La Casa del Vigía en tiempos de guerra

Histórica foto de la construcción de la Casa del Vigía en 1906. / Foto: Antonia Hernández Suárez.

José Antonio Mayo Abargues. La Casa del Vigía fue construida en 1906, según el proyecto del ingeniero Francisco Montenegro, con el fin de ser utilizada para controlar el tráfico marítimo de la ría de Huelva, verificar los sondeos, las observaciones meteorológicas, el estado de la mar y las incidencias en la navegación. Fue el primer edificio de Huelva y probablemente de Andalucía, en el que se utilizó el hormigón armado.

Este edificio emblemático de la historia del Puerto de Huelva y de Mazagón, tuvo una participación activa en varios episodios que tuvieron lugar en esta parte de la costa durante la I Guerra Mundial, Guerra Civil Española y II Guerra Mundial.


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En la I Guerra Mundial la almadraba de Nuestra Señora de la Cinta, calada frente a la laguna de Las Madres, muy próxima a la Casa del Vigía, fue el lugar perfecto para el escondrijo de los submarinos alemanes que se mantenían al acecho de los barcos que entraban y salían del puerto de Huelva. Los investigadores Enrique Nielsen y Jesús Copeiro recogen en el libro Huelva en la I Guerra Mundial, algunos de los episodios ocurridos en esta almadraba, de los que el vigía de la barra fue testigo directo.

El martes 12 de junio de 1917, a escasas cinco millas al suroeste de la barra de entrada al puerto de Huelva, el vapor noruego “Symra” de 3.005 Tm fue hundido por el submarino minador UC-53. El barco se dirigía de Liverpool a Gibraltar con un cargamento de carbón. El buque era de moderna construcción y estaba dotado de telegrafía sin hilos. Sobre las doce del mediodía fue divisado por un submarino alemán que le ordenó parar para examinar la documentación, tras lo cual, ordenó su desalojo. Siguiendo el ya conocido protocolo, después de embarcar la tripulación en los botes salvavidas, los alemanes colocaron cargas explosivas en el buque.


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Veinte minutos después de la explosión, el “Symra” yacía en el fondo del mar. Media hora más tarde, la tripulación del buque noruego era remolcada por uno de los vapores al servicio de la almadraba “Nuestra Señora de la Cinta” que la trasladó a La Cascajera, lugar de ubicación del Real de la almadraba. Tras el hundimiento del “Symra”, el submarino alemán se aproximó tanto a la barra que el vigía pudo divisarlo perfectamente.

Ese mismo día el “UC-53” volvía a protagonizar otro incidente en el mismo escenario con el buque italiano “Deipara”, pero este barco que estaba artillado, le hizo frente con su cañón hasta que el submarino terminó por sumergirse y desaparecer. Temiendo un nuevo ataque, el “Deipara” emprendió la huida, pero se acercó demasiado a la costa que quedó varado en un banco de arena, donde permaneció hasta la creciente de la marea.

Señalan estos investigadores en su trabajo, que los submarinos eran buques novedosos en el panorama marítimo de la época, siendo fácil confundir las maniobras propias de inmersión con un hundimiento.

Huelva era un punto estratégico muy importante en la Guerra Civil, y fue utilizada para suministrar armamento a los nacionales por vía marítima —numerosos mercantes alemanes e italianos transportaban camuflados entre sus cargas gran cantidad de material bélico—, para controlar el tráfico de mineral de Riotinto y para dar cobijo a barcos y submarinos que hacían escala para el avituallamiento en este puerto. Todo este tráfico marítimo pasaba frente a la Casa del Vigía, siendo controlado por la batería de costa del Picacho, una batería mal ubicada y poco eficaz, que tenía que ser auxiliada por la fuerza aérea de la base de Tablada (Sevilla). Ría arriba, en La Rábida, había otra batería de costa para tratar de impedir el acceso de los buques al puerto de Huelva, pero ésta era aún menos eficaz que la anterior, ya que estaba demasiado retirada de la línea de costa.

El 27 de agosto de 1936, el diario Odiel informaba de la detención de seis individuos que iban a bordo de una embarcación, junto a la Casa de los Prácticos, contigua a la del Vigía. Fueron sorprendidos a las cuatro de la mañana del día 26 por una escuadra marítima de Falange al observar una actitud sospechosa. El patrón resultó ser de Huelva y los cinco restantes naturales de Ayamonte y domiciliados en Huelva.

Interrogados por los falangistas, contestaron que iban a pescar, pero como la respuesta no les convenció, pues carecían de la correspondiente autorización de la Comandancia de Marina, fueron trasladados a Huelva y confesaron que un submarino republicano les había obligado a ser sus confidentes y a proporcionarles víveres y noticias de la situación en Huelva.

En la mañana de este mismo día, un destructor y un submarino republicano hundieron en la entrada de la barra, un barco de pesca, deteniendo a la tripulación, compuesta en su mayor parte por marineros de Moguer y Cartaya. Las baterías del Picacho dispararon contra los barcos republicanos, y éstos repelieron la agresión, cruzándose entre ambas partes numerosos cañonazos hasta que los barcos emprendieron la huida.

Era frecuente que los submarinos se acercaran a la costa de Huelva; unas veces con el propósito de aprovisionarse, ignorando que Huelva había sido tomada ya por las fuerzas nacionales, otras, para hundir o apresar algunos barcos. Al principio de la guerra la Armada republicana contaba con 12 submarinos, mientras que los nacionales no tenían ninguno, aunque no tardaría mucho en llegar la ayuda de Alemania e Italia para paliar esta carencia. Sin submarinos, Franco no podían hacer frente al tráfico mercante enemigo.

La guerra no había hecho más que empezar, y Huelva comenzaba a cobrar protagonismo en el conflicto. A las ocho y media de la tarde del 27 de agosto, dos aviones sobrevolaron la capital, alarmando a la población y a las propias autoridades locales que desconocían los motivos de esta operación. Como medida de seguridad se mandó apagar el alumbrado público, mientras se consultaba a los mandos militares de Sevilla y Cádiz, quienes respondieron que los dos aeroplanos estaban en Huelva en cumplimiento de un servicio. A las diez y media los aviones volvieron a volaron sobre Huelva en dirección a la entrada de la barra para bombardear a un barco republicano. Las fuertes explosiones fueron escuchadas desde Huelva y Gibraleón, siendo la última la más potente.

Muelle del Vigía en los años 40. Estuvo operativo hasta el año 1963, que resultó dañado por un fuerte temporal. En el embarcadero vemos a la izquierda al guarda forestal, José Gómez Alfaro, y a su lado al encargado de la V División Hidrológica Forestal, Juan Pereira Pereira. / Foto: Montemayor Gómez Hernández.

El 29 de julio de 1936, once días después de iniciada la guerra, el vigía fue testigo del bombardeo en la entrada de la barra de los cargueros Ita y Roberto Ramos, por parte una flotilla republicana encabezada por el crucero Miguel de Cervantes y el destructor Alcalá Galiano. El objetivo no era otro que el de bloquear el canal para impedir el abastecimiento a la provincia de pescado y comestibles, así como el tráfico de mineral de cobre de las minas de Riotinto, uno de los recursos más importantes de la economía nacional en aquella época, y que fue moneda de cambio para adquirir ayuda de países con regímenes políticos fascistas, como Alemania e Italia. Los proyectiles alcanzaron a los dos barcos que navegaban por el canal, echando a pique al Roberto Ramos y dejando encallado al Ita, fuera de la zona practicable del mismo, aunque no consiguieron cortar el tráfico marítimo. La agresión fue repelida por la aviación de la base de Tablada (Sevilla), mientras las respectivas tripulaciones abandonaban los barcos, momento en el que el vigía de la barra pudo observar desde el torreón, a través de los prismáticos, cómo una canoa huía a toda velocidad para terminar refugiándose entre los barcos republicanos. Más tarde se pudo comprobar que las válvulas de inundación de los dos barcos habían sido abiertas para facilitar su hundimiento.

El Ita, de 89 metros de eslora por 12,55 de manga, corría el peligro de ser desplazado al centro del canal por los embates del mar y, por tanto, dificultar o impedir la navegación. Había que retirarlo de allí en el menor tiempo posible y, aunque los trabajos para su rescate comenzaron el mismo día, se prolongaron durante una semana, operación que fue seguida desde tierra por numerosos curiosos. Una vez reflotado fue enviado a Cádiz para ser reparado.

En la inspección realizada posteriormente al Roberto Ramos, las autoridades de Marina, decidieron que no valía la pena intentar ponerlo a flote por el mal estado del casco que no resistiría mucho más tiempo el azote de las olas.

Según cuenta el investigador Jesús Copeiro en su libro “Espías y neutrales: Huelva en la II Guerra Mundial”, a pesar de la supuesta “neutralidad” de España durante la II Guerra Mundial, la Casa del Vigía jugó un papel importante en el espionaje y sabotaje de los barcos aliados. La información que el vigía enviaba a Huelva: partes de incidencias habidas, entradas y salida de los barcos, tiempo atmosférico, estado de la mar, etc., era utilizada por el telefonista del puerto de Huelva, Miguel Garzón Castaño, falangista e integrante de una red de espionaje alemana al servicio de Adolfo Claus Kindt, jefe del servicio secreto militar alemán (Abwehr) en Huelva, y el responsable de las acciones de espionaje, contraespionaje y sabotaje contra los intereses británicos.

Miguel Garzón trabajaba en los altos de las oficinas de la comisaría del puerto, allí estaba el cuarto de los guardas y la habitación aparte de la centralita telefónica para la barra y zona interior del puerto. Mediante un teléfono de manubrio y a través de una línea interior, Garzón mantenía contacto con el vigía de la Barra que le facilitaba esta información. Era el único teléfono que había en Mazagón por aquellos tiempos, ya que hasta 1970 no se comenzó a instalar la línea para la utilización de todos los ciudadanos, a instancias del Ayuntamiento de Moguer; un medio de comunicación, que junto al recién inaugurado puente del Tinto, vino a dar vida a esta población aislada de Huelva.

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