Un viajero curioso / Cumbres Mayores. Hay días que te sorprendes a ti mismo. Esto me ocurrió el día 28 de diciembre en un fecha significativa en el calendario, día de los Santos Inocentes. Decidí dar un paseo por la Sierra de Huelva para deleitarme con sus colores de invierno y sus aromas a matanzas caseras. Cogí el coche y conduje sin plan alguno sintiendo el aire frío en la cara y sin darme cuenta visualice en el horizonte un pueblo, coronado por lo que parecía ser una impresionante torre y a su sombra un difuso castillo medieval.Sin dudarlo me dirigí hacia ese lugar, las encinas y dehesas me acompañaban en mi recorrido hasta visualizar con más claridad lo que al principio parecía un espejismo, cada vez estaba más cerca de aquella torre donde destacaban sus colores ocres con adornos rojizos acompañadas de tejados de lo que parecían ser cúpulas de capillas anexas que invitaban a investigar en su interior. Su horizonte estaba sembrado por un centenar de almenas que definían la importancia estratégica que este lugar tuvo en la historia de la comarca.Aparqué y sin dudarlo un instante decidí que este recóndito lugar tendría que pasearlo con toda la tranquilidad que ese día merecía
Mi primer objetivo fue caminar por unas de sus calles, buscando resguardo entre las sombras de sus blancas casas. La empinada travesía desembocó en una majestuosa visión. A mis pies se encontraba una plazoleta donde conviven en armonía dos edificios impresionantes. A mis derecha un majestuoso castillo y a mi izquierda un esbelto campanario complemento de una elegante edificación.Decidí comenzar a vivir mi experiencia por el amurallado lugar. Un letrero me indicaba que se trataba de una Fortaleza del siglo XIII y mandado su construcción Sancho IV El Bravo.
Sus imponentes torres principales dan la bienvenida a todos los curiosos que se acercan hacia él invadiéndote una sensación de pequeñez y fragilidad debajo de su imponente vatacana. Tras flanquear su puerta la amplitud resta el sentimiento anterior. En esa des ubicación de sensaciones encontradas me recibió su guía turística que me ayudaría a comprender todo lo que descubro en ese momento y me invita a pasear por el paseo de ronda. Mi retina enfoca paisajes y colores en tonos azulados que no había encontrado en ningún lugar excepto allí.
Desde aquí con paso firme me dirigí a su iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, patrón que comparten ambos monumentos. Su pórtico sencillo invita al caminante a entrar en su interior. La oscuridad se hace a la vista y tus ojos se van adaptando a ese cambio de luz, intentas ubicarte en su interior e inexplicablemente descubres la luz en tonos dorados de un elegante e impresionante retablo barroco que alberga el altar mayor. Tal resplandor te invita a disfrutar del cálido silencio que te envuelve el estar rodeado de tal delicadeza escultórica y pierdes la noción del tiempo.
Sus columnas, querubines, tallas y un sin fin de detalles no resta importancia a las demás naves o sus bóvedas nervadas que coronan las alturas.
Cumbres Mayores me había cautivado pero el compartir momentos con sus ciudadanos me hizo comprender que todavía existen lugares en nuestra geografía donde sus gentes aún son hospitalarias.
Degustar su gastronomía fue otro placer para los sentidos. Sus guisos tradicionales, su jamón ibérico de bellota, sus carnes ibéricas y un largo etc. me llevaron a continuar el paseo improvisado para bajar las deliciosas calorías. Sus imponentes casonas, sus plazoletas escondidas me volvieron a llevar al casco antiguo. No quería despedirme de Cumbres Mayores sin antes volver a visualizar el interior de su iglesia. No sé realmente que ocurría, pero el pueblo estaba reunido bajo los pies de aquel sueño dorado que con la iluminación hacía más imponente los destellos de aquellas delicadas tallas de madera.Me senté como un espectador más y las luces se apagaron.La Coral Polifónica Miguel Durán hacia su puesta en escena alumbrados con las sencillas llamas provenientes de las velas que portaban en sus manos. El Adeste Fideles envolvía el templo que por unas horas se convertiría en un espacio acústicamente perfecto como en las mejores operas de las grandes ciudades. Sus canciones navideñas y sus delicadas voces nos hacían olvidar por algún momento donde nos encontrábamos.
Cuando pensaba que todo finalizaba hizo su presencia un Coro Romero llamado ‘Amanecer Cumbreño’, sus villancicos populares acompañados de la alegría que desprendían sus componentes me hacía pensar en la suerte que tenía por encontrarme en ese momento allí.
Cual fue mi sorpresa, cuando averigüe que me encontraba en el concierto de Navidad que Cumbres Mayores celebraba y que el broche final a tal grata experiencia lo pondría la Banda Municipal de Música.
Si la puesta en escena de las anteriores agrupaciones sorprendió, la de la banda nos ilusionó. Los miembros más pequeños que interpretaban el villancico clásico de Navidad, Navidad en un gesto de improvisación al grito de: – ¡Esto es muy aburrido!, nos demostraron la inocencia y las ganas por participar de un momento tan especial acompañando a la banda con instrumentos de percusión.
Las melodías se iban haciendo más destacables con la BSO de El Padrino, de Moon River. Pero faltaba el momento cumbre de la velada. Su director un chico joven, Alejo Garzón, explicaba la pieza que habían elegido para cerrar el concierto de Navidad. Deseaba que comprendiéramos el esfuerzo que habían puesto dada la dificultad de la partitura.
Las primeras notas me hacían recordar algún momento vivido con esa impecable melodía de trasfondo, mi memoria me reveló de pronto de que partitura se trataba Las bodas de Luis Alonso. Los tempos, la fuerza y el buen hacer hizo de la pieza un sublime colofón de una noche inexplicablemente mágica. El marco era incomparable, la música inmejorable, el acompañamiento de la bailarina sorprendente…
Cumbres Mayores me cautivó por muchas razones es arquitectónicamente sublime, hospitalaria, culturalmente enriquecedora, gastronómicamente insuperable y sobre todo aconsejable. Yo fui un humilde viajero que decidió un día aventurase camino de la N-435 hasta que llegue a un pueblecito blanco de la Sierra de Huelva, llamado Cumbres Mayores y donde descubrí que las cosas pueden ser de otra manera más sencilla. Si algún día decidieses aventurarte a conocer este lugar, mi experiencia os indica que no os arrepentiréis y si además coincidís con algún concierto de la Banda Municipal os invitó a que os quedéis para disfrutar de un momento irrepetible.
Yo sin duda volveré con la intención de seguir descubriendo Cumbres Mayores.