Ana Rodríguez. La Historia de la provincia de Huelva está plagada de personajes ilustres a los que mucho se les debe y poco se conoce. Éste es el caso del capitán Juan Gómez Márquez, un vecino de Cumbres Mayores que entre los siglos XVII y XVIII tuvo un papel esencial en el desarrollo de la ciudad mexicana de Antequera de Oaxaca y que contribuyó a erradicar el analfabetismo en su pueblo natal, amén de aumentar el patrimonio del mismo, del que a día de hoy seguimos disfrutando.
Juan Gómez nació en el citado pueblo serrano el 9 de abril de 1664. Sus padres eran Juan Gómez Márquez e Isabel Gómez Camacho y además tenía una hermana, Catalina. Siendo aún muy joven, el onubense marchó a América e hizo carrera militar en el Virreinato de Nueva España, estableciendo su residencia en la ciudad mexicana de Antequera, sita en el Valle de Oaxaca. Allí vivió el resto de su vida, teniendo cerca sólo a un miembro de su familia, su sobrino Diego García Bravo Camacho, nacido también en Cumbres Mayores, en 1700, y que llegaría a ser cónsul de la Universidad de Mercaderes en la Ciudad de México.
En el Nuevo Mundo, además de capitán, el cumbreño se convirtió en un prestigioso mercader, amasando una gran fortuna gracias al comercio y distribución de distintos productos, fundamentalmente de tejidos y grana, un extracto de color rojo que se saca de la cochinilla y que su usa para teñir diversos objetos. En aquella época, la grana era muy demandada y Gómez supo aprovechar aquel auge para hacer dinero y alcanzar una destacada posición en la escala social.
Aunque la fortuna le sonriera en Oaxaca, Juan Gómez vivió siempre preocupado por lo que acontecía en la localidad que lo vio nacer. Uno de los aspectos que más centraron su atención fue la educación de sus paisanos. Es por ello que enviaba donativos para la Cátedra de Gramática –centros educativos de secundaria que daban acceso a estudios superiores- en Cumbres Mayores, como así lo atestiguan documentos que aún se conservan en el Archivo Municipal de la localidad, en los que quedan recogidos los reales que hacía llegar desde México.
En estos manuscritos se hace referencia además a una fundación de las Primeras Letras que «a favor de Cumbres Mayores mandó fundar el alférez Juan Gómez Márquez, residente en Oaxaca…para que se enseñare a leer, escribir y contar«. Estos datos ponen de manifiesto el interés que el onubense mostraba por mejorar el nivel cultural de su localidad natal, además de la importancia de la citada fundación, dedicada a la enseñanza y creada en una época en la que aprender y formarse no se consideraba una prioridad.
Pero además de enviar efectivo para cultivar en las letras a sus paisanos, el capitán Gómez también quiso que Cumbres Mayores tuviera una hermosa parroquia, a cuyo embellecimiento destinó otro tanto de su fortuna. Concretamente, en 1715 y 1718, el cumbreño hizo llegar pinturas y objetos de plata para los cultos y obras de caridad, así como partidas de dinero que debían ser destinadas a la fabricación de otros enseres, ya en tierras españolas, o a la construcción o reparaciones en iglesias y ermitas.
El último cargamento llegó a Sevilla desde Nueva España en febrero de 1719 y fue recogido en la capital hispalense y trasladado a Cumbres Mayores. El 4 de marzo de dicho año, ante notario, se hizo entrega a los mayordomos de las dos iglesias de la localidad de ciertas cantidades de dinero, recibiendo el de San Miguel la cantidad de 14.000 reales “para el retablo del altar mayor de esta iglesia”, así como varias piezas y lienzos.
Por ello, podemos decir que Juan Gómez Márquez es el responsable principal del importantísimo legado americano en piezas de orfebrería labradas en plata de excelente calidad con que cuenta el municipio de Cumbres Mayores, el más completo de estas características que custodia actualmente la Diócesis de Huelva.
Entre estas alhajas destacan un manifestador del santísimo sacramento, un ostensorio, una cruz de Huatulco, un cáliz de plata dorada, un guión sacramental, un acetre, el frontal del altar mayor, la concha bautismal, la corona del Santísimo Cristo de la Viga, etc. entre muchas otras, así como tres lienzos de temática religiosa: el del bautismo de Cristo en el Jordán, otro de devoción a la Inmaculada Concepción y la representación del Santo Cristo de Zalamea con la Virgen y San Juan.
Cabe destacar que algunas de las piezas enviadas por el capitán a Cumbres Mayores han desaparecido debido, por un lado, a robos perpetrados en la iglesia en abril de 1750 y en diciembre de 1866, y por otro, a un incendio desatado en la sacristía en 1807, además de a las ventas y fundiciones para afrontar nuevas obras en 1798.
Legado mexicano. Por otro lado, Juan Gómez Márquez dejó tras su fallecimiento, el 6 de febrero de 1722, un inmenso legado, alcanzando el inventario de todos sus bienes los 439.850 pesos. La mayor parte de esta fortuna, en torno al 80%, quiso destinarla a fines solidarios, religiosos, caritativos, educativos y sanitarios.
También quiso el benefactor, que parte de sus riquezas sirvieran para enaltecer la belleza de su ciudad adoptiva, llevando a cabo en la misma diferentes actuaciones. Entre éstas destacan muy especialmente la construcción del acueducto de San Felipe y la reedificación de la catedral, intervenciones a las que se unen las reparaciones en el colegio de la Campiña, el convento e iglesia de San Agustín, el convento de San Francisco o la ampliación del hospital real de San Cosme y San Damián, entre otras.
Así pues, no es de extrañar que la ciudad de Oaxaca considere a Juan Gómez Márquez como uno de sus insignes mecenas, pues debe parte de su auge arquitectónico del siglo XVIII a la generosidad de este hijo de Cumbres Mayores.
En su municipio natal, al capitán se le tiene por una de las personas de más mérito y de las que más contribuyó al desarrollo de la villa, tanto a través de sus donaciones monetarias como con la creación de fundaciones educativas, de vital importancia en aquellos tiempos. Sirva de homenaje que el CEIP de Cumbres Mayores lleva su nombre.