Benito A. de la Morena. Si queremos que el ser humano en el Planeta tenga un futuro de “calidad”, deberemos ir asumiendo retos para cumplir con el significado de estas definiciones: sostenibilidad, desarrollo sostenible, ecodiseño, ecoinnovación, eficiencia energética, ecoeficacia, energía renovable, cambio climático, ecomovilidad, inteligencia ecológica.
Conceptos nuevos que han debido surgir como consecuencia del “maltrato” al que hemos sometido al Planeta y que, como consecuencia, está afectando a la calidad de vida de los seres vivos que lo habitan.
No queda más remedio que poner soluciones, pero éstas deben llegar desde el razonamiento lógico que permita perpetuar la especie dentro del equilibrio de desarrollo sostenible y pensando en el porvenir, y no sólo en el presente.
Evidentemente hay soluciones, pero éstas deben de ser impuestas por la fuerza de la razón, no por la razón de la fuerza, y para ello debemos recuperar los valores fundamentales de la convivencia que nace de la inteligencia natural, y dejar a un lado las ambiciones extremas.
Nadie nos va a resolver nuestro problema, debemos ser los humanos actuales los que aportemos soluciones y, a mi entender, y salvo excepciones, hay una generación perdida, que suele superar los 50 años, demasiado acomodada en el «mundo» que ha creado para su dicha y confort. Otra en fase incipiente, que no ha llegado a los 22, que es la que sufrirá o disfrutará de lo que suceda; y la tercera, la que está en medio, que es a la que les toca realmente buscar las soluciones a los desmanes cometidos, si queremos que la especie sobreviva adecuadamente.
¿Ficción?, ¿realidad?, ¿debemos esperar 50 años para comprobarlo? Tenemos que aprender a usar la razón en beneficio colectivo y abandonar el endiosamiento que produce el ego natural que todos poseemos, pues, realmente, sólo somos polvo compactado y eso lo comprobamos cuando morimos.
Afortunadamente, los jóvenes, a los que todavía no hemos “contaminado”, pueden aportar soluciones, siempre y cuando los acomodados “seniors” sepamos dejarles tomar las riendas de un mundo que va siendo, cada vez, más suyo que nuestro, y si no les dejamos ocupar su espacio, ellos ya saben lo que deben y tienen de hacer.