Juan Manuel Muñoz. Se negó a morir, así de claro, de simple y, al mismo tiempo, de milagroso. En unos tiempos en los que pocas cosas nos sorprenden ya, en los que nos enteramos de las cosas más atroces de las que es capaz el ser humano, pero también de las más esperanzadoras que cargan de sentido a nuestra especie, nos enteramos que en un alejado rincón del mundo, en una ciudad china de la que nunca habíamos oído hablar, un recién nacido que ha sido arrojado por el agujero de una letrina, atrapado en la tubería, lloraba a todo lo que sus pulmones daban para que lo salvaran. No quería que sus cortos instantes de vida terminaran de tan lamentable manera.
Un sonido de supervivencia salía de los sumideros de las casas de un bloque de pisos, cuyos vecinos no daban crédito de su procedencia. El inconfundible y machacón llanto de una criaturita traspasaba el grosor de una tubería de pvc y alertaba a la buena y modesta gente que habita en ese edificio de que algo anormal pasaba.
Puesta en alerta la Policía, agentes y bomberos llegan al lugar donde los sollozos del bebé se escuchaban más fuerte y tardaron en aceptar que el sonido provenía del codo de una tubería de desagüe de aguas residuales. Tras cortar y seccionar con enorme cuidado el tramo de conducto donde se intuía la presencia del recién nacido, allí estaba la criatura, en buen estado de salud, obstruida en 10 centímetros de tubo.
Las imágenes eran estremecedoras y encogía el corazón más fuerte y duro de cuantas personas las han contemplando. Con una sierra rudimentaria y unos alicates, los bomberos rescataron al bebé, que fue trasladado al hospital donde se recupera de las consecuencias de permanecer dos horas en este estado. Un auténtico milagro.
La cosa, además, tenía un componente aún más lamentable, cuando se dijo, en un primer momento, que la madre había tirado al pequeño por la letrina recién dado a luz. Se llegó a comentar, incluso, que la política china, por prohibir más de un hijo a los matrimonios de aquel país, motivaba que las mujeres que se quedaban embarazadas que no cumplían esta norma, ocultaran a sus criaturas o bien se deshicieran de ellas tras parir.
Tan sorprendente y emotiva historia tuvo un tinte menos dramático cuando se supo que el bebé estaba bien y, además, se introdujo en la tubería de la letrina cuando la madre, soltera de 22 años, estaba de parto en tan lamentable lugar. Ahora sabemos que esta joven está grave, con el único consuelo de que su bebé se encuentra bien.
Historia insólita que nos ha acercado a la más primitiva realidad de la existencia, en el lejano oriente de China.