César Recuero. Nuestra alimentación ha regresado al puchero. Lo dice el Ministerio de Agricultura, y debe ser verdad, porque ya se sabe que con las cosas de comer no se juega. En unos pocos años de crisis, hemos recuperado lo que durante décadas nos fueron robando los americanos con su comida rápida, sus menús de plástico y sus pollos criados sin cabeza, sin patas y sin nada.
Estos años duros que nos está tocando vivir también tienen su lado positivo. Aún a riesgo de incurrir en un consuelo de tontos, los datos de la cesta de la compra indican que con la crisis estamos volviendo a hábitos de alimentación más saludables. La verdura regresa al cajón de abajo de la nevera y la fruta de temporada colorea nuevamente la cocina, al tiempo que las alacenas se repueblan de garbanzos y lentejas. La cocacola queda para el fin de semana y el agua del grifo reina de nuevo en la mesa.
Garbanzos, pollo (con cabeza), costilla, tocino y hueso de jamón. Papas y zanahoria. Y para rematar, si llega el bolsillo, un trozo de jarrete. No hace falta más, sólo agua, una ramita de yerbabuena, la olla express y un ratito dando vueltas la bolita y haciendo pfs, pfs, pfs…
El coste aproximado de un puchero para cuatro personas no llega a diez euros. Por ese irrisorio precio más un puñado de fideos o de arroz, podemos alimentar a nuestra familia durante un par de días y, si hemos sido previsores y generosos con las cantidades, aún nos quedará materia prima para hacer una fuente de croquetas.
Efectivamente, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Y de lo que nos enseñaron desde pequeños. Y de nuestros olores y de nuestros sabores. Tanta globalización ya, con lo rico que está un puchero.
1 comentario en «El puchero»
Lo malo, es que hay gente que tiene que hacerse un puchero viudo. Eso con suerte. Otros lo tienen que aderezar con las facturas diarias y la hipoteca.
Nos conformamos con ser Sanchos, mientras llenemos la panza. El problema, o la solución, vendrá, cuando nos desengañemos de que la insula prometida, hace tiempo que se la comieron nuestros Quijotes de turno.