Juan Manuel Muñoz. El año 2013, en su todavía corto trayecto, lo estoy llenando de reencuentros. Cuando las circunstancias obligan a dar un cambio de rumbo profesional, uno tiende a remover los recuerdos para intentar buscar soluciones a una situación complicada. Y en esa búsqueda estoy volviendo a unos momentos en los que Huelva fue el lugar donde, en otros tiempos, tuve la suerte de dar con un puñado de personas que me acogió y ayudó a salir adelante.
Ahora, unos cuantos años más tarde, ha ocurrido lo mismo y parece que estas tierras de nuevo me proporcionan el pan y la sal que me hacen falta para seguir. Por eso, quiero aprovechar esta ventana de buenas noticias recién abierta, para expresar mi gratitud a las personas que no se han olvidado de mí y que me vuelven a dar el cariño que, por lo que se ve, estaba bien cimentado.
En este reencuentro, también me estoy dando cuenta de que el tiempo no pasa en balde y que deja su huella; unas veces con los surcos profundos que provocan las malas experiencias, y otras con la evolución propia del renovarse o morir.
Sea como fuere, aquí estamos de nuevo con el deseo de que a los que me he encontrado en peor estado sean capaces de reconducir su actividad y los que han tenido la suerte de mantener el tipo sigan por el camino que los nuevos tiempos reclaman.
Me gustaría nombrar a cada persona que en Huelva me ayudó a salir adelante durante muchos años, pero la lista sería interminable. Os aseguro que no le guardo rencor a nadie, porque nadie me dio motivo, al menos ya no me acuerdo. Sólo quiero que sepáis que cuantos os cruzasteis en mi camino habéis sido importantes para mí y que en este reencuentro, aunque sea virtual, os tengo presente.
Gracias, Ramón por abrirme esta ventana; gracias, Fernando por contar siempre conmigo; y gracias, Antonio de Padua por tu cariño incondicional.
Me seguiré asomando de vez en cuando para ver si desde aquí soy capaz de contemplar todo lo bueno que vi cuando me asomé a otros ventanales, desde el Conquero, al Muelle del Tinto, pasando por la plaza de San Pedro, la mismísima calle Concepción, o el 1900. Nos vemos.