El investigador Ignacio Garzón halla restos de ortocerátidos, parientes lejanos de los pulpos y calamares, en la Sierra de Aracena

Realizando labores de campo.
El investigador onubense Ignacio Garzón.
El investigador onubense Ignacio Garzón.

A.R.E. En la provincia de Huelva estamos acostumbrados a escuchar noticias sobre hallazgos arqueológicos, pues por todos es sabido que numerosas civilizaciones han pasado de manera sucesiva por estas tierras durante siglos. Sin embargo, de nuestro pasado menos reciente, de cuando el suelo que pisamos estaba cubierto por una importante masa de agua, parece que no somos tan conscientes, y quizá por ello nos sorprenden aún más los descubrimientos que nuestros investigadores realizan en este área.

A este respecto, en los últimos días, el onubense Ignacio Garzón González ha sido premiado por un estudio a título personal que ha llevado a cabo en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Se trata de un trabajo sobre la fauna fósil del Silúrico -periodo geológico del Paleozoico que finalizó hace aproximadamente 416 millones de años- del sector onubense de la Zona de Ossa-Morena, que es la unidad del Macizo Ibérico que abarca el norte de la provincia de Huelva.


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El verde corresponde a la zona de Ossa Morena.
El verde corresponde a la zona de Ossa-Morena.

Entre sus principales aportaciones, el investigador ha logrado localizar nuevos géneros de graptolitos, unas colonias de microorganismos de un gran valor cronoestratigráfico por su variedad y dispersión, que aún no habían sido citados en este área de estudio, así como hallar ortocerátidos, que estarían emparentados con los actuales moluscos cefalópodos, como el calamar o el choco, pero de hace más de 200 millones de años, en este sector.

Dados los excelentes resultados obtenidos, Garzón ha sido reconocido con el Premio Sapere Aude, un galardón que convoca la Cátedra Cepsa con el fin de fomentar la labor creadora e investigadora del alumnado de la Universidad de Huelva. Y es que Ignacio es estudiante de la Facultad de Ciencias Experimentales de la Onubense aunque, como él mismo reconoce, es un «estudiante atípico»: «la media de edad de los universitarios se aleja bastante de la mía, que está muy cercana a los 50. Soy gestor cultural en paro desde hace tres años, y decidí, hace cinco, reciclarme profesionalmente emprendiendo los estudios universitarios en el Grado de Geología, disciplina que me apasiona desde la infancia«.


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Graptolitos del género Rastrites hallado por Garzón.
Graptolitos del género Rastrites hallado por Garzón.

Así pues, Garzón compagina su vida familiar y la búsqueda activa de empleo con su formación en la UHU, donde cada año se inscribe en cuatro o cinco asignaturas gracias a que le concedieron una matrícula a tiempo parcial. Además, Ignacio es autor de varios libros publicados y, sobre todas las cosas, se considera un serrano de pro. «Nací y crecí en Puerto Moral, he vivido una amplia etapa de mi vida en Aracena y ahora, desde hace más de década y media, resido en Cortegana», explica el investigador.

De hecho, es precisamente ese sentimiento de pertenencia, ese compromiso que asegura tener con la defensa y divulgación del patrimonio de la Sierra de Aracena, el que le anima a colaborar con la iniciativa ciudadana que cada año organiza las Jornadas serranas de Patrimonio, pioneras a nivel nacional, y también el motivo por el que decidió versar sus estudios en el análisis de la realidad del patrimonio paleontológico de esta comarca.

Realizando labores de campo.
Realizando labores de campo.

Así pues, Garzón enfocó sus investigaciones en la zona norte y no en la sur de la provincia, donde el estudio de los fósiles es más habitual. Según él mismo explica, «los megalodones y las huellas de las moscas de Lepe, que tanta presencia mediática tienen, son fósiles muy interesantes, pero -desde un punto de vista geocronológico- son muy recientes, de hace apenas unos seis millones de años. En la Sierra de Aracena hay fósiles de más de 500 millones de años y casi nadie los conoce».

El investigador se centró para el premiado análisis en los terrenos onubenses que se engloban en la Zona de Ossa-Morena y en un periodo geológico concreto, el Silúrico, en cuyo sistema homónimo son muy frecuentes los fósiles de graptolitos, citados anteriormente y bastante desconocidos, como también lo son el resto de fósiles de la Sierra de Aracena, incluso entre la comunidad geológica onubense, apunta Garzón.

Muestra de varios géneros de graptolitos.
Muestra de varios géneros de graptolitos.

Una vez delimitado el periodo y terreno a analizar, los objetivos del estudio eran reunir y ensamblar toda la información existente sobre el Silúrico en este sector onubense para, posteriormente, efectuar una valoración del estado de conservación de su patrimonio paleontológico y, por último, colocar la primera piedra del baluarte de la divulgación de dicho patrimonio.

Una vez determinados sus fines, Garzón llevó a cabo su proyecto en varias fases. La primera supuso una revisión bibliográfica de las fuentes en las que se citaba la presencia de fósiles del Silúrico en la zona de estudio. A continuación, el onubense tuvo que realizar una revisión de campo de los yacimientos para verificar su existencia, valorar su estado de conservación y comprobar si mantenían fauna fosilizada, lo que supuso para él empollarse un buen número de mapas geológicos y realizar innumerables salidas al campo, esto último también para detectar nuevos yacimientos.

Ignacio ha dedicado muchas horas a analizar el material y cruzar la información de este estudio.
Ignacio ha dedicado muchas horas a analizar el material y cruzar la información de este estudio.

Garzón logró identificar los fósiles cuyo estado de conservación así lo permitía, aunque «he desgastado la lupa observando ejemplares», afirma divertido. A este respecto, contó con la colaboración del catedrático de la UHU Eduardo Mayoral y del experto internacional en graptolitos Juan Carlos Gutiérrez-Marco, del CSIC, a quienes planteó algunas consultas de manera puntual. 

Al final, llevó a buen puerto la ingente labor de cruzar y encajar toda la información obtenida, que acabó plasmando en la memoria explicativa que presentó al Premio Sapere Aude.  

Durante el trabajo, el onubense fue desenmarañando la realidad paleontológica de nuestra Sierra, que resultó ser variada y significativa, localizando trilobites del Cámbrico y del Devónico; graptolitos del Ordovícico y del Silúrico; crioideos del Devónico y del Carbonífero; bivalvos y corales del Devónico; goniatites del Carbonífero; entre otros, además de icnofósiles de todos los periodos citados.

Ortoceratido hallado por el investigador.
Ortoceratido hallado por el investigador.

Como recuerda el investigador serrano, «uno de los momentos más gratificantes fue cuando encontré el ortoceratido, ya que no esperaba hallar fauna macroscópica distinta de los graptolitos, seres éstos que predominaban en los mares, debido en gran parte a que las condiciones reductoras de aquellos fondos marinos dificultaron el desarrollo de otros organismos». En este sentido, y aunque pueda resultar difícil de creer, Garzón recuerda que «la Sierra de Aracena ha permanecido mucho más tiempo bajo las aguas del mar que emergida. Por eso, todos los fósiles de la comarca, desde el Cámbrico hasta el Carbonífero, son de organismos marinos«.

Un ejemplo muy tierno de lo complicado que resulta muchas veces hacerse a la idea de esta realidad histórica, cuenta el onubense que le sucedió mientras realizaba la investigación. Un día, Ignacio se llevó a su hijo con él mientras trabajaba y le explicó en una cuneta que todo el territorio que les rodeaba en ese momento fue fondo marino mucho antes de que existieran los dinosaurios. El niño, de cuatro años, mirando de reojo a la carretera, le preguntó a su padre: “Papá, ¿entonces por dónde pasaban los coches?”.

Garzón apunta la necesidad de conservar y divulgar el patrimonio de la Sierra.
Garzón apunta la necesidad de conservar y divulgar el patrimonio paleontológico de la Sierra.

Al margen de lo anecdótico, el hecho es que, con su trabajo, Garzón ha logrado aportar una visión global de la realidad del sistema Silúrico en la comarca de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, incorporando además géneros de graptolitos que aún no habían sido citados en esta zona de estudio y recogiendo el hallazgo de ortocerátidos en el sector.

Como conclusiones de su ingente labor indagadora, Ignacio señala, por un lado, que la fauna del periodo Silúrico en el sector onubense de la Zona de Ossa-Morena es relativamente abundante, diversa en especies, ampliamente distribuidas y en desigual estado de conservación. También apunta que el patrimonio que supone dicha fauna es poco conocido por la ciudadanía de la comarca que lo acoge, ya que ha sido escasamente investigado y mal divulgado, siendo necesario, por tanto, además de una adecuada investigación y divulgación, su protección y conservación a fin de preservarlo para generaciones venideras.

Pero este trabajo, que por ahora permanecerá inédito a expensas de posibles descubrimientos en un futuro próximo por parte de su autor, es una pequeña parte del campo que Garzón ha abierto en relación al patrimonio paleontológico de la Sierra de Aracena. «La investigación en el periodo Silúrico está muy avanzada, pero en el resto de periodos hay que profundizar mucho más aún para tener una visión global que permita su correcta divulgación, su protección y su adecuada conservación», pone de manifiesto el onubense.

Otro ejemplo de graptolito.
Otro ejemplo de graptolito.

En cualquier caso, la labor realizada hasta ahora por este gestor cultural ya ha sido reconocida por la Cátedra Cepsa de la UHU, que ha valorado el gran trabajo llevado a cabo en torno a un tema muy desconocido en el seno de la Onubense. Asimismo, sobre el premio, el homenajeado reconoce que está «muy satisfecho. Este premio no tiene dotación económica, pero otorga prestigio. Aunque habrían venido bien, por ejemplo, unos vales para gasolina, que me ayudarían a desplazarme hasta la Universidad…», señala divertido, y es que, a pesar de sus buenas notas, la actual política de becas impide que se beneficie de una, lo cual hace muy difícil, en sus circunstancias, asumir el coste de desplazarse cada semana de Cortegana a Huelva, entre otros aspectos.

«Estudiar en estas condiciones es duro», afirma Garzón, pero el Premio Sapere Aude ha sido para él un «incentivo para seguir en la brecha» y sacar energía para continuar compaginando los estudios, las responsabilidades familiares y la búsqueda de empleo. Una realidad que, esperemos, mejore para este investigador que ha ayudado con su esfuerzo a poner en valor el patrimonio serrano.

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