.

– ¿Cuáles son sus planes futuros?
– Junto a un amigo que conocí en un curso de desarrollo web en Huelva, quiero montar una empresa de ingeniería web que también cubra servicios como agencia de publicidad, aquí, en Alemania y en España. En estos momentos estamos desarrollando el plan de márketing y la página web. Mi socio ya ha conseguido varios clientes y está ya todo a punto para darla de alta para ponerse a trabajar en serio. Además, durante un tiempo lo compaginaré con el trabajo del hospital hasta que vea que la cosa va bien y tengamos una clientela sólida. Tengo mucha ilusión y ganas de empezar.

– ¿Qué le gusta más de Alemania?
– Lo que más me gusta de estar aquí es pasar los viernes por la noche en un bar llamado ‘Underground’ donde nos reunimos la buena gente de Fulda. Se trata de un local para “indígenas”, como me gusta llamarlo. Allí me tomo mis cervezas de medio litro a lo vikingo y picoteo lo que dejen en la barra. La música es muy de mi gusto y la gente se te acerca a que le des cháchara espontáneamente, sin conocerte. Eso me encanta.
Fulda tiene menos de la mitad de habitantes que Huelva, pero es más grande en metros cuadrados. Tiene el récord de número de iglesias en una misma ciudad de Alemania –se la conoce como el pequeño Vaticano germano- y su gente, la autóctona de verdad que he podido conocer, es de lo más generosa y simpática.

En la Fulda salvaje, que tiene esa luz azulada de un sol casi inexistente en pleno invierno.
En la Fulda salvaje, que tiene esa luz azulada de un sol casi inexistente en pleno invierno.

Por otro lado, el trabajo en esta ciudad y en el Bundesland de Hessen en general, es fácil de encontrar. Si no ha cambiado la situación, Fulda tiene un porcentaje de paro del 4,2 por ciento según los datos de marzo de este año. Cierto que hay mucho trabajo, pero para acceder a él hay que ir escalón por escalón, generalmente empezando en un ‘minijob’ donde el nivel de comunicación en alemán no sea muy importante. Esperemos que aguante así muchos años.

– ¿Hay algún hobbie que tuviera en España y que en Alemania no pueda practicar o viceversa?
– El fútbol sala. Aquí es casi imposible encontrar un polideportivo con unas pistas de futbito donde echarte una buena pachanga con los colegas. En cambio, quiero empezar a practicar aquí un deporte que dejé medio colgado cuando vivía en Asturias y me apasiona: el parapente. Aquí hay buenos clubes y sitios donde poder tirarse con la cometa. Sólo necesito sacar tiempo para poder terminar el curso y ponerme a volar.

Juan está montando su propia empresa con un amigo.
Juan está montando su propia empresa con un amigo.

– ¿A qué cosas de Alemania le ha costado más trabajo acostumbrarse?
– La organización. Aquí todo está hecho con reglas. Me cuesta aún trabajo y me produce algo de estrés, aunque lo cumplo, seguir el plan de limpieza de la casa, escrito en la pared con una ruleta que gira y que te asigna la zona del piso que debes limpiar y las actividades que debes realizar. En mi trabajo, por ejemplo, tengo que firmar mil formularios antes de irme a casa para justificar mi actividad de cada día. Es increíble lo que se gasta aquí en papel. Por otro lado, me hace mucha gracia quedar con mis amigos alemanes. Aunque sea lunes y hayamos quedado para el sábado, te están preguntando la hora, sitio, si se hará algo después, al día siguiente, a qué hora recogerse… todo perfectamente planeado.

– ¿Qué echa de menos de Huelva?
– El sol, sin duda. Ese cielo azul que tenemos casi todo el año. Desde octubre, y aunque los medios nacionales de aquí dicen que se trata de un fenómeno aislado, sólo ha brillado el sol cuatro o cinco veces en cinco meses. La comida también la hecho muchísimo de menos. Aquí hay platos buenos, pero donde esté un choco a la plancha, unas puntillitas o unas gambas… ¡cómo eso no hay nada!

Gracias y suerte Juan

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