Paula Crespo. Una calle en pleno centro (que se rotuló en 1919) y un zócalo que reza: “Al Gobernador Alonso que con su gesto evitó que desapareciera La Rábida”, junto con su imagen en la Sala Museo del Monasterio recuerdan hoy la contribución de Mariano Alonso y Castillo a la perpetuación arquitectónica del papel de la provincia y de España en la gesta colombina. Un hito por el que Huelva, más allá de homenajes físicos y tomando como referencia el devenir de la historia, nunca podrá estar suficientemente agradecida.
Huelva Buenas Noticias ha querido viajar atrás en el tiempo, a mediados del siglo XX para, basándonos en los textos que dejó el propio Gobernador Alonso en su escrito ‘Colón.Convento de La Rábida, se inaugura su reedificación parcial: apuntes pertenecientes a la historia de tan célebre monumento’ del 11 de marzo de 1855, simular una entrevista con él y poder así contarles en primera persona todas las gestiones que se hicieron con el gobierno presidido por Juan Bravo Murillo y la Corona y que finalmente derivaron en la rehabilitación y conservación del Monasterio de La Rábida en lugar de en su demolición.
Huelva. 1851. La Rábida había quedado casi en la ruina después de la Guerra de Independencia Española (1808-1814) y de la desamortización de Mendizábal (1836-1837). En enero el entonces gobernador civil José María Escudero solicitaba licencia y ayuda para derribar. En su lugar, Escudero, quería hacer un solar con solo una lápida que recordara la historia.
– Usted asume el cargo de Gobernador Civil de la provincia de Huelva el 11 de febrero de 1851, ¿en qué estado se encuentra la cuestión del Monasterio de La Rábida?
– «Así es, en 11 de febrero de 1851 tomé posesión de tan importante destino. Ya en el cargo hallo que mi antecesor D. José María Escudero en consulta hecha al Ministerio de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, 8 de enero de dicho año 1851: con laudeable celo manifestó el estado fatal de tan grande edificio, proponiendo la venta de los restos que quedasen en la fábrica, y con su importe subvenir á el costo de un modesto monumento erigido a Colón sobre aquel terreno».
– Pese a no ser onubense de nacimiento, evitar el derribo de La Rábida, era una cuestión muy importante para usted…
– «Bien pronto comprendí cuánto ganaría el país, reviviendo la memoria de Colón en el sitio que fué testigo de su embarque, tomé como un vacío la falta de su estátua y consideré como una calamidad la ruina del Convento de la Rábida, donde vivió el marino protegido por el sabio guardián».
– ¿Cuáles son a su juicio las causas que llevaron al Convento a tan lamentable estado?
– «La inercia de anteriores Gobiernos, la incuria de los tiempos, la insensibilidad del pillage, el desconcierto de tantas revueltas como corrieron por tiempos netandos de triste recordacion, hubieron traido el respetable edificio que acogiera al célebre marino á un estado lamentable; y era preciso arrojar un suspiro de dolor, cuando discurriendo por aquellos sitios y recordando el acontecimiento mas grande del mundo, nada decia en favor de aquel náutico que regaló á la corona de Españas las inmensas riquezas de otro mundo».
– ¿Qué cree que llevo a D. José María Escudero a proponer al Gobierno esa demolición y posterior venta?
– «Tendría fundamentos para hablar de diverso modo al mío […] esto sucede con frecuencia entre autoridades de inspiraciones diversas»
– ¿Por cuánto se hubieran vendido los terrenos del Monasterio si se llega a acatar la Real Orden?
– «La tasación pericial hecha para valorar La Rábida ascendía a la mezquina suma de 4.950 reales» (lo que años más tarde equivaldría a 1.237 pesetas).
– ¿Qué decía exactamente esa Real Orden?
– «Respetando cuidadosamente la iglesia del monasterio, la cual se halla por fortuna en bastante buen estado y todas las demás partes del edificio que á juicios de peritos puedan conservarse, proceda V.S. al derribo de las paredes absolutamente inservibles y a la venta de sus materiales. Del producto de estos dará V.S. puntuaal aviso á este ministerio, siendo la voluntad de S.M, que con el mismo satisfagan los gastos que ocasione el derribo y que se destine el resto si lo hubiese a la colocación de una lápida conmemorativa, u obra análoga, destinada a perpetrar la memoria de la residencia en aquel sitio del gran Colon, hasta donde alcance el espresado recurso y los demas que a propuesta de V.S y de esa Comisión provincial de monumentos, se digne S.M destinar a tan honroso objeto».
La Real Orden tenía fecha de 5 de agosto de 1851. Casi nueve meses tardó el ministro Arteta en contestar la solicitud de D. José María Escudero. Por suerte para Huelva, para cuando esta llegó ya estaba Mariano Alonso y Castillo como dirigente. Él no tardó en comenzar sus gestiones y remitió dos escritos uno a la reina Isabel II y otro al ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, con fecha de 1 y 2 de septiembre, respectivamente, argumentando por qué en su opinión no se debía derribar y vender el enclave colombino. Y lo hizo, según sus propias palabras «lleno de las más vivas esperanzas».
– ¿Cuál era su intención al ponerse en contacto con la Corona española? ¿Qué le solicitaba en su escrito a Su Majestad Doña Isabel II?
– «Manifestarle respetuosamente todo aquello que acá en mi pobre inteligencia comprendo debería hacerse para que el Convento de La Rábida fuese conservado como monumento de grande admiración para el mundo culto».
El escrito que Mariano Alonso hizo llegar a la Reina estaba articulado en siete puntos en los que pedía, que se reedificase el Convento y se convirtiera en albergue de ancianos marinos o al establecimiento de un colegio de humanidades; que se nombrara un director o conservador del monumento; que se adornase el local que habitó Colón, para señalar su morada; que en el Salón de Conferencias hubiera óleos de célebres pintores españoles alusivas al Descubrimiento; que en las playas del puerto de Palos se pusiera una estatua de Colón sobre pedestal de mármol; que se abriera una suscripción voluntaria para España para recaudar fondos y que se encargara de los planos y presupuestos uno de los arquitectos de la Real Cámara.
– ¿Por qué tanto empeño en evitar la desaparición de La Rábida?
– “Porque el respetable nombre de Colón ha de sonar por esos lugares para recordar sus glorias que fueron infinitas, glorias que alcanzan a aquellos esforzados hijos de estas tierras, testigos y compañeros del arrogante Descubridor”.
«[…]En cuanto trabaje para el engrandecimiento de la memoria de Colon, lleve la idea constante de devolverle a mi patria lo que la pertenece para mayor gloria, presente tuve a la vez el fomento de la provincia que a mi cuidado estaba; Huelva carece de movimiento; es una parte de España que por situación geográfica casi considerársela debe como aislada; y engrandeciendo a La Rábida y poblando aquellas inmediaciones de algunos caseríos que pudieran ser encantadores por sus vistas y la ferasidad del terreno, levantando al singular marino la estatua que á su nombre se debe, estableciendo allí una feria anual d cierto número de días, en los cuales se comprendiese el 3 de Agosto de cada año, que fue grande y magestuoso por la partida de su gente en las tres carabelas, sin duda alguna , la concurrencia de nacionales y estrangeros sería inmensa, y de este modo aquellos intereses que en tales dias se derramasen, darian importancia al país».
– ¿Cuál es su relación con la gesta colombina que le despierta tanta admiración?
– «Fui educado en Granada, donde viendo de continuo tantos monumentos gloriosos, pisaba la tierra que Cristóbal Coón visitó al lado de preclaros capitanes como Pulgar, Gonzalo de Córdoba y Garcilaso, con quienes fué a la pelea, llevando a las mas altas almenas de la Alhambra el estandarte de la Fe […] Y en Granada se otorgó al inmortal marino el permiso para su arrogante espedición y de Granada tornó a La Rábida para lanzarse a las aguas del inmenso Océano, hasta llegar al cumplimiento de sus infalibles cálculos».
1855. Huelva-La Rábida. Gracias a la aportación de los duques de Montpensier (Antonio de Orleans y Luisa Fernanda de Borbón), que visitaron el Convento cuando estaba en ruinas y a la Diputación Provincial se realizan las primeras obras de reedificación de La Rábida que narra en su escrito el Gobernador Alonso. Casi tres décadas más tarde Alfonso XII visitaba el convento y apoyaba una nueva rehabilitación para diez años más tarde, en 1892, celebrar el IV Centenario del Descubrimiento de América.
Cronología de los acontecimientos
– 8 de enero de 1851. Fecha de escrito al Gobierno del gobernador civil José María Escudero al Ministerio
– 11 de febrero de 1851. Toma posesión del cargo de gobernador civil Mariano Alonso y Castillo.
– 5 de agosto de 1851. Fecha de la Real Orden firmada por el Ministro Arteta que aprueba la demolición y venta del Convento de la Rábida.
– 1 de septiembre de 1851. Fecha de escrito de Mariano Alonso y Castillo a la reina Isabel II.
– 2 de septiembre de 1851. Fecha de la apelación del Gobernador Alonso al ministro Arteta. En su solicitud al Gobierno de Bravo Murillo argumentaba literalmente: «[…]porque si en derribar y destruir parte de esos recuerdos fuésemos muy apresurados, la censura pública y la Historia se apoderaría de nuestros actos, entregándonos a la animadversión de nacionales y extranjeros».
Mariano Alonso y Castillo
Nacido en Granada en 1795, Mariano Alonso y Castillo fue Comendador de la Real Órden Americana de Isabel la Católica, Caballero de la Real y distinguida Orden de Carlos III, Intendente efectivo de provincia, Sócio de las Económicas de Amigos del País de Granada, Madrid, Zaragoza, Sevilla, Jerez de la Frontera, Mallorca, Murcia, Palencia, Toledo, Mérida, Jaen y Salamanca, Consiliario de número de la Escuela de Bellas Artes de esta última ciudad, sócio del Ateneo Científico y Literario de Madrid, fundador del de Murcia, Director y Fundador de la Real Sociedad Económica de Huelva y gobernador civil cesante de esta provincia.
Fue gobernador civil de Huelva entre 1851 y 1855. Falleció el 20 de agosto en 1859. En 1919 el Ayuntamiento de Huelva aprobó la rotulación de una calle con su nombre. La elegida fue la prolongación de la calle Hernán Cortés.