Juan Manuel Muñoz. El destino, a estas alturas de la vida, me ha dado la oportunidad de ver de cerca el rostro del necesitado. De apreciar como seres humanos desfavorecidos y privados de los mínimos elementos para vivir de manera digna y autosuficiente, son atendidos con el mimo y cariño que no tendrían, de ninguna de las maneras, si no fuera por la caridad, abnegación y generosidad de unas personas que han puesto todo lo que son capaces de dar al servicio de gente que estaría absolutamente desamparada.
He visto en los centros de Betsaida, en Beas; en Cristo Roto, en Gibraleón; en Nazaret, en Gibraleón; etc., como una pequeña muestra de una gran obra, las caras de agradecimiento de los que no son capaces de entender nada, pero sí de apreciar el trato amable y entregado de las personas que los cuidan.
Y gracias a conocer a estas personas, tanto cuidadores como acogidos, aprecio la labor que se está realizando desde la Asociación de Obras Cristianas de Gibraleón, y me alegro de que los dineros públicos, en este caso provenientes de la Junta de Andalucía, se destinen a ayudar a esta causa humanitaria de primer orden. Pueden estar tranquilos en la Administración autonómica, porque sólo con ver el rostro de las mujeres y hombre, niños y niñas, muchachos y muchachas atendidos en los distintos centros se da por bien invertido cada euro asignado.
¿Qué sería de estas personas si no existieran iniciativas como las que estoy comentando? Pues que gente como la que he visto tendría muy poca esperanza de vida; así, como suena, estaría, a merced de la inclemencia de una existencia que no se la desearíamos ni a los animales.
Desde este rincón de Huelva, asomado a la enorme ventana de Internet, quiero ensalzar la labor de muchas mujeres y hombres que son capaces de atender y cuidar a los que la sociedad no puede atender ni cuidar. Y, además, hacerlo de manera cualificada para que esa atención se traduzca en el mayor bienestar de los semejantes a los que miman y cuidan.
Nadie me lo ha contado. Lo he visto con mis propios ojos y por eso animo a la Asociación de Obras Cristianas de Gibraleón a que continúe por el camino que inició hace muchos años y que ha prolongado más allá de las propias fronteras españolas.