R. M. Cuando uno es capaz de reconocer aquello en lo que tiene un talento innato, y esto mismo coincide con algo por lo que siente una verdadera pasión, el camino –conduzca o no hacia el éxito- estará plagado de satisfacciones personales. Presentamos hoy al músico y compositor onubense Gonzalo Navarro. Nació en Almonte en 1981, pueblo que le ha visto creer y donde, junto a otros jóvenes, comenzó a interesarse por la música, llegando incluso a tomar protagonismo en grupos locales.
El primero en cautivarle fue el género rock. No tardó, no obstante, en bucear de lleno en el mundo de la música clásica hasta aterrizar en el campo de la composición, el cual le ha reportado más de una alegría. La última tenía lugar hace escasas semanas. Gonzalo Navarro ha sido recientemente elegido como uno de los cuatro finalistas de la 27 edición del Premio Jóvenes Compositores Fundación SGAE-CNDM 2016, galardón que busca estimular la creación en el campo de la música clásica contemporánea entre los jóvenes compositores y contribuir al desarrollo social mediante el conocimiento de nuevos lenguajes, tendencias y modos de expresión musicales.
La pieza ‘Música diagonal’ de Gonzalo Navarro será interpretada por el Vertixe Sonora Ensemble junto a las de los también finalistas Abel Paúl López, Julián Ávila y Daniel Muñoz bajo la dirección de Pedro Amaral, en el concierto final y entrega de premios que tendrá lugar el próximo lunes 28 de noviembre en el Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid dentro de la temporada de conciertos del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM).
Huelva Buenas Noticias ha conversado con este joven compositor que aspira alto y ejerce además como docente en varias escuelas municipales de música en la provincia de Badajoz
– ¿Cómo fueron sus inicios en el mundo de la música? ¿Influencia familiar?
– En mi casa siempre hubo una guitarra. A partir de los diez años me sentí atraído por toda la música rock, y en algún momento, creo que tenía 13 años, me animé a intentar tocar algo. Mi padre me dio un pequeño manual muy rudimentario con el que aprendía los primeros acordes, y aunque no sabía muy bien lo que tocaba, eso me producía tal satisfacción que empecé a pasar horas y horas encerrado en la habitación. Poco después mis padres me regalaron mi primera guitarra eléctrica, e incluso toqué en un grupo de Almonte que por entonces se llamaba Buleares. Ahí, aun siendo el más pequeño, hice muy buenos amigos con los que, una vez cumplida una edad más razonable, toqué en otros grupos. Mi padre estudió algunos cursos de piano clásico y trató de animarme a estudiar en el conservatorio, pero a mí solo me interesaba el rock, y tuvo que pasar algunos años para que me decidiera a estudiar guitarra clásica. Ingresé en el Conservatorio Elemental de Música de Valverde del Camino, y más tarde en el Conservatorio Profesional de Música Javier Perianes, en Huelva.
– Y su interés por la composición, ¿Cuándo le llegó?
– Mientras estudiaba en el conservatorio entré en contacto más profundamente con la música clásica, sobre todo con el repertorio de guitarra clásica. En mi casa había una colección de vinilos que repasaban toda la historia de la música desde el medievo hasta nuestros días, aunque la colección era algo antigua, así que llegaba hasta la década de los 60 del siglo pasado. Por una especie de afán de orden cronológico comencé a escuchar esos vinilos desde el comienzo, desde el canto gregoriano, pasando por la polifonía renacentista, el barroco, clasicismo, así hasta llegar al siglo XX, y lo que más me interesaba era ese cambio estético que se producía desde una generación hasta la siguiente, era como seguir el crecimiento y evolución lógicos y progresivos, hasta que se produjo la revelación. Cierto día escuché por primera vez La Consagración de la Primavera, ballet ruso de Igor Stravinski, y ese fue un momento crucial, ya que esa obra supuso una verdadera revolución, y sirvió de nexo, al menos para mí, entre la tradición y lo que luego encontré. A partir de ahí hubo un cambio de perspectiva muy radical, y tuvo que ver con el hecho de que ya no me interesaba saber cómo ciertos intérpretes llegaban a un nivel máximo de virtuosismo, lo que empecé a valorar es esa especie de ordenación de los sonidos en el tiempo según un orden que para mí era un misterio, y las sensaciones que ello me provocaba, así que ese nuevo interés me llevó a estudiar en los últimos cinco años de la carrera la especialidad de composición, que cursé en el Conservatorio Superior De Música ‘Bonifacio Gil’ de Badajoz con una persona realmente especial que allí encontré, Daniel Sprintz, un grandísimo compositor, que fue mi maestro y luego mi amigo.
– ¿Cómo definiría la música que compone? ¿Cree que hay algo que la caracteriza?
– Me he formado estudiando y analizando la tradición, desde los maestros del renacimiento hasta los de hoy. Pienso que es una música que viene de un recorrido lógico por la historia, creo que hay un hilo conductor desde el pasado más remoto a través del cual el arte ha ido evolucionando de forma natural según su propia necesidad, y al momento al que hemos llegado, por difícil que pueda parecerle a algunos, lo hemos hecho con la misma naturalidad. No creo que mis piezas puedan suponer algo esencialmente nuevo en comparación con la música de mi tiempo, eso es algo realmente difícil de conseguir y yo soy un compositor demasiado joven para ello, pero sí que hay un par de cuestiones que tengo siempre presentes. Por un lado pienso la música como un discurso puramente temporal, la música se desarrolla en un medio tan curioso como la duración, por lo que en el aspecto formal me interesa mucho especular sobre estructuras temporales relacionadas entre sí. Por otro lado me fascina el sonido en sí, hoy la ciencia ha llegado a un profundo conocimiento sobre el comportamiento del sonido y todo lo que en su interior esconde, así que suelo aplicar procedimientos, como por ejemplo cálculos de frecuencias, y trabajar con lo que podríamos llamar modelos reales.
– De tener que definirse como artista, ¿Qué diría de sí mismo?
– Creo que hoy día se hace un uso bastante gratuito de la palabra artista, no hay más que encender la televisión para verlo, llamamos artista a genios como Leonardo da Vinci al mismo tiempo que a cualquier chaval salido de no se qué reality show. Prefiero verme como alguien que se dedica a una actividad artística y que intenta de dar lo mejor que puede según cierta coherencia y humildad hacia uno mismo. Soy plenamente consciente de mis limitaciones, y eso lo compruebo con cada trabajo, pero pienso que ser coherente con uno mismo te hace dar lo mejor de ti, sin caer en lo soberbio de intentar o fingir algo que de momento no eres capaz de alcanzar.
– ¿En qué se inspira a la hora de componer?
– Creo que el modelo fundamental es la propia naturaleza. Suelo rechazar todo aquello que tiene que ver con una visión romántica del arte como expresión de los sentimientos de uno mismo, sinceramente creo que hay cosas más fundamentales de las que hablar. No es que no influyan mi carácter o mi forma de ser, eso es inevitable, pero creo que de lo que se trata más bien es de plasmar una visión de la realidad colectiva pasada por el filtro de la sensibilidad individual, y mi realidad se basa en el tiempo y en el sonido, y todas las analogías posibles que se puedan dar entre eso y cualquier aspecto de la vida. Algunas de mis obras han estado basadas en textos poéticos y pinturas, otras son obras puramente abstractas sin ningún elemento programático. Lo que siempre está presente es la búsqueda de la interioridad del sonido, y esto es lo que más interesante me parece, ya que dentro de un sonido existe una infinidad de componentes llamados parciales, de los cuales solo percibimos la parte situada dentro de nuestro ámbito de percepción. Hoy, aplicando simples fórmulas, podemos obtener sobre el papel esa relación de sonidos inaudibles, de modo que podemos trasladar esas relaciones y recrearlas en un medio perceptible por nuestros sentidos. Esa idea siempre está presente, creo que tiene un lado tremendamente poético y sugerente, algo así como poder oír lo que nuestra limitación como seres humanos no nos permite escuchar.
– ¿Referentes artísticos?
– Tengo muchos. Por supuesto los clásicos, es imposible dedicarse a esto y no tener presente el nombre de Johann Sebastian Bach, o el de Beethoven o tantos otros genios totalmente indiscutibles. Acercándonos más al presente me ha influido muchísimo la obra de Luigi Nono. Fue una persona tremendamente radical en sus planteamientos, que ponía tanto a interpretes como al público en situaciones realmente límites, es una música muy difícil de escuchar, a veces en la frontera entre lo audible y el silencio, aparentemente se puede pensar que no hay nada, pero abriendo el oído y la mente es posible entrar en ese universo sonoro tan personal, de una sutileza pocas veces alcanzada en la historia de la música. Por otro lado, a veces siento más afinidad por la obra de ciertos pintores como Tapies o Mark Rothko, o por la de poetas como José Ángel Valente, que incluso por la de algunos compositores. En este terreno me han influido mucho los escritos del pintor Vasili Kandisnki, e incluso la filosofía de Henry Bergson.
– ¿Piezas compuestas de las que se siente más orgulloso?
– Es muy difícil, al menos en mi caso, sentirse orgulloso de una pieza. Es curioso, porque a pesar de lo que pueda parecer, siempre creo que estoy más descontento con cada nuevo trabajo, hasta el punto de mirar atrás y verme incapaz de haber escrito en el pasado alguna pieza de la que más o menos pueda decir en el presente que me sienta satisfecho, como una imposibilidad de cumplir un logro similar. Supongo que será una especie de inconformismo, lo peor es que cada vez va a más. Esto por supuesto es relativo, no siempre se está del todo satisfecho pero afortunadamente tampoco del todo descontento. Tengo especial cariño por una obra llamada Heterophonia. Su título alude a una práctica musical arcaica, pero aún presente en ciertas culturas como la árabe, en la que una melodía es interpretada con un instrumento al mismo tiempo que otro instrumento la interpreta con ligerísimas variaciones, como si se tratara de una pequeña falta de rigor. Me interesaba mucho las relaciones que se pueden producir en ese tipo de desfases, y las sistematizaba para conseguir un comportamiento cada vez más independiente de los dos instrumentos, hasta llegar a convertir el discurso en algo opuesto a la exposición de una simple melodía, el paso de la melodía a la polifonía.
– Algunos de sus trabajos se han interpretado en destacados escenarios e incluso en ciudades de fuera de España como Burdeos, Gradignan, Estrasburgo y Ginebra, ¿Alguna actuación que destaque?
– La verdad es que no he tenido la oportunidad de estar presente en la mayoría de las veces que se ha interpretado alguna obra fuera de España, pero si tuviera que destacar alguna ocasión sería en Ginebra, ya que el dúo CexSaxo interpretó uno de mis trabajos dentro de un congreso mundial celebrado cada dos años dedicado al saxofón. Allí se unieron grandes figuras de la interpretación y fue muy estimulante que se interpretara una pieza mía.
– Es uno de los cuatro finalistas del 27º premio Jóvenes Compositores SGAE-CNDM, ¿qué supone para usted esta nominación?
– Lo más importante que obtengo es motivación, esto es un empuje muy grande para seguir escribiendo. Suele ser muy difícil llegar a estrenar una obra en cualquier lugar, no depende solo de mí, ya que no interpreto mis propias obras, y necesito estar rodeado de personas que estén interesadas en mis trabajos, necesito intérpretes que quieran abordar mis obras. Esto no siempre es posible, y el proceso de composición de una obra, al menos para mí, suele ser muy duro, puede durar entre 3 y 6 meses, por lo que a veces es frustrante terminar una obra y que se quede en un cajón.
Normalmente no me permito estar sin componer, y a veces lo hago por propia satisfacción. Hay obras que he escrito y que nunca han sonado, se han quedado en el papel, así que por mucho amor al arte que se tenga, siempre ayuda una pequeña recompensa, y en este caso la recompensa ha resultado ser algo más grande de lo esperado. Es un concurso con una larga tradición, y en cuanto a los dedicados a jóvenes compositores, es de los más importantes en nuestro país, así que con haber llegado a la final me puedo sentir más que satisfecho.
– Además de compositor se dedica a la docencia, ¿No es así?
– Sí, trabajo en varias escuelas municipales de música en la provincia de Badajoz. Son centros donde se imparten las materias correspondientes a los primeros cursos del conservatorio. No ofrecen títulos homologados, pero tienen una gran labor, ya que personas que viven lejos de alguna población donde haya conservatorio pueden tener ese primer acercamiento a la música, y muchos pequeños estudiantes de estas escuelas terminan haciendo en algún momento una prueba de acceso a cursos más avanzados en el conservatorio.
– Es de Almonte, ¿Suele tener presente a su tierra?
– Uno siempre tiene presente el lugar en el que creció, ya que gran parte de la persona en la que uno llega a convertirse se debe a las experiencias que ha vivido, la infancia y adolescencia siempre marca mucho, y la mía fue en Almonte. Por otro lado está la familia y los amigos, eso siempre se tiene presente. Pero en relación a mi actividad como compositor no me siento influido por el lugar, tampoco por el hecho de ser andaluz o español, y mi respuesta sería la misma si hubiera nacido en cualquier otro lugar. Esto no es algo negativo o despectivo, más bien tiene que ver con un posicionamiento estético. Mis ideas sobre la música y sobre el arte en general, al menos en el presente, tienden a cuestiones más generales y objetivas, es algo totalmente personal y que no excluye la admiración por otros procederes, pero creo en una música que se basta a sí misma como medio autónomo de expresión de ideas que solo a través de ella pueden ser expresadas, por ello tiendo a rechazar, salvo en ocasiones justificadas, todo aquello que depende de cuestiones relacionadas con un entorno cultural en concreto, aún sintiendo gran admiración por músicas como el flamenco o el jazz. También tengo mis reparos en cuanto a la inclusión de elementos extramusicales, esto llega hasta el punto de tener cierto recelo hacia la música vocal, o a utilizar la palabra hablada en mis trabajos, con todo el respeto que pueda sentir por toda la tradición de música vocal, que por otra parte es de las más ricas y abundantes.
– ¿Cuales son sus aspiraciones?
– Pues creo que son bastante simples. Vivir de la composición en España, si uno no quiere recurrir a trabajos para la publicidad y ese tipo de cosas, es muy difícil, así que lo único que desearía es tener un trabajo estable, por supuesto relacionado con la enseñanza de la música, que me deje tiempo y permita continuar con este otro trabajo no remunerado que es la composición, y sobre todo seguir realizando proyectos y seguir teniendo ilusión para hacerlo.
¿Algún sueño por cumplir?
– Asistir a una interpretación del Prometheo de Luigi Nono, es una obra muy especial de su último periodo, creo que en España solo se interpretó en una ocasión, requiere de unas condiciones muy especiales por lo que es raro su interpretación. También me gustaría viajar a Houston, en Texas, y pasar un día entero en la capilla allí construida para albergar los últimos cuadros pintados por Mark Rothko antes de que pusiera fin a su vida.