De Sotiel a Calañas

Ramón Llanes. Por la observación del paisaje se suele entender al hombre que lo habita. La humanidad abre y cierra cada minúscula sensación natural, en cada día de cada una de las estaciones que forman el ágil calendario de la vida. Allí donde está la forja o la devoción en el sentimiento genérico de los seres, está también el mismo panorama en la estampa de las piedras, los árboles y las correntías, como si estos tuvieran parte en la cualidad y en los entusiasmos de los humanos.

De Sotiel a Calañas se resuelven estos enigmas con la generosidad que los campos le ponen a los hombres y con la pasión que los humanos le ponen al paisaje; una perfecta simbiosis de entendimiento que el antaño de los tiempos ha tenido a bien proporcionar a la tierra y a quienes con el ardor del respeto la pisan y la engrandecen.

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En hombros hechos costales se montan los sueños para llevar a Calañas a Coronada, por cuantas estribaciones ondulan el camino y lo refrescan o adormecen dependiendo del andar o del cansancio; la traída es un premio ganado que concede la devoción constante y es una sorpresa de cada primavera para ir consolidando la complicidad con la Madre. El río ejerce la misma armonía en su cuenca, hace de costal del tiempo y lleva agua a los sitios de la mar por roquedales y orillas quebradas para el agrado de las inmensidades que circundan la vida por otras estribaciones; y allí, en la misma mar, ofrecen la devota entrega, como en Calañas los ojos expresan delicadeza y amor cuando las puertas se abren y Ella se acomoda en su altar de culto y pleitesía y llega a casa.

El equilibrio entre los hombres y la naturaleza no se cuestiona ni se pierde; los costales son corazones levantados -en ambos misterios- que engendran pactos tácitos de compromisos eternos hasta que lo infinito sea un algo que pueda acariciarse y hasta que las voluntades prendan ejemplaridad por los siglos.


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Luego de llegar, los hombres le brillarán sus anhelos procesionando entre fiesta, oración y flores por las calles-templos de Calañas la jornada del domingo, cumpliendo los deseos para que las noches sean esperanzas durante el año y la vida se vaya deslizando atenta y afable con todos los habitantes, con todos los hijos. Y así, hasta otra eternidad.

2 comentarios en «De Sotiel a Calañas»

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