Rosa Mora. Judith Méndez Morales tiene clara su pasión: el mar. Así, después estar un tiempo barajando la posibilidad de dar un nuevo rumbo a su vida y, tras recibir una oferta laboral por parte de una empresa de las Islas Shetland, no se lo pensó dos veces. Se unía además el hecho de que su pareja también acababa de encontrar un empleo en este recóndito, a la vez que maravilloso e impactante, archipiélago escocés: las Islas Shetland. Corría entonces el año 2014, y ambos comenzaron juntos una aventura de la que a día de hoy no pueden sentirse más satisfechos.
A pesar de lo inmensamente felices que han sido en este territorio del océano Glacial Antártico que asombra al visitante por su impactante fauna marina, el destino ha traído a esta joven natural de Trigueros y a su pareja, de vuelta a España. Aquí ya afrontan nuevos retos, uno de los más importantes, ver crecer a su hijo Oliver, que nació las Navidades pasadas en las islas que les cambió la vida.
– ¿En qué momento y por qué decidiste trasladarte a las Islas Shetland?
-Fue un momento en el que necesitaba un cambio en mi vida. Llevaba mucho tiempo pensando en cambiar de trabajo, conocer sitios nuevos que me formasen de una manera diferente en el ámbito profesional y, tras encontrar trabajo allí mi pareja, hoy mi marido, me propusieron una oferta de empleo a la que no pude decir que no.
– Cuéntanos, ¿Dónde trabajabas?
– Trabajaba para la compañía Grieg Seafood Shetland criando salmones desde que son huevos hasta que llegan a la etapa de smolt, donde los mandábamos a las instalaciones en el mar para su continuo crecimiento.
– Y, ¿Cómo era tu día a día?
– En el trabajo, pues trabajar [ríe]. Me gustaba mucho hablar con mis compañeros locales, interesándome por las diferentes costumbres que nos diferencian. Se aprende mucho escuchando. Por otro lado, en mi tiempo libre y, cuando la climatología me lo permitía, ya que allí llueve mucho y el tiempo es bastante regular, hacía mucho senderismo, quedaba con amigos para ir a tomar unas pintas, nos reuníamos en casas del grupo de amigos para cenar… mucha vida social.
– ¿Estaba en tus planes trabajar fuera de España?
– Siempre he querido trabajar fuera de España, pero nunca te ves realmente fuera hasta que llega el día de las despedidas y el viaje.
– ¿Se ha tratado de primera experiencia laboral internacional?
– Laboralmente sí, pero ya estuve en Noruega de Erasmus y he tenido la suerte de viajar mucho.
– Residías en Lerwick, ¿Cómo describirías la ciudad?
– Una ciudad pequeña pero con encanto. Al tener puerto, está llena de barcos y hay focas que residen allí a las que ves con simplemente dar un paseo por el puerto. La calle principal, Commercial Street, está llena de tiendecitas locales en las que hay mucho detalle de ponis y frailecillos, que son muy típicos allí. Los días de buen tiempo, que son los menos, hay bastante gente en la calle, y aunque haga muchísimo frío, los shetlanders [ciudadanos de las islas] van en manga corta y pantalón corto, es algo que me llamaba y me llamará mucho la atención.
– ¿Algún rincón favorito?
– Sí, Mealbeach y Muckle Roe. La primera es una playa de arena blanca y aguas turquesas en la que se muchas focas. Tuve la suerte de vivir muy cerca de ella y, los días que hacía buen tiempo, nos íbamos allí con Homer, nuestro perro, a que corriese mientras disfrutábamos del olor a mar. Por otro lado, Muckle Roe tiene una ruta de senderismo que acaba en un faro y es espectacular, de las mejores rutas que he hecho allí.
– Respecto al idioma, ¿Cuál era tu nivel de inglés cuando llegaste?
– Pues para que nos entendamos, era un poco más alto que con el que sales del instituto, así que no muy alto, la verdad. Pero el estar allí y obligarme a resolver situaciones, trabajar con gente local e interesarme por aprender cada día más, han hecho que hoy tenga un nivel del que me siento muy orgullosa.
-¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de la vida en Escocia?
– La diferencia de costumbres, el cómo me aclimaté a su clima. Empecé que me faltaban capas de ropa por ponerme, y acabé en manga corta cuando veía el sol [ríe]. Y, sin duda, la naturaleza que tienen que es espectacular. Desde una gran variedad de aves, nutrias, orcas, ballenas, focas, ovejas, ponis… y lo que no son animales, esos cielos llenos de estrellas que cuando había suerte bailaban con la aurora boreal. La fuerza del mar en sus días de temporal es algo asombroso de ver y de vivir.
– ¿Algún aspecto al que te fuera complicado adaptarte?
– Al clima, echaba mucho de menos el sol y, como buena andaluza, el calorcito.
– Y tu tiempo libre, ¿En qué solías emplearlo?
– En viajar, hacer senderismo, quedar con amigos…
– ¿Qué te ha hecho regresar a España?
– Su nombre es Oliver, mi hijo, ese ha sido el principal motivo. Nació allí en plenas Navidades del año pasado y fue cuando ya me planteé que quería que se criase más cerca de nuestra familia y con un clima que le permitiese salir a pasear, jugar a la calle… y a mi marido le salió una oferta laboral en una buena empresa noruega en Galicia y no nos lo pensamos.
– Una vez de vuelta, ¿Qué balance haces? ¿Qué te ha regalado tu experiencia en Shetland?
-Un balance muy positivo. Me ha hecho crecer mucho profesionalmente y me ha regalado lo más importante que tengo que es mi familia.
– ¿Cuáles son tus aspiraciones?
– Pues estoy ahora metida en el mundo de las oposiciones así que, por lo pronto sacarme una plaza, y seguir aprendiendo y formándome en lo que me apasiona que es el mar.
– Para terminar: un mensaje a los onubenses.
-Recomendaría que vivan una experiencia en el extranjero, aprendes nuevas costumbres, lugares, personas… y todo ello te ayuda a crecer más y mejor como persona.