Miguel Mojarro.
Erase una vez… pero ya hace muchos años, que había una serie de publicaciones lúdicas, llamados tebeos cómicos, que competían con los del Guerrero del Antifaz, El Pequeño Luchador, Roberto Alcázar y el Pedro, … , en el afán lector de los adolescentes de entonces.
Aunque muchos (O algunos) de nosotros ahora no lo mencionemos por ese estúpido pudor de reconocer nuestros placeres de entonces, todos éramos fieles consumidores semanales de aquella oferta lúdica. Ahora se hacen otras cosas. Allá cada cual. En este caso, allá cada cultura con sus manías. Es legítimo.
Pues bien, aquellos tebeos cómicos de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, tenían un denominador común: Escondían la crítica social en aventuras aparentemente ingenuas e inofensivas.
Los «censuradores» (Censores) de entonces, ni se «coscaban». Ellos, a lo suyo. Pero no se enteraban de nada porque no sabían leer en profundidad, con ingenio, sabiamente, … , ellos eran otra cosa.
Pero los tebeos cómicos, también a lo suyo. A publicar lo que estaba prohibido sin que los enviaran a la inquisición política. Así vivieron otros escritores de mucha calidad (López Hipkis, González Ledesma, … y muchos más), utilizando pseudónimos para escribir desde el anonimato obras «kiosqueras» que no parecían peligrosas socialmente, pero que pudieron así colocarse en las cuerdas de los kioscos, el escaparate más y mejor mirado de todos.
Pues ahí, en ese lugar tan aparentemente ingenuo, inofensivo e infantil, había una interesante oferta de lectura con enjundia y contenidos sumamente importantes. Me atrevo a decir algo, tal vez contracultural: Por esa cualidad no percibida, pero que hacía su efecto, nos interesaba tanto la lectura de aventuras cómicas con apariencia infantil. Y ya «éramos algo mayores para eso», como nos decían malintencionados vecinos.
Así, la familia Ulises, Carpanta el de las comidas, Bartolo y su vagancia, … y tantos otros personajes, son fácilmente reconocibles en nuestro pasado e identificados con otros tipos actuales, que hoy nos producen rechazo mental (Que no pregonado).
Aquellos personajes y situaciones, eran pura ironía, sarcasmo, crítica social hacia lo vergonzante de entonces. (Como hoy hacen Forges, Máximo, Peridis…). Extrapolable absolutamente a lo que hoy nos rodea.
Y viene a cuento de la actual situación social, en la que muchos de estos «tics» de comportamiento de personas y colectivos se reproducen, aunque hayan pasado años de aquella sociedad a la que llamamos «atrasada». Como en la Edad Media europea, en la imperial Roma, en el Egipto maravilloso, en los Maya misteriosos, … Siempre ha habido y habrá una serie de comportamientos no deseables y ridículos en las sociedades, que se reproducen etapa tras etapa. Porque no son características culturales de una época y grupo social, sino que viene «de fábrica» en los genes humanos. Somos así. Agua, ajo y resina, que diría mi amigo Marcelo.
Os sugiero una visita y paseo por los alrededores de Zalamea, con un buen porte de tebeos cómicos de entonces, para disfrutar de aquellas lecturas en un entorno magnífico.
Allí tengo un amigo, inquieto militante del patrimonio, que os puede acompañar en ese placer y, de camino, os enseñará ese monumento a la vida que son los dólmenes de Pozuelo. Eso sí que era una sociedad admirable. Es un lugar en el que mi amigo y yo hemos recordado viejas lecturas en el silencio motivador de su entorno. No podéis imaginar lo bien que se lee en ese entorno heredado de hace casi 4.000 años.
Podéis elegir los tebeos cómicos que os gusten: Jaimito, TBO, Pulgarcito, … y tantos otros que nos atraían. Y, si os atrevéis, no ocultéis que os gustan, que son admirables, que os atraen más que muchas de las bazofias que nos venden hoy como manifestaciones oscuras de un saber que no llega a los mínimos.
Ya sé que es difícil encontrar aquellos tebeos de entonces, aunque sea en los libreros de viejo, esos envidiables vendedores de cosas valiosas. Pero seguramente tendréis algún amigo inteligente que los conserva y os los puede prestar para una lectura con devolución incluida.
Seguramente ahora os percataréis de la crítica social que hay en ellos. Sarcasmo, ironía, lamento, ridiculización, censura agria a los aludidos, …
Felicidades a los que se atrevan. Y tachad de la lista de amigos a quienes se mofen. No merecen la pena.
Grupo Azoteas