Redacción. El obispo de Huelva, monseñor José Vilaplana, ha presidido en la mañana del Martes Santo, en la catedral de la Merced, la misa crismal de consagración del Santo Crisma y bendición de los Óleos de los Catecúmenos y de los Enfermos.
En su homilía, Vilaplana ha pedido a los sacerdotes que “cultiven su fe”, en su condición de educadores de la fe del pueblo de Dios. En este sentido, ha invitado también a dar gracias a Dios por la propia fe y a que vivamos la dimensión comunitaria de la misma “creciendo como Iglesia diocesana, como comunidad de creyentes”. Al respecto, ha llamado también a la unidad de los presbíteros, para que “no trabajen de forma aislada, sino unidos, dando lo mejor de nosotros mismos y complementando a los demás”.
Estas palabras han sido pronunciadas en una celebración en la que, junto al obispo, han participado el obispo emérito, monseñor Ignacio Noguer Carmona, y presbíteros y diáconos de la Diócesis, cooperadores del orden episcopal. Esta unidad con el obispo se hace más significativa con la presencia de los fieles cristianos de todas y cada una de las diversas partes de la Diócesis, acompañando a sus sacerdotes, quienes en esta celebración renuevan públicamente sus promesas sacerdotales y son animados por el obispo a guardar la fidelidad de su ministerio.
Monseñor José Vilaplana ha alentado también a “reavivar el sentido misionero de la fe y a hacerlo visible a través de la caridad, puesto que la fe se fortalece dándola”, algo que empuja a la evangelización y “nuestra misión como sacerdotes es hacer visible a Cristo y continuar su misión con la unción del Espíritu Santo”, ha apostillado. El obispo ha querido recordar, además, la importancia de “cuidar la evangelización de los padres que nos presentan a sus hijos para la iniciación cristiana y de la piedad popular de nuestros pueblos, de manera que tengan siempre presentes las raíces de la fe”.
Asimismo, ha apuntado que “en medio de la crisis que persiste, tenemos que ser padres de los pobres y trabajar por una Iglesia pobre y para los pobres”, en referencia a una de las claves esgrimidas por el Papa Francisco en sus primeros días de Pontificado.
El Santo Crisma es una mezcla de aceite y sustancias aromáticas con el cual son ungidos los que se bautizan y se confirman; con el Crisma se ungen también las manos del nuevo sacerdote, la cabeza del que es consagrado obispo el día de su ordenación sacramental, los altares y las iglesias el día de su dedicación.
Con el Óleo de los Catecúmenos se unge a quienes van a recibir el Bautismo, mientras que el Óleo de los Enfermos remedia las dolencias del alma y del cuerpo, ayudando a hacer frente con fortaleza a su mal físico y espiritual.
El Santo Crisma y los sagrados óleos son llevados, posteriormente, a todos los arciprestazgos y parroquias donde, de un modo solemne y expreso, son presentados, como expresión de unidad, en la Misa Vespertina del Jueves Santo.