Paula Crespo. Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), máximo exponente de la Escuela Sevillana de pintura en el barroco español, tuvo un «alumno aventajado» natural de Higuera de la Sierra. Hasta tal punto llegaron las dotes y la calidad pictórica de Alonso Miguel de Tovar (1678-1758), profundo admirador de la obra del pintor hispalense, que la autoría de algunas de sus copias pasan por originales del pintor que más influencia ejerció en los primeros años de trayectoria.
Retratista y autor de innumerables obras de carácter religioso, fue precisamente esta fama como copista o imitador de Murillo lo que le llevó a este ilustre higuereño a trabajar en el taller real, en la corte de Felipe V y aunque adquirió cierto prestigio durante su estancia en Sevilla y en Madrid, su obra y su figura cayeron un poco en el olvido.
El Museo de Bellas Artes de Sevilla, la Catedral hispalense, el Museo del Prado, el Museo de Cádiz, el Thyssen de Málaga y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se reparten los lienzos de Alonso Miguel de Tovar, de quien también se conservan obras en la Iglesia Parroquial de San Sebastián en su pueblo natal. Asimismo, este templo alberga un posible Murillo.
En 2006 el propio Museo de Bellas Artes de Sevilla organizaba una exposición comisariada por el catedrático de la Universidad Pablo de Olavide y especialista en pintura barroca española Fernando Quiles que conseguía sacar a De Tovar (o Tobar como se le conoció erróneamente) del olvido y devolverle su sitio, junto al genial Murillo. Para Quiles el higuereño fue «uno de los grandes retratistas del Barroco sevillano».
Hoy en Huelva Buenas Noticias, repasamos la historia de este genio de la pintura barroca española.
Precisamente su fascinación por el arte y la pintura estuvo ya marcada desde el principio por el propio Murillo. Y es que según cuenta Francisco Girón María en su libro Alonso Miguel de Tovar. El pintor de la Divina Pastora de niño ya mostraba «sus aficiones de artista» y «se quedaba «extasiado ante una imagen de la Virgen del Rosario, esculpida por el maestro Amaro Vázquez y ante un cuadro que representa también a Nuestra Señora traído de Sevilla y dicen también que es copia de otro de Murillo». Cuadro que pintó en repetidas ocasiones con carbón sobre las paredes encaladas de su propia casa.
A partir de ahí trasladó a sus padres el deseo de marcharse a Sevilla para formarse en pintura, a donde llegaría en 1690 al taller del pintor Pedro Medina Valbuena, de la mano del cura vicario de la Parroquia del Sagrario hispalense, Alonso García Hidalgo, a quien sus progenitores habían pedido consejo. Medina no satisfacía las demandas artísticas del pintor higuereño, ya que se dedicaba a la pintura decorativa y se trasladó al de Juan Antonio Fajardo, donde conocería al pintor sevillano Domingo Martínez, del que sería condiscípulo y amigo.
Allí, tras perfeccionar su técnica comienza a «copiar los cuadros de caballete de Murillo, con tal habilidad que se confunden con los originales, algunas de sus copias». Copias que vendió a muy buen precio por su calidad y su parecido con el original. Girón reconoce que «en esta habilidad no hubo artista de su tiempo que le supere».
Gracias a estos ingresos, se separó del maestro y convivió en una Sevilla aristocrática con los últimos discípulos y con los imitadores del genial pintor sevillano, vendiendo sus cuadros a los cargadores de India: «pinta a las Virgen con el niño, copiando en el niño al de la Virgen de la Servilleta de Murillo, más no a la virgen, con destino a la iglesia de su pueblo para la que ya antes había pintado una Inmaculada de busto, cuadro que al ser contemplado que aún no están diestros los pinceles que lo ejecutan».
Su fama y su consideración de copista cambiaron y Alonso Miguel de Tovar despuntó como artista en 1703 cuando Fray Isidoro de Sevilla le encargó el cuadro de la Divina Pastora de las almas. Tanto sorprendió al religioso la obra que salió el 8 de septiembre de aquel año sobre un simpecado bordado por las monjas Terciarias de San Francisco, entre las que se encontraba Sor María del Sacramento, hermana del artista higuereño.
Esto sirvió para que muchas hermandades de Andalucía, sobre todo de Sevilla, Huelva y Cádiz le encargaran cuadros de sus imágenes de culto como los que se conservan en «la parroquia de Santa Marina de Sevilla, en las de Higuera de la Siera, Almaden de Plata, Carmona, Arahal, Alcalá del Río, Utrera y Marchena, y las que han de ser destruidas en el año 1936 en los templos parroquiales de Aracena, Morón de la Frontera, Coria del Río y Cartagena«, según se recoge en el libro de Francisco Girón María. Todos ellos denotan ya además de un colorido murillesco, unos pinceles que son ya duchos, maestros.
De forma paralela a esta producción religiosa desarrolló una importante carrera como retratista consolidada por su vinculación cortesana, que le llevó en 1723 al palacio de La Granja (Segovia), donde se convirtió en ayudante de Jean Ranc en el taller real y en pintor de cámara en 1726. Finalmente a partir de 1729 con el traslado de los Borbones a tierras hispalenses, consiguió por iniciativa de Isabel de Farnesio -admiradora de Murillo- el rango de pintor del rey, en la Corte de Felipe V, lo que le permitió entrar en contacto con el propio Ranc, que le llamaba «Don Alonso el copista» o Louis Michel van Loo.
De esta forma, y gracias en buena parte a su versatilidad artística, consiguió dominar las formas tradicionales del barroco sevillano, influenciado claramente por Murillo e incorporar los nuevos estilos de los pintores extranjeros, sobre todo franceses, con los que estuvo en contacto. Asimismo, fue capaz de poner su creatividad al servicio de las novedades y la demanda del siglo XVIII.
1 comentario en «Alonso Miguel de Tovar, el pintor higuereño al que «confundían» con el genial Murillo»
Extraordinario pintor,yo tengo en mi poder una obra de este pintor de nombre «la dolorosa»como hiciera para contactarme