HBN. Cada persona posee un bagaje que la convierte en quien es. En el caso del onubense José Márquez, quizá sus grandes condicionantes vitales hayan sido el arte y su labor como funcionario. Pepe, como todos lo conocen, lleva más de 30 años dedicándose a una labor no exenta de grandes riesgos y críticas: es examinador de la Dirección General de Tráfico en Huelva.
Natural de Paymogo, donde vivió hasta los nueve años, Márquez recorrió toda la provincia onubense durante su niñez debido a que su padre era Guardia Civil. Con casi una década de vida, finalmente su familia se instaló en Huelva capital, donde hizo Bachillerato en el Conquero.
Cuando acabó el superior, Pepe lo tenía claro, quería estudiar Bellas Artes, las demás carreras no le gustaban, pero había una pega: tenía que irse a Sevilla y la situación no daba para tanto. Así que, fruto de la reflexión, optó por prepararse unas oposiciones, en concreto dos, a la Administración General del Estado para entrar en el Grupo C y a Tráfico. «Aprobé ambas», afirma el onubense, «pero me decidí por Tráfico porque me parecía que tenía más futuro, que iba a ser funcionario de otra forma. Además, por entonces era un organismo autónomo y el tráfico empezaba a tener ebullición en esas fechas», añade.
Como bien recuerda Pepe, tuvo que pedir hasta un cambio de reemplazo en el Servicio Militar para terminar los exámenes, así que hizo la Mili unos meses más tarde de lo que le correspondía. Cuando se reintegró en la Administración, lo destinaron a la Jefatura de Tráfico de Sevilla, donde estuvo un año, hasta que solicitó cubrir una vacante que quedó en Huelva y se volvió a su tierra. Trabajó 12 años como funcionario de oficina en los negociados de Conductores, Sanciones, Vehículos y Caja. «Pasé por todas las ventanillas cuando estar en una ventanilla era un suplicio, no como ahora, que todo está informatizado y hay citas. Antes las colas eran terroríficas y Tráfico ha tenido siempre un número de funcionario limitado, en Tráfico siempre se ha trabajado mucho», explica Márquez.
Pero un día se enteró de que había una vacante para ser examinador y decidió presentarse. Los exámenes eran en Madrid, donde debía pasar pruebas prácticas, teóricas, una entrevista con un psicólogo y, finalmente, un curso de dos meses en el que le instruirían en diversas materias. De la capital española, Pepe regresó a Huelva con el grado de examinador y todos los permisos de conducir correspondientes (coche, moto, camión, autobús y tráiler), empezando entonces una carrera profesional en la que lleva prestando servicio 31 años.
La cara más amable de su labor en este tiempo la representan, por supuesto, las múltiples y divertidas situaciones en las que se ha visto envuelto. En este sentido, Márquez recuerda que, en una ocasión, iba examinando por el barrio de El Torrejón y, antes de llegar al hospital Juan Ramón Jiménez, había una isleta, una media luna que había que rodear para realizar un cambio de sentido. Le dio la orden de cambiar el sentido de la marcha a la persona que estaba haciendo el examen y ésta se metió por el sentido contrario. «Al finalizar el examen, su profesor le explicó por qué había suspendido y entonces se vino para mí y me dijo ‘La próxima vez no me diga isleta, dígame jardín y así yo me entero«, explica el onubense.
En otra ocasión, recuerda Márquez, «un compañero iba examinando por la avenida Pío XII y un guardia local estaba dirigiendo el tráfico porque era hora punta a la entrada de un colegio. Estaba facilitando el paso a los niños, de espaldas a los coches. Tenía la mano levantada en horizontal para que pasaran los peatones. El alumno, en vez de parar, avanzó hasta la mano del agente, bajó la ventanilla y le dijo ‘Por favor, ¿puede usted bajar la mano que vamos a pasar?».
Sin embargo, en estos años, Pepe también ha vivido momentos muy desagradables, como amenazas y un par de intentos de agresión, además de estar enfrentándose constantemente a tener un posible accidente. Y es que la suya es una profesión de riesgo, que él afronta tratando se ser muy profesional y transmitiendo a los alumnos que su intención nunca es suspender, sino ver cómo maneja el vehículo para que, el día de mañana no tenga un accidente. En este sentido, el examinador reflexiona con estas palabras: «la sociedad está acostumbrada a gastarse mucho dinero en un coche o en clases de inglés, pero en el carné de conducir no entiende que tiene un arma entre las manos… y más en época de crisis, en la que la gente se lo quiere sacar gastándose lo menos posible. Conductores con buen manejo y con los conceptos claros se matan, así que es necesario saber lo que estás haciendo y ser conscientes».
Asimismo, Márquez admite que como examinador trata de flexibilizar las normas demasiado estrictas, de aprender de sus errores y también de los profesores veteranos y de los propios alumnos. En este sentido, el onubense habla de respeto, de su convicción desde que se hizo funcionario de que hay que atender lo mejor posible a quien te paga, al contribuyente. «Nunca me ha gustado mirar a la gente por encima del hombro, hay que tratar bien a las personas y no distinguir a nadie por su posición o su físico. Me siento un privilegiado por tener un puesto seguro, que no por lo que cobramos, que muchas veces cuando estaba en ventanilla he tenido problemas por enseñar a los ciudadanos la nómina para demostrarles que no nos quedábamos con su dinero», reconoce el examinador.
Por otro lado, sobre la labor del funcionariado, Pepe pone de relieve la gran iniciativa del certamen ‘Funcionario Público del Año’, organizada por el sindicato CSIF y el diario digital Huelva Buenas Noticias para poner en valor el papel de este colectivo en la sociedad. Márquez manifiesta en esta línea que «el concurso en sí me gusta mucho porque es una forma de que se vea al funcionario desde otro punto de vista, como una persona que se vuelca, que tiene que lidiar con muchas cosas, trabajos a veces difíciles, con problemas, etc. Además el funcionario tiene la llave del país, si quiere puede paralizar un estado entero. La gente debe tener sensibilidad hacia nosotros y saber lo que hacemos». A colación de estas palabras, el examinador de la DGT destaca la labor del CSIF, un sindicato que, en su opinión, «progresa, va bien, escucha, atiende y no excluye a nadie».
Tras tantos años al servicio de los onubenses, Pepe se jubilará a mediados de 2017 con 64 años y medio. Aprovechará entonces para dar rienda suelta a la que ha sido su gran pasión desde joven, el mundo del arte, un ámbito que jamás abandonó y que lleva toda la vida compatibilizando con su trabajo. En este sentido, Márquez recuerda que, cuando regresó de Sevilla hizo COU y Selectividad y empezó a distancia la carrera de Psicología que, finalmente, acabó abandonando. Pero hace 20 años retomó los estudios, esta vez de Fotografía Artística y Medios Audiovisuales en la Escuela de Arte León Ortega.
Además de la fotografía, en la que gusta del retrato psicológico, también dibuja a lápiz y carbón y pinta en acrílico y al óleo, sobre todo paisajes urbanos y de zonas rurales. Pepe ha mostrado sus creaciones en exposiciones colectivas y ha ganado algunos premios con sus obras de arte, aunque reconoce que en este tipo de concursos participa por puro placer y no con ánimo competitivo.
Pero lo que tiene claro que quiere hacer de cara a su jubilación es escribir un libro, buscar una temática que le inspire una novela y sacar al autor que lleva dentro. Quizá su vida como examinador pueda servirle de base para este relato, aunque aún sea pronto para hablar de este proyecto. Por lo pronto, a Pepe le quedan unas cuantas páginas más por rellenar de su labor como examinador de la DGT, un trabajo de gran responsabilidad que depende del buen criterio de funcionarios como Pepe Márquez.