R. Fdez. Beviá. Recuerdo una conversación mantenida con Jacinto Pellón, ya consejero delegado de la Expo Sevilla 92, en Málaga, en 1989. Aunque, al fin y al cabo, él era un técnico, no un político, al que lo que encomendaron era construir una colosal obra en la capital hermana, no pude reprimir en la charla mi provinciano enojo por la sustracción de protagonismo que iba a padecer Huelva cuando en el anterior Centenario no había sido así. Él justificó este secundario papel por nuestra falta de infraestructuras. Un círculo vicioso, en definitiva: sin infraestructuras no podían crearse infraestructuras. No me convenció, por supuesto, pero aquella es otra historia.
Pasado el tiempo, comprobamos en 1992 que Sevilla trató de «suplir» a La Rábida, que no estaba a orillas del Guadalquivir obviamente, con el Monasterio de La Cartuja. Hago esta pequeña introducción porque el gobierno español de la regente María Cristina, un siglo antes, no necesitó ambigüedades históricas y, para afianzar la perspectiva hispana del uso de la terminología colombina en la Exposición Mundial de Chicago, la World Columbian Exposition de 1893, optó por construir como pabellón nacional una réplica a tamaño natural del monasterio rabideño, a 7.000 kilómetros del original. Para completar la estética histórica, Chicago, que había competido duramente para ser sede con New York, Washington y Saint Louis, consiguió como obsequio las réplicas de las naves colombinas que se botaron en España para la conmemoración de 1892, precisamente las que estuvieron en Huelva y aparecen en varias de las fotografías históricas de la época. Ese fue el destino, por tanto, de las reproducciones que llamaron la atención de nuestros antepasados a finales del siglo XIX.
La Santa María, la Pinta y la Niña, atravesaron el Atlántico tras las celebraciones del 3 de Agosto de 1892 en Huelva, escoltadas por buques de las Armadas española y norteamericana. Su lugar de arribada sería el lago del Jackson Park, muy cerca del «Monasterio de La Rábida», construido al efecto. Una vez finalizada la magna exposición, las naves quedaron allí fondeadas hasta 1915, cuando la nao Santa María fue reclamada para participar en otra Exposición Universal, la de Panamá-San Francisco. A tal efecto los organizadores de la misma tuvieron que depositar una fianza de 10.000 dólares para asegurar su vuelta al lago de Chicago.
Retornada la nave colombina a esta base definitiva, se mantuvo a flote en el Jackson Park hasta 1939, fecha en la que acabaron para siempre sus singladuras al ser destruida por un incendio en su puerto deportivo. Suponemos que las dos carabelas, de menor valor por ser réplicas menos fidedignas, serían previamente desguazadas.
La World Columbian Exposition de 1893 fue el evento de estas características más importante en el mundo tras la célebre Exposición de París de 1889, y no tuvo ‘sombra’ en tal sentido hasta, precisamente, la citada Exposición de Panamá- San Francisco de 1915, celebrada con motivo de la inauguración del canal centroamericano. La Exposición de Chicago se centró en las temáticas de transporte, electricidad e historia. Una vez finalizada la misma, el 31 de octubre de ese año, el país había entrado en una dura depresión, que provocó multitud de revueltas sociales. Esta conflictividad en la ciudad de Chicago desembocó en un incendio intencionado, el 5 de julio de 1894, que desvastó el recinto ferial, quedando muy pocos edificios en pie, entre los que afortunadamente se encontraba el Monasterio de La Rábida norteamericano.
A partir del verano de 1896 se inició un nuevo y definitivo uso para La Rábida norteamericana, el de un sanatorio para niños con enfermedades crónicas. Durante 20 años se mantuvo abierto para esta actividad, observando como testigo mudo los importantes cambios que fueron produciéndose en el antaño espacio ferial. A finales de 1917 se cerró el hospital ante la necesidad de enfermeras para la Primera Guerra Mundial, que hizo uso de sus efectivos humanos. No llegó a reabrise, porque en 1922 el viejo edificio sufrió un incendio y fue demolido.
Pero la memoria del universal enclave onubense no desapareció en el Jackson Park, y en 1931 se iniciaron las obras de La Rabida Jackson Park Sanitarium. El nuevo edificio, que aun manteniendo el nombre y estilo ya nada tenía en común con la antigua réplica del monasterio, fué inaugurado en 1932 y se encuentra adyacente a donde estuvo dicha réplica. El hospital, que ha llegado a nuestros días, ha experimentado desde entonces varias ampliaciones. Primero entre 1952 y 1959, posteriormente en 1992 y, más recientemente, en 2001. La Rábida Children´s Hospital es una institución sin ánimo de lucro que atiende a niños discapacitados o con enfermedades crónicas que precisan de hospitalización prolongada. Su enfoque es multidisciplinar y está decorado y organizado interiormente como si se tratase de un barco, para hacer más llevadera la estancia a los niños. En este enlace puede verse un video ilustrativo http://www.youtube.com/watch?v=BIPheIOD5vQ. Una bonita forma de mantener ese nombre tan nuestro como La Rábida, a siete mil kilometros de distancia, ciento veinte años después de que encabezase la representación española en la World Columbian Exposition de 1893, de Chicago.
2 comentarios en «El Monasterio de La Rábida norteamericano, de pabellón español en 1893 a hospital para niños en 2013»
Fabuloso artículo…las otras Rábidas que existen en el mundo…
¡Qué artículo más bueno!